Y si el maestro Osvaldo Gross lo dice...

Chocotorta, la antitorta tonta

Martes, 23 de agosto de 2016

Una nota publicada hace algunos días por el Diario Clarín armó polémica, todo por culpa de la chocotorta, tema en el cual no debería haber discusión posible. Es la "antitorta", según Osvaldo Gross, un maestro al que hay que escuchar.

Uno a veces dice que algo no le gusta aunque jamás lo haya probado. Quizá esté equivocado pero no creo. Jamás probé ni probaré la infame "chocotorta", un curro inventado por una publicista para hacerles ganar plata a dos de sus clientes.

Según contó Marité Mabragaña, una joven empleada de la agencia De Luca en aquel entonces (año 1982), se le ocurrió hacer una torta en la que se pudieran utilizar dos productos de las empresas con las que trabajaban. Una era Mendizábal y su queso crema Mendicrim, y la otra Bagley, fabricante de las galletitas chocolinas.

Y sí, la receta original tiene más de 30 años pero recién en los últimos años se puso de moda, seguramente porque es fácil de hacer, no se pone en el horno y es bastante barata.

La receta indica que "se moja la galletita con vino tipo Oporto, se mezcla dulce de leche con queso crema, se untan las galletitas y así otra capa y otra capa".

Les dio trabajo per o al final convencieron a ambas marcas de participar de un comercial compartido. La agencia, cuenta, tuvo algunos problemas para que la TV mandara la publicidad al aire ya que no sabían qué cliente pagaría la publicidad.

Pero volvamos a la nota de Clarín. Criteriosamente, como es costumbre en él, Osvaldo Gross señaló que la chocotorta es una "chocotonta", una "antitorta" y que "es de una simpleza tan absoluta que no la puede comer".

Lo cierto es que hoy esta torta fast food, que es como el café de Starbucks, las hamburguesas industriales de la cadenas o las pastas de Kansas, es el dulce oficial de los cumpleaños de chicos.

Gross señaló también que prefiere un bizcochuelo de caja antes que la chocotorta. Por ende, ni pensó en incluirla en su último libro "La torta perfecta".

Es una torta sin técnica, y ya sabemos que en la pastelería se requiere la precisión de un químico como Osvaldo Gross. Si no calculás bien los ingredientes y sus medidas todo sale mal.

La verdad sea dicha: la chocotorta tiene marketing y vende. Por tanto, quienes la venden saben que es negocio, mucho más redituable que por ejemplo una Sacher, que lleva más trabajo y mejores insumos.

CHOCOTORTA, TAN BURDA QUE DA PENA. EL MAESTRO OSVALDO GROSS LA DEFENESTRÓ, EN TANTO QUE ALGUNAS CASAS DE TÉ Y DE PASTELERÍA LA VENDEN COMO PAN CALIENTE.   

En algunos casos, como el de Nucha, le buscaron la vuelta aportando algo de creatividad a la receta original: preparan una base de chocolate sin harina y usan almíbar de café, queso crema y dulce de leche. Por fuera, está decorada con cacao y láminas de chocolate. La hacen solo de un kilo y hay que pedirla con anticipación. Pero se llama Choco Nucha, no es una chocotorta realmente "oficial". Cuesta $ 520.

Pani Trotta, dueña de la cadena que lleva su sobrenombre, justifica la presencia de la chocotorta en "mantener las tradiciones". Si fuera por eso debería vender huevos quimbos y la ambrosía, el postre preferido de Domingo Faustino Sarmiento.

La misma Pani declaró a Clarín que "la chocotorta es parte de nuestra cultura y veo como un gesto de amor que alguien lleve a un cumpleaños la chocotorta para agasajar al cumpleañero". Demasiado no. Tanto amor suena más a que se vende mucho y se gana bastante con la infame chocotorta.

La choco de Pani lleva dulce de leche, queso crema, chocolate blanco y crumble de chocolate negro. Y hace cuatro años inventó la "oreotorta", que reemplaza las galletitas de siempre por las negras y un baño de chocolate blanco. Vale entre $ 650 y $ 970 según el tamaño y $ 138 la porción, y según Pani es la que más se vende. Ja, ja, vieron que había gato encerrado.

Podrá ser rica o no, en cuestión de gustos no hay nada escrito. Pero como torta de verdad no existe. No está mal que le hagan algunos arreglitos para mejorarla. Pero sigue siendo una antitorta. El maridaje perfecto para un café de Starbucks que sacás a pasear por la calle como si fuera un perrito. 

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