Hatem el caballero sirio

Al Fares, la cocina de Damasco

Martes, 26 de julio de 2016

La familia Baduan, emigrantes llegados de la convulsionada Siria, abren las puertas de su modesto restaurante para que comas como si estuvieras en su casa de Damasco, la que tuvieron que abandonar hace un año.

Al Fares- Aráoz 1047- Teléfono: 4772-2051. Abierto todos los días desde el mediodía al cierre. Pago en efectivo.

Tipo de Cocina: Árabe

Barrio: Villa Crespo 

Precios: $

Hubo mucha gente que puso el grito en el cielo cuando el gobierno anunció la apertura de sus fronteras para una importante cantidad de emigrantes sirios, que escapan de la guerra interna.

Muchas veces se habla sin saber. Bastaría darse una vuelta por Al Fares ("el caballero" en lengua árabe) para darse cuenta de que hay gente buena en todos lados y que nuestro país, siempre de puertas abiertas, no será la tierra prometida, pero para ellos es un lugar donde aún se puede vivir y trabajar para forjarse un futuro. La parte buena del país que nosotros no siempre valoramos.

Es verdad que hay una historia triste detrás, porque siempre ser emigrante conlleva momentos duros, dejar la familia y las raíces, el poco o mucho capital ahorrado durante toda una vida. Pero la seguridad de la familia es lo más importante.

El segundo hijo de Hatem Baduan, el jefe de familia, que se llama Fares como el restaurante, fue el primero en llegar al país hace cuatro años y medio, para escapar del servicio militar que era una muerte segura. Hoy habla perfecto español, y nos cuenta detalles de la vida familiar allá en Damasco, la que dicen que es la ciudad más antigua del mundo y hoy, lamentablemente una de las más peligrosas.

Hace un año llegó otra parte de la familia a Buenos Aires. Los padres de Fares, una hermana de 16 años y un niño de 10, que va a la escuela griega del barrio y ya habla español "mejor que yo", asegura.

Pronto, en algunas semanas, el hermano mayor emprenderá el camino hacia el Líbano y desde allí tomará un vuelo a Qatar y San Pablo, para recalar finalmente en Buenos Aires, donde tendrá lugar el reencuentro con su familia. Es que en Damasco, el aeropuerto desde hace tiempo no funciona.

Hatem, un hombre de barba, cristiano como todos los Baduan, muestra una sonrisa permanente, lo que nos lleva a decir que tiene "cara de bueno".

Marcelo Gotlib, el amigo que nos llevó al lugar, recuerda que la primera vez que pasó por la puerta, le solicitó un folleto para pedir comida para llevar. Hatem lo invitó a beber un café (lo traen del Líbano y le agregan cardamomo). Ya adentro del local terminó comiendo hummus. Y no hubo caso que el patrón le cobrara. Es un signo de la amistad para los árabes. Y una inteligente manera de ganar clientes.

LOS BADUAN SON INMIGRANTES SIRIOS QUE LLEGARON AL PAÍS HACE UN AÑO. EN AL FARES UNO PUEDE COMER COMO SI ESTUVIERA EN DAMASCO, CON UNA RELACIÓN PRECIO CALIDAD NOTABLE.  

También nos cuentan que eso de que los sirios toman mate como nosotros, no es ningún mito. Sólo que cada uno tiene el suyo propio porque allá se lo ingiere en forma individual.

Ya dijimos que por ser cristianos, en Al Fares hay bebidas alcohólicas. Vino y cerveza. Y por ahí vemos un narguile, que en algún momento del día se enciende e invitan a los clientes que quieran probar.

La comida de Al Fares es tal y como los Baduan la hacían en Damasco. A través de sus paisanos logran traer algunos insumos que aquí no tenemos, por lo cual es una comida verdadera, auténtica.

Hatem trajo a la mesa los entremeses típicos de la cocina de Medio Oriente, como hummus (impecable por su suavidad), matbal (puré de berenjenas con yogur, ajo y aceite de oliva), el clásico tabule con trigo burgol; hojas de parra rellenos de carne y arroz (hay otra variedad que se hace con verduras).

Una enorme fuente redonda de acero, traída de Siria, nos abrumó con otro plato típico llamado Uzi, rotundo y para al menos 20 personas. Luego de servirnos, invitó a probarlo a unos clientes y luego la familia entera terminó degustándolo junto a nosotros. Hatem nos dice que en su país se hace con carne de cordero y no de vaca, como aquí. Además lleva arroz, arvejas y almendras tostadas.

Esto es apenas una muestra de lo que ofrece el restaurante. Hay también arroz a la persa; shawarma en varias versiones; burak de queso; kebe frito como croquetas de carne picada, trigo, cebollas y nueces; o también al horno y crudo (que el dueño de casa prepara frente a los comensales); los famosos "fierritos" llamados shish de carne bovina y pollo; musaaka (como la griega pero sin carne).

Los fines de semana preparan la "parrilla árabe", los fierritos que salen acompañados por cebollas y morrones.

Y para el final, nos sirvieron baklava, harise (de sémola y caramelo con ralladura de coco) y knafeh con nueces.

Los precios son otra historia, increíbles para una ciudad sobrevaluada en el concepto de los gastronómicos. Si te gusta la cocina árabe, no querés hacer cola como en Sarkis y tomarte un vinito (donde los dueños son musulmanes eso está vedado), la mejor opción es Al Fares, donde Hatem te recibirá chapurreando algo de castellano (entiendo todo). Es todo un caballero y su familia muy hospitalaria.

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