Días atrás me sorprendió una carta de lectores en una de las revistas en las que soy habitual colaborador. Se trataba de una nota sobre “Comer en la Ruta”, pero en el desarrollo de lo propuesto sólo se encontraban referencias a restaurantes del conurbano, “camino al country” como bien lo definió el lector en cuestión. Convengamos que para los porteños muchas veces se hace difícil llegar a “comederos” (dicho esto no en forma despectiva sino simpática) que sólo conocen los lugareños. La clave es preguntar, siempre. Mi profesión (periodista agropecuario) me ha ayudado en tal sentido. Uno de esos restaurantes de campo enclavados a la vera de la ruta (en este caso la Autopista a Mar del Plata) es Ama Gozua, nombre con reminiscencias vascas (significa “mamá dulce”) pero que ofrece únicamente platos campestres. El plan es salir de Buenos Aires a eso de las 9 de la mañana, para llegar poco después del mediodía al kilómetro 274 de la Ruta 2, tomarse una hora para el almuerzo y seguir camino a la costa.
El plato de la casa son los lomitos de cerdo con papas fritas y huevo frito a caballo (que pueden ser dos si el hígado aguanta). A veces, algunos clientes reemplazan los lomitos por chorizo o morcilla (embutidos que también pueden comprarse para llevar a casa). La otra especialidad son los ravioles caseros. Yo empezaría con media porción y seguiría luego con el resto. Hasta el pan tiene sabor distinto, como siempre se dice: “debe ser por el agua”. Y para el final, el flan también caserísimo es inevitable. La carta de vinos nos parece muy acotada, tal vez haría falta aumentar la propuesta con etiquetas de mayor calidad. Pero pregunte, porque por ahí se lleva una botellita en el baúl del auto y le permiten el descorche.
Una comida completa, pago taca taca sí o sí, no costará mucho por cabeza. Una bicoca. Si tomó mucho, se hace una siestita debajo de un árbol y listo. Vale la pena (la comida y también el descanso posterior).
"Capricho, deseo vehemente, ilusión". Así define la Real Academia Española a la palabra "berretín". Y esas tres cosas son las que llevaron a un holandés a abrir un restaurante a su propio gusto y piacere. Para ello se afincó hace un tiempo entre nosotros porque, como nos dijo, "Buenos Aires es como estar en Europa, pero lejos de todo". Se llama Nicolás Houweling y, junto a su hermana Bente (que estará a cargo del café de la planta baja de próxima apertura), abrió "Presencia", un restaurante en el que quiere también omitir todo lo que le parece inapropiado cuando uno sale a comer afuera. Para ello, convocó al chef Rodrigo Da Costa, de último paso por "Le Réve". Nuestra visita coincidió con el fin de la marcha blanca y comienzo del servicio al público. Impecable todo.
La chef ejecutiva de Casa Cavia, Julieta Caruso, renovó el menú de mediodía con una propuesta que permite pedir a la carta o bien elegir entre menús de pasos. A ello, se suma la coctelería creativa de la bartender Flavia Arroyo y una selección notable de vinos a cargo de Delvis Huck. La dirección general es de Guadalupe García Mosqueda.
Un bistró que le hace honor a la cocina más refinada del planeta. Le Rêve ("el sueño", en francés), nos transporta a la magia parisina en una esquina de Buenos Aires. La propuesta del joven chef Ramiro Hernández exhibe un técnica perfecta, elegancia y personalidad. La coctelería del "Tiger" es otro fuerte del lugar. Y su ambiente, nos agasaja con música sin estridencias, como debe ser en un restaurante, a lo que se suma un servicio impecable comandado por Darío Núñez. Lujos que nos podemos dar en una ciudad que, en materia de gastronomía, lo tiene todo.