Es difícil comprender cómo un speakeasy del nivel y la originalidad de Uptown, no esté entre los mejores 50 bares del mundo. Pero hay nada de qué extrañarse, si lo mismo ocurre con los restaurantes. Todos sabemos que muchos jurados rosqueros votan por interés propio y no por el de la gente. Tras dos años y medio, volvimos a bajar las escaleras, recorrer el pasillo como si fuéramos a la estación del mismo Metro neoyorquino, ingresamos al vagón (que vaya uno a saber cómo metieron ahí abajo) y, ya adentro del bar, disfrutamos de los cócteles y los platos que lejos están de parecerse, por suerte, a la mediocridad que uno suele encontrar en este tipo de establecimientos.
Uptown & The Bronx- Arévalo 2030, Palermo Holywood- Abierto de martes a sábados desde las 20.00 al cierre. Principales tarjetas.
Nuestra última visita había sido en enero de 2019, un año antes de la maldita pandemia. Para este speakeasy ubicado en un subsuelo, el perjuicio resultó doble, ya que no se pudieron aprovechar las eventuales aperturas en espacios abiertos. Solo lo hicieron de manera muy limitada en la terraza ubicada entre La Mar y Aldo's.
Recordamos parte de lo publicado en aquel momento y también a fines de 2017, en el momento de su apertura: "La gente no solo va a beber los excelentes tragos de una barra fantasmagórica (por lo alucinante, claro está), sino a disfrutar de uno de los lugares más increíbles de la ciudad en materia de bares".
Y agregábamos que, como no podía ser de otra manera, "los empresarios Andrés Rolando, Pablo Fernández y Hernán Rosales rompieron todos los moldes metiendo un vagón de metro en un subsuelo del viejo edificio donde conviven La Mar y Aldo's".
Las cuatro patas de esta mesa bien sólida son: ambiente, barra, servicio y cocina. En este último caso, continúa Dante Liporace como chef ejecutivo del grupo (también está a cargo de "Trade" y "Bourbon, Brunch & Beer"). Lo acompañan en Uptown el jefe de cocina, Tomás Panisse, y el pastelero, Alejandro Simón.
Antes que nada, hay que decir que como se trata de un bar en el que se reúne mucha gente joven, la música se escucha fuerte y por ende no existe derecho al pataleo si no te gustan las estridencias. Si sos un cliente de edad por encima de los 50 años, por ejemplo, te conviene ir temprano (a las 20), cuando todo es más tranquilo.
A eso de las 22.30 de un martes, cuando nos retirábamos, el salón estaba atiborrado de jóvenes bebiendo sus tragos, parados algunos, sentados otros y sin que hubiera una sola mesa libre.
Otro dato aleatorio es la originalidad de la carta en papel (algo que pareciera estar en desuso en los restaurantes), pero acá no tenés que pedirla, sino que te la acercan a la mesa y disfrutás realmente de ella.
Viene con un mapa de la Gran Manzana, un detalle de los recorridos del Metro neoyorquino, la lista de vinos en la contratapa, y los platos divididos en cinco opciones: Midtown; Greenpoint Brooklyn; Meatpacking; West Village y Little Village. En cada caso, hay una entrada, dos principales y un postre.
La degustación comenzó con las mollejas crocantes sobre hongos thai y espinacas salteadas, una manera diferente de presentar a nuestro "foie gras" argentino.
Desde Greenpoint Brooklyn llegó de inmediato la pizza árabe estilo "lahmacun" (pan plano y redondo) sobre el que había tres unidades de coliflor frito (parecidas a los arancini siciliani en cuanto a su forma) con alioli casero.
La tercera entrada venía de Little Italy. Se trataba de la clásica parmigiana di melanzane, es decir un milhojas de berenjenas gratinadas con queso parmesano, mozzarella, ricota y pesto.
Y, por último, del Midtown probamos una de las especialidades más pedidas por los clientes, según nos informó la camarera: Biggie Fried Chicken. Son pequeños trozos de pollo en porción harto generosa, que vienen en un vaso de cartón, con salsa agridulce asiática, más brócoli y sésamo.
Como ya se dijo, en cada una de las cinco estaciones de la carta se ofrecen dos opciones de principales.
La parte italiana incluye una opción de pizza napoletana individual, o bien los rigatoni al ragu di mare (al dente con salsa marinara, langostinos y mejillones. Para terminar la parte salada con el ojo de bife con gremolata, croutons de papa y ensalada mexicana de lechuga morada, maíz dulce, ricota y dressing de yogur y chipotle (sin exceso de picor, a no asustarse).
Entre los principales, se destaca la tabla combinada de sushi (14 piezas), el salmón grillado con puré de palta y edamame con aderezo japonés; las ribs de cerdo con BBQ; la "Shack Burger" y "The halal guys kebab" (braseado con baharat en pan pita casero, vegetales frescos y salsa de yogur tipo tzatziki), entre otros.
Hay cinco postres, pero optamos por el "Tiramisú Up Flurry (que como su nombre en inglés lo indica, resultó excitante). Incluye helado de café, crema de mascarpone en sifón, vainillas húmedas y salsa de chocolate.
Y también la refrescante sopa helada de melón y menta, con ananás en almíbar de miel y gajos de pomelo a vivo.
Va de suyo que optar por el acompañamiento de cócteles es una buena opción, aunque también cada "estación" cuenta con un vino sugerido. Para el capítulo de West Village, de mariscos, pescados y sushi, el Demencial Blanc de Blancs va de maravillas.
Los precios de la carta de vinos son francamente lógicos. La atención resultó muy cordial, atenta y discreta.
Vale lo dicho al principio: nadie podrá explicar cómo es posible que Uptown & the Bronx no esté entre los mejores bares del mundo. Pero las listas son así, como decía el Viejo Vizcacha en el Martín Fierro, "hacete amigo del juez".
"Capricho, deseo vehemente, ilusión". Así define la Real Academia Española a la palabra "berretín". Y esas tres cosas son las que llevaron a un holandés a abrir un restaurante a su propio gusto y piacere. Para ello se afincó hace un tiempo entre nosotros porque, como nos dijo, "Buenos Aires es como estar en Europa, pero lejos de todo". Se llama Nicolás Houweling y, junto a su hermana Bente (que estará a cargo del café de la planta baja de próxima apertura), abrió "Presencia", un restaurante en el que quiere también omitir todo lo que le parece inapropiado cuando uno sale a comer afuera. Para ello, convocó al chef Rodrigo Da Costa, de último paso por "Le Réve". Nuestra visita coincidió con el fin de la marcha blanca y comienzo del servicio al público. Impecable todo.
La chef ejecutiva de Casa Cavia, Julieta Caruso, renovó el menú de mediodía con una propuesta que permite pedir a la carta o bien elegir entre menús de pasos. A ello, se suma la coctelería creativa de la bartender Flavia Arroyo y una selección notable de vinos a cargo de Delvis Huck. La dirección general es de Guadalupe García Mosqueda.
Un bistró que le hace honor a la cocina más refinada del planeta. Le Rêve ("el sueño", en francés), nos transporta a la magia parisina en una esquina de Buenos Aires. La propuesta del joven chef Ramiro Hernández exhibe un técnica perfecta, elegancia y personalidad. La coctelería del "Tiger" es otro fuerte del lugar. Y su ambiente, nos agasaja con música sin estridencias, como debe ser en un restaurante, a lo que se suma un servicio impecable comandado por Darío Núñez. Lujos que nos podemos dar en una ciudad que, en materia de gastronomía, lo tiene todo.