Cocina de ArrabalJueves, 15 de diciembre de 2022Arrabal está concluyendo su segundo año de vida, ya que abrió sus puertas a fines de 2020. En el medio pasó de todo: por ejemplo, la pandemia que obligó a replantear el negocio, pero afortunadamente lograron superar la crisis. Y también hubo un cambio societario. Este restaurante porteño, con una visión más moderna, propone una carta corta con platitos, platos y postres en versión reversionada.
Arrabal Cocina Porteña - Santos Dumond 4056 Buenos Aires. Teléfono: 011 5522-4187. Abierto jueves y viernes de 19.30 a 2 AM; sábados de 12.30 a 16.00 y de 19.30 a 2 AM; domingos de 12.30 a 17.00; lunes, martes y miércoles de 19.30 a 1 AM. Principales tarjetas. Reservas: meitre.com Instagram: arrabalcantina
Chacarita fue allá lejos y hace tiempo un arrabal porteño, pero hoy forma parte de un barrio poblado, dentro del ejido urbano de CABA, que sigue teniendo al cementerio como principal identificación.
Pero desde el punto de vista de la gastronomía, poco a poco se va transformando en un polo interesante, con restaurantes como Anchoíta y sus dos "sucursales" (la Panadería y la CAVA), Picarón, Mil y Pico, entre otros.
Arrabal está ocupando desde hace dos años el mismo local de aquel vasco llamado Lekeitio. Lo visitamos apenas abierto y ahora volvimos, para comprobar que el estilo de cocina se mantiene firma, con algunos platos nuevos y otros que se ve que los clientes no dejen que se vayan de la carta.
El salón es oblongo (largo y angosto), un patio trasero ideal para noches veraniegas y un deck en la vereda, que se agregó indudablemente cuando las autoridades permitieron la reapertura al flexibilizarse la cuarentena.
El menú de Arrabal está dividido en "platitos" (entradas), "platos" (principales) y postres. Para dos personas, pidiendo dos de unos y otros es más que suficiente (hay que aguardar el final de lo salado para ver si uno llega a los postres).
Pero la combinación es a gusto: por ejemplo, también pueden pedirse tres platitos y un plato, o todos platitos para compartir o, si alguien se tienta más con los principales, uno chico y dos grandes según sea la resistencia de los comensales. Si la mesa es de cuatro, mejor aún, se pide más y se prueba de todo.
Antes que nada, hay que decir que la panera de focaccia (se cobra, pero no así el cubierto), con 24 horas de fermentación en frío y manteca especiada, parece ineludible (y hasta para repetir).
En nuestro caso, se pidieron tres platitos y un plato, lo que resultó más que adecuado. Lo dulce se resolvió con un solo postre. Antes de continuar, debemos recalcar que los precios son muy razonables, lo cual redunda en una relación precio calidad inobjetable.
Los cócteles clásicos y otros más osados, no deben pasar inadvertidos al inicio de la comida. Están muy bien resueltos.
Una de las opciones que recordábamos desde los comienzos de Arrabal, son los buñuelos de espinaca, kale y zanahoria, garam masala, alioli de berenjena y sriracha. Como surge de la descripción del "platito", son mucho más que buñuelos comunes y corrientes. Vienen seis unidades, en tamaño exuberante.
Otro "platito" que no parece tener contra, son las mollejitas crocantes, que salen con un cremoso de coliflor horneado, gremolata de cajú, levadura tostada y coulis de tomate.
Y, por último, fainá crocante acompañada de bondiola braseada durante cinco horas, ricota de chipotle y cebollitas crispies. Está presentado de una forma muy particular.
Si bien la idea era pedir dos "platos", el camarero con buen tino nos recomendó optar por uno solo. Y lo bien que hizo. Tentaban las milanesitas de carré a la napolitana, con papas parmentier y alioli de albahaca, ideal para compartir dado su volumen.
Para otra vez quedarán alternativas como el halloumi grillado con chutney de tomate (ya lo habíamos probado en la visita anterior); los huevos estrellados con jamón serrano; la burrata con pasta de higos en almíbar y pesto; o el porteñísimo Revuelto Gramajo, en versión no clásica y que lleva straciatella, crema de portobellos y mizuna morada.
Y entre los "platos", rigatoni con ragout de ternera; langostinos al ajillo; sorrentinos verdes rellenos de hongos y puerros; pesca del día con velouté de puerro y miso, más cremoso de zanahoria; o el vacío fino con fondo de cocción, crema de Dijon y milhojas de papa napolitana.
Hay tres postres: tiramisú de la casa; marquise de chocolate con ganache de dulce de leche y quenelle de crema (recomiendan pedirlo con licor de Mantecol); y casquitos de zapallo en almíbar con queso Gruyere.
Hay una buena carta de vinos que incluye también etiquetas menos conocidas.
Arrabal es una manera diferente de entender la cocina porteña y a los bodegones: carta mucho menos frondosa, platos que exhiben un trabajo en la elaboración distinto a lo habitual y, sobre todo, para resaltarlo una vez más, los precios son muy razonables.
Arrabal está concluyendo su segundo año de vida, ya que abrió sus puertas a fines de 2020. En el medio pasó de todo: por ejemplo, la pandemia que obligó a replantear el negocio, pero afortunadamente lograron superar la crisis. Y también hubo un cambio societario. Este restaurante porteño, con una visión más moderna, propone una carta corta con platitos, platos y postres en versión reversionada.
Arrabal Cocina Porteña - Santos Dumond 4056 Buenos Aires. Teléfono: 011 5522-4187. Abierto jueves y viernes de 19.30 a 2 AM; sábados de 12.30 a 16.00 y de 19.30 a 2 AM; domingos de 12.30 a 17.00; lunes, martes y miércoles de 19.30 a 1 AM. Principales tarjetas. Reservas: meitre.com Instagram: arrabalcantina
Chacarita fue allá lejos y hace tiempo un arrabal porteño, pero hoy forma parte de un barrio poblado, dentro del ejido urbano de CABA, que sigue teniendo al cementerio como principal identificación.
Pero desde el punto de vista de la gastronomía, poco a poco se va transformando en un polo interesante, con restaurantes como Anchoíta y sus dos "sucursales" (la Panadería y la CAVA), Picarón, Mil y Pico, entre otros.
Arrabal está ocupando desde hace dos años el mismo local de aquel vasco llamado Lekeitio. Lo visitamos apenas abierto y ahora volvimos, para comprobar que el estilo de cocina se mantiene firma, con algunos platos nuevos y otros que se ve que los clientes no dejen que se vayan de la carta.
El salón es oblongo (largo y angosto), un patio trasero ideal para noches veraniegas y un deck en la vereda, que se agregó indudablemente cuando las autoridades permitieron la reapertura al flexibilizarse la cuarentena.
El menú de Arrabal está dividido en "platitos" (entradas), "platos" (principales) y postres. Para dos personas, pidiendo dos de unos y otros es más que suficiente (hay que aguardar el final de lo salado para ver si uno llega a los postres).
Pero la combinación es a gusto: por ejemplo, también pueden pedirse tres platitos y un plato, o todos platitos para compartir o, si alguien se tienta más con los principales, uno chico y dos grandes según sea la resistencia de los comensales. Si la mesa es de cuatro, mejor aún, se pide más y se prueba de todo.
Antes que nada, hay que decir que la panera de focaccia (se cobra, pero no así el cubierto), con 24 horas de fermentación en frío y manteca especiada, parece ineludible (y hasta para repetir).
En nuestro caso, se pidieron tres platitos y un plato, lo que resultó más que adecuado. Lo dulce se resolvió con un solo postre. Antes de continuar, debemos recalcar que los precios son muy razonables, lo cual redunda en una relación precio calidad inobjetable.
Los cócteles clásicos y otros más osados, no deben pasar inadvertidos al inicio de la comida. Están muy bien resueltos.
Una de las opciones que recordábamos desde los comienzos de Arrabal, son los buñuelos de espinaca, kale y zanahoria, garam masala, alioli de berenjena y sriracha. Como surge de la descripción del "platito", son mucho más que buñuelos comunes y corrientes. Vienen seis unidades, en tamaño exuberante.
Otro "platito" que no parece tener contra, son las mollejitas crocantes, que salen con un cremoso de coliflor horneado, gremolata de cajú, levadura tostada y coulis de tomate.
Y, por último, fainá crocante acompañada de bondiola braseada durante cinco horas, ricota de chipotle y cebollitas crispies. Está presentado de una forma muy particular.
Si bien la idea era pedir dos "platos", el camarero con buen tino nos recomendó optar por uno solo. Y lo bien que hizo. Tentaban las milanesitas de carré a la napolitana, con papas parmentier y alioli de albahaca, ideal para compartir dado su volumen.
Para otra vez quedarán alternativas como el halloumi grillado con chutney de tomate (ya lo habíamos probado en la visita anterior); los huevos estrellados con jamón serrano; la burrata con pasta de higos en almíbar y pesto; o el porteñísimo Revuelto Gramajo, en versión no clásica y que lleva straciatella, crema de portobellos y mizuna morada.
Y entre los "platos", rigatoni con ragout de ternera; langostinos al ajillo; sorrentinos verdes rellenos de hongos y puerros; pesca del día con velouté de puerro y miso, más cremoso de zanahoria; o el vacío fino con fondo de cocción, crema de Dijon y milhojas de papa napolitana.
Hay tres postres: tiramisú de la casa; marquise de chocolate con ganache de dulce de leche y quenelle de crema (recomiendan pedirlo con licor de Mantecol); y casquitos de zapallo en almíbar con queso Gruyere.
Hay una buena carta de vinos que incluye también etiquetas menos conocidas.
Arrabal es una manera diferente de entender la cocina porteña y a los bodegones: carta mucho menos frondosa, platos que exhiben un trabajo en la elaboración distinto a lo habitual y, sobre todo, para resaltarlo una vez más, los precios son muy razonables.