Kamay nació durante la pandemia como delivery de cocina peruana. Luego fue un lugar de "puertas cerradas" en la terraza de un edificio del Abasto, hasta que su dueño, Raúl Zorrilla Porta, lo transformó en lounge y lo mudó al Microcentro porteño. Anoche fue la "marcha blanca" de la nueva locación, esta vez en la cortada Carlos Gardel. La vuelta al Abasto, en un local amplio, que cuenta con salón, deck en la vereda y patio en el fondo. Auténtica cocina peruana con influencias nikkei, con una excelente relación precio calidad.
"Kamay" es una palabra quechua que significa "hacer". Y nunca mejor puesto el nombre de un restaurante, ya que su dueño, el chef peruano Raúl Zorrilla Porta, es precisamente una máquina "de hacer".
A Raúl, lo conocimos hace varios atrás en Olaya, una de las creaciones de José Castro Mendivil, el peruano pionero de la culinaria nikkei en nuestro país. En nuestro primer encuentro, cuando Kamay era terraza, él mismo nos recordaba que nos había cocinado en una noche en que nos acompañaban sus compatriotas y colegas Eddie Castro y Rodrigo Ferrer (por entonces, ambos estaban en Osaka).
Y también nos contó una anécdota que resulta muy curiosa: cuando estaban en obra en el restaurante palermitano, que ya cerró sus puertas, uno de los operarios que estaba colocando azulejos, le pidió trabajo en la cocina a Castro Mendivil. Era Raúl, a quien le tomó una prueba y quedó contratado. El novel cocinero había llegado a la Argentina siguiendo a una hermana que vivía entre nosotros.
No es que Zorrilla fuera un improvisado, sino que hasta ese momento no había tenido una oportunidad para desarrollarse en su verdadera profesión (y pasión). Anoche le decíamos que su caso es realmente de estudio, cómo progresar paso a paso en un país cuya economía es caótica, más aún cuando el rubro gastronómico atraviesa uno de sus peores momentos.
De manera que, en solo cinco años y pandemia mediante, ya son cuatro los restaurantes que ha creado, siguiendo la línea de distintos conceptos de la culinaria peruana.
Le Rêve, símbolo de la elegancia y distinción de la cocina francesa en Buenos Aires, inauguró una nueva etapa. El restaurante, con cinco años de historia y emplazado en la esquina de Uriarte y Nicaragua, reabrió justo enfrente, en un espacio más amplio pero fiel a su esencia cálida y parisina.