El Plaza Grill es un museo viviente de la historia gastronómica porteña. Conjuga los platos de la Belle Epoque y las creaciones del chef Donato Mazzeo, así como las famosas carnes del grill que le da nombre.
Siempre es una notable experiencia comer en el hotel de Plaza San Martín, ya sea en La Brasserie, La Terrasse, el Plaza Bar y el Grill. Este último es un museo de la cocina porteña, donde pasaron presidentes, figuras famosas y los anónimos y numerosos amantes de la buena mesa. Como debe ser, la historia se respeta a rajatabla, siguen vigentes los platos de la belle époque que ya son clásicos entre los clásicos y las mejores carnes argentinas, además de las creaciones del actual chef, Donato Mazzeo.
Hablar del Plaza y no recordar al gran Pedro Muñoz raya casi con la blasfemia. Este chef fue maestro cuando los cocineros no eran figuras mediáticas, ni siquiera portadores de egos. Cuentan que hace años, un pequeño retozaba en la enorme cocina del subsuelo, era el hijo del responsable de la bodega del hotel. Y ahí Don Pedro, con su carácter hosco que ocultaba su verdadera esencia, decía: “saquen a este pibe de acá”. El pibe creció y es hoy Donato Mazzeo, el chef ejecutivo del Plaza, el “Tano” para todos, el que se hizo de abajo haciendo enojar a lo que para nosotros sería la versión masculina de Doña Petrona. Muñoz estuvo muchos años en el hotel e hizo escuela, cuando no había institutos de formación gastronómica.
Si del Grill hablamos, no podemos menos que valorar la tarea de restauración y mantenimiento del salón, con sus azulejos holandeses de Delft, los ventiladores indios, la chimenea y por supuesto la armazón de hierro que da nombre al restaurante. Por allí también se observa la prensa que se utiliza para apretar la carcasa de pato, que hay que pedir con 24 horas de anticipación (como si estuviéramos en el parisino Restaurante La Tour d’Argent).
Las noches del Plaza Grill permiten viajar en el tiempo, a través de platos históricos como los Huevos Po Parisky, Chateaubriand Eduardo VII, costillas a la Villeroi, mollejas Demidoff, Lenguado Belle Meunière y tantos otros clásicos. La opción de las carnes del grill, resultan ineludibles para los extranjeros, pero también para muchos locales.
Su famoso puchero de los domingos, estacional, es otro de los históricos del Grill. Hoy también existe la posibilidad de pedir una reserva en la mesa del chef, dentro de la propia cocina, que si exageramos un poquito podríamos definir como “casi una cancha de fútbol”.
En ella probamos el menú de primavera que presentó Donato Mazzeo, que se puede pedir al mediodía en tres pasos. Algunas opciones son el pulpo en escabeche con zucchini fritos; gravlax de atún rojo con remolachas caramelizadas; pan tostado con vegetales y salsa de mostaza curry; bondiola barbecue con batatas al tequila y wok de vegetales; entraña grillada con marinado al pomodoro y papa rellena; lomo en salsa de tempranillo con pudín de zanahoria; degustación de patisserie de primavera, entre ellos flan de queso Cabrauntar y el postre “trimenta”.
Comer en la cocina del Plaza, en la mesa del chef, es un verdadero privilegio, que hoy se ofrece al público solo con reserva previa y un máximo de 14 personas.
Los chicos crecen y aquel gurrumín que hacía enojar a Pedro Muñoz es hoy el chef ejecutivo del Plaza. Lo secunda una brigada de eficientes cocineros, el servicio impecable de siempre y la mejor ambientación de la ciudad. Si los jurados de los 50 Best LATAM votan “experiencias”, ¿qué están esperando para ir al Plaza Grill?
Leandro Leyell es una especialista en cocina de mar. Como si estuviéramos a orillas del Cantábrico o de la ría de Bilbao, el chef reproduce con su impronta platos típicos españoles. Y, donde también el vermú -de elaboración propia- con soda de sifón, nos invita a desandar el camino de estos sabores tan afines a los argentinos.
Cumplir más de medio siglo en el negocio gastronómico, en un país cuya economía es caótica e impredecible, suena más a milagro que a otra cosa. Fermín Uriona y su familia lograron superar los 55 años de trayectoria, con distintos nombres y locaciones, hasta el actual Iñaki, ubicado en la Recova de Posadas desde febrero del año pasado. ¿El secreto?: dar de comer rico y abundante, a precios lógicos, basándose en el protagonismo de la cocina vasca, extendida por qué no al resto de la península ibérica, y con adaptaciones a veces necesarias al paladar argentino.
Kamay nació durante la pandemia como delivery de cocina peruana. Luego fue un lugar de "puertas cerradas" en la terraza de un edificio del Abasto, hasta que su dueño, Raúl Zorrilla Porta, lo transformó en lounge y lo mudó al Microcentro porteño. Anoche fue la "marcha blanca" de la nueva locación, esta vez en la cortada Carlos Gardel. La vuelta al Abasto, en un local amplio, que cuenta con salón, deck en la vereda y patio en el fondo. Auténtica cocina peruana con influencias nikkei, con una excelente relación precio calidad.