Pony Line rompió todos los esquemas. ¿Cómo explicar tamaño éxito de público? Muy simple: calidad de la propuesta, precios y una ambientación que nos remite al deporte en el cual somos los mejores del mundo.
Elena llenó de inmediato. Pony Line se tomó su tiempo, pero hoy es un fenómeno de convocatoria, a tal punto que el hotel debió tomar la decisión de abrir los días lunes. Y los miércoles el bar explota; por más que la gente se enoje hay que ir temprano y asegurarse un lugar. Pony Line alude inmediatamente al deporte en el cual los argentinos somos los mejores del mundo, sin discusiones. Y La Dolfinaen particular, dada la relación del propietario con Adolfo Cambiaso.
El ambiente se modifica según el horario. Al mediodía, inclusive, hay menús de excelente relación precio calidad, pero la cosa va tomando otro color desde el atardecer en adelante. No hay dudas de que como todo bar que se precie, la propuesta empieza y termina con las bebidas, los cócteles, la cerveza artesanal, los vinos. Todo sabiamente elegido por Sebastián Maggi. Pero el Pony no se queda ahí; las opciones de comidas son más reducidas y sencillas que en la vecina Elena, pero Juan Gaffuri con todo su equipo, nos aseguran un nivel difícil de encontrar en otros bares de la ciudad. Ese es sin dudas un plus que Pony Line les otorga a sus clientes. Por la noche, llegan el ruido, las chicas lindas (o muy lindas para decirlo más enfáticamente) y la música, con onda más joven. Y por si algo quedó en el tintero, también están los helados Dolce Morte, con Joaquín Grimaldi a la cabeza en la creación de gustos tan particulares como el de mandarina y cacao aireado, o el de frambuesa, remolacha y vitamina C.
El bar del Hotel Four Seasons (Pony Line) hace tándem con Elena, el restaurante que revolucionó la gastronomía en hoteles. Un fenómeno total.
Resulta muy complicado elegir entre tantas opciones de tragos, desde los clásicos a los de autor, pasando por los que llevan nombres de situaciones del polo. Tales los casos de Chukker (tereré de Earl Grey, piel de naranja, limonada, Ron Flor de Caña 7 Años, Bitter Aromático, Naranja y Cardamomo); Dolfina (tereré de yerba mate, piel de limón, limonada, Absolut, Zubrowka, pomelo rosado e hibisco); o Backhander (tereré de té verde, lemongrass, limonada, Bombay Sapphire y pepino).
Las cervezas artesanales Löthar son elaboradas especialmente para Pony Line, en tres versiones tiradas: Oktoberfest (lager), Stallion Stout y Pampeana Dorada (ale ligera). La carta de vinos también es muy completa y con precios razonables.
Para comer, la propuesta incluye empanadas salteñas, hummus con chips de pita (Juan Gaffuri recuerda así su paso por Egipto), rabas con alioli de alcaparrón, papas fritas trufadas, tortilla de papas con emulsión de ajos asados y polvo de jamón crudo, croquetas de espinaca con cheddar, dúo de panchos con batatas paille, burger con queso Lincoln, panceta, cebolla crocante, lechuga repollada y huevo frito, sándwich de milanesa de lomo con lechuga, huevo frito y mayonesa de alcaparrón. Hay más: ensaladas y pizzas; trucha ahumada casera con espinacas en bagel de cebolla; matambre casero con pan de ácido, mostaza, queso Holanda, tomate y pepinillos. Y las tablas de charcuterie como las de Elena (la que lleva este nombre, precisamente, incluye speck, bresaola de Kobe, jamón de pato, jamón horneado, brie, morbier, pyramid y cheddar añejado). Ya hablamos de los helados, pero además hay soufflés y panqueques.
Pony Line es mucho más que un bar. Hay que descubrirlo en el noveno chukker, no importa a qué hora terminó el partido.
Leandro Leyell es una especialista en cocina de mar. Como si estuviéramos a orillas del Cantábrico o de la ría de Bilbao, el chef reproduce con su impronta platos típicos españoles. Y, donde también el vermú -de elaboración propia- con soda de sifón, nos invita a desandar el camino de estos sabores tan afines a los argentinos.
Cumplir más de medio siglo en el negocio gastronómico, en un país cuya economía es caótica e impredecible, suena más a milagro que a otra cosa. Fermín Uriona y su familia lograron superar los 55 años de trayectoria, con distintos nombres y locaciones, hasta el actual Iñaki, ubicado en la Recova de Posadas desde febrero del año pasado. ¿El secreto?: dar de comer rico y abundante, a precios lógicos, basándose en el protagonismo de la cocina vasca, extendida por qué no al resto de la península ibérica, y con adaptaciones a veces necesarias al paladar argentino.
Kamay nació durante la pandemia como delivery de cocina peruana. Luego fue un lugar de "puertas cerradas" en la terraza de un edificio del Abasto, hasta que su dueño, Raúl Zorrilla Porta, lo transformó en lounge y lo mudó al Microcentro porteño. Anoche fue la "marcha blanca" de la nueva locación, esta vez en la cortada Carlos Gardel. La vuelta al Abasto, en un local amplio, que cuenta con salón, deck en la vereda y patio en el fondo. Auténtica cocina peruana con influencias nikkei, con una excelente relación precio calidad.