Siete Mares es un proyecto fusiona gastronomía, arte y mar. En su local de Martínez, la propuesta se vive como una experiencia entre luces azules y murales submarinos, como si el Capitán Nemo fuera nuestro anfitrión.
Siete Mares - Direcciones: Avenida Del Libertador 13.017, Martínez; Avenida Del Libertador 3.501, Punta Chica, Victoria; Avenida San Martín 657, Km 0. Bariloche. Precio: $$$. Horarios: martes a sábados, desde las 20:00. IG: @sietemares.in (salón), @sietemares.sushi (delivery)
A los que peinamos canas o directamente no tenemos pelo, la denominación "Siete Mares" nos remite inexorablemente a aquella radio Noblex que nos conectaba con distintos lugares del mundo por onda larga y onda corta. La tecnología tan limitada de aquellos tiempos, que hoy nos parecen de la Edad Media, quedó obviamente en el recuerdo.
Cuando uno ingresa al lugar, todo simula ser un submarino (por qué no sentirse el Capitán Nemo que inmortalizó el gran Julio Verne). Una puerta en forma de escotilla, aledaña al sector vidriado que da a la calle para el delivery, nos permite ingresar al interior del "mundo marino".
La ambientación combina arte y tecnología; luces LED azules, cascadas, peceras, murales pintados a mano y esculturas marinas, recrean una travesía por las profundidades del océano.
El salón es una instalación viva, donde hasta los espejos circulares evocan burbujas flotando. En el centro, como joya de la cava, se exhibe una botella única: un vino de la bodega Wapisa que fue sumergido durante meses en el fondo del mar.
Todo comenzó con un sueño. Emiliano Simonini, creador de este espacio y de otros dos del mismo nombre -ubicados en San Fernando (solo delivery y take away) y Bariloche-, decidió junto a sus socios transformar su fascinación por el océano en una experiencia real.
Tras años de viajar por los Siete Mares, imaginaron un restaurante que invitara a sumergirse -literalmente- en otro universo, el marítimo.
La cocina de Siete Mares está comandada por el chef Diego Centeno, quien define a su propuesta bajo el concepto AUDAS, llamado así por las iniciales de los cuatro sabores básicos y la u del umami, tan presente en la cocina asiática.
Más allá del sushi clásico, el chef exhibe creatividad a través de siete rolls de autor, cada uno inspirado en una cultura gastronómica distinta, representando s los respectivos continentes. Por ejemplo, el "Siete Mares" combina salmón, gambas y pesca blanca (lenguado fresco) con salsa acevichada y furikake andino.
Las entradas del menú incluyen "Halloumi del bosque" con queso de cabra y de oveja grillado con champiñones y tomates confitados; harumaki primavera de verdura o carne ambos con salsa tamarindo, y langostinos en panko japonés. También un tiradito de salmón con salsa de maracuyá y batatas en hilo.
La carta de sushi es variada y amplia, identificada en "Tablas selección del sushiman"; "Rolls de salmón"; "Rolls Veggie y Veganos"; "Rolls"; "Rolls Premium", "Hot Rolls" y "Nigiris y Sashimi".
Entre los platos principales, encontramos risotto del bosque, de la tierra o del mar; woks de la tierra o del campo; burgers "Francis Drake" o "James Cook", y pokebowls "Bahía" y "Tsunami".
En el menú, también se encuentran postres como "Tierras de chocolate" y bites (como bombones de diferentes sabores).
Hay una carta de cócteles de autor y clásicos, así como vinos de bodegas reconocidas (blancos y rosados van muy bien con la propuesta de comidas).
Los "Miércoles de Experiencias", son eventos exclusivos para 16 a 20 personas (según la disposición de las mesas). Allí se ofrecen masterclasses de sushi guiadas por el itamae de la casa, quien va mesa por mesa enseñando a preparar rolls, ceviches y nigiris.
También se realizan catas dirigidas por sommeliers de las bodegas invitadas y menús temáticos como Micelio In, una propuesta en cuatro pasos basada en hongos, que incluso incluye un postre con melena de león.
A veces, estos encuentros también reúnen a estudiantes de buceo que aportan sus propias vivencias de inmersión. Porque en Siete Mares, todo gira alrededor del mar como si fuéramos un tripulante más del Nautilus.
Una Canción Coreana es, sin ningún lugar a dudas, el restaurante más emblemático de esa culinaria tan apasionante como casi desconocida para los argentinos. También tiene varias particularidades que lo hacen diferente, además de tratarse del lugar "más amistoso" para los que no somos de esa colectividad. Compartir un almuerzo con la mesa repleta de especialidades coreanas con el dueño de casa, Víctor Ho, resultó toda una experiencia imposible de olvidar. Todo restaurante cuenta una historia, pero éste en particular tiene varias en su alforja. Aquí se lo contamos.
La alta cocina ("fine dining") está reservada para muy pocos chefs. No abundan los que tienen talento y, por ende, en nuestro medio la oferta de restaurantes que ofrecen este tipo de propuesta se pueden contar con los dedos de la mano. Uno de ellos es Roux, donde Martín Rebaudino hace gala de su enorme potencial para agasajar nuestros sentidos con platos pletóricos de sabores, aromas y colores.
La propuesta es triple. Abajo el bar, cócteles y música fuerte, luz muy tenue. En el primer piso, un restaurante de cocina elaborada y ambiente elegante y más relajado. Arriba, finalmente, un omakase diferente, porque no te sentás en la barra, sino que hay mesas y sillas como en cualquier restaurante. Ya habíamos visitado dos de las propuestas de Anasagasti, pero faltaba "el jamón del sándwich" en el primer piso. Aquí se los contamos.