Un bar notable de la ciudad que atesora entre sus paredes la historia de la gastronomía porteña, reminiscencias del tango, el fútbol y las costumbres de la ciudad y sus personajes. Y las comidas de toda la vida, claro.
Rotisería Miramar - Avenida San Juan 1999 - Teléfono: 4304-4261. Abierto todos los días desde las 8 a 1 AM. Principales tarjetas.
Tipo de Cocina: Porteña
Barrio: San Cristóbal
Precio: $$$
El más bodegón entre los bodegones. El que tiene un viejísimo espiedo. El que aún prepara buseca una vez por semana. El que nos permite comer caracoles, rabo de toro y ranas a la provenzal.
Rotisería Miramar, tal su nombre completo, puede llamar a engaño a cualquier desprevenido transeúnte que circule por la avenida San Juan y su cruce con Sarandí. Porque su aspecto orienta más a café, si se quiere a sánguches y a minutas en el mejor de los casos si tenés hambre.
Craso error: Miramar no es una "Rotisería", ni tampoco su nombre significa que se trate de un restaurante de pescados y mariscos. Es puro bodegón, con un concepto de la culinaria porteña con cierta cercanía a lo español.
Aquí no hay que buscar lujos ni excentricidades. Sí vamos a encontrar los platos que comieron nuestros abuelos y padres, los mismos que conocimos en la infancia y que heredarán los hijos y nietos. Comidas clásicas que no pasan de moda, porque forman parte de la idiosincrasia porteña aunque no se trate de recetas autóctonas sino de versiones locales de platos bajados de los barcos.
Un lugar donde están los mozos de siempre, pícaros en el buen sentido y conocedores de los gustos de cada cliente. Y que te hacen sentir como en casa. Donde la carta, después de tres o cuatro visitas no necesitás leerla. En síntesis, un bodegón querible que nunca te defrauda.
Para empezar hay fiambres y quesos, o mejor aún la Picada Miramar, a la que se agregan lechón, matambre y leberwurst, boquerones y lengua a la vinagreta. Las picadas pueden pedirse para uno, dos o tres comensales.
Las especialidades son tortilla a la española, rabo de toro, conejo a la cazadora, ranas a la provenzal, caracoles y "Perla Negra" (raviolón negro de salmón rosado con salsa de gambas a la crema).
Los pescados y mariscos responden más a la tradición hispánica. Hay gambas al ajillo, pulpo a la gallega, mejillones a la provenzal, sardinas de Vigo asadas y bacalao noruego a la gallega, entre otras opciones.
No faltan tampoco el capítulo de pastas y el de ensaladas. Y por el lado de las carnes, clásicos bifes de lomo y de chorizo, lechón frío o caliente, y bondiola y pechito de cerdo (lo mismo que el pollo se cocinan en el spiedo).
Y los postres, siguen el mismo camino de la tradición porteña, con el flan con dulce de leche a la cabeza; el Vigilante, o un más modernoso cheese cake.
Todos productos de calidad y con preparaciones simples. El chef Lucio Marini está asesorando para renovar la propuesta, aunque sin perder la esencia que es propia de este tipo de lugares tan emblemáticos de nuestra ciudad. Mejorar sin traicionar el espíritu que le conocemos desde hace décadas.
En materia de bebidas, corre el vermut, lo mismo que la cerveza y una bien nutrida carta de vinos. Recuérdese que la en su cava, en el subsuelo solíamos encontrar varias "perlitas", incluyendo algunas importadas.Es un rubro que se respeta desde siempre en Miramar.
Y para terminar, les contamos algo de la historia del spiedo. Fue restablecido en el año 2010, el mismo que lo hizo célebre a mediados del siglo pasado. En los comienzos funcionaba a leña, hasta 1969, cuando se lo transformó a gas. Estuvo activo hasta el 2005.
Viejas botellas, una máquina de escribir, la antiquísima máquina de cortar fiambre, los mozos como los de antes, todo nos remite a la nostalgia y los vínculos con nuestras raíces. Eso es Miramar, con su alma de bodegón porteño.
Spiedo de 1950, restaurado.
Pulpo a la gallega.
Botellas que son historia, embutidos que nunca faltan.
Preparando las mesas.
Y el postre de los más golosos.
Fotos: Paulinho Sefton para Miramar. Gentileza de Miramar.
"Capricho, deseo vehemente, ilusión". Así define la Real Academia Española a la palabra "berretín". Y esas tres cosas son las que llevaron a un holandés a abrir un restaurante a su propio gusto y piacere. Para ello se afincó hace un tiempo entre nosotros porque, como nos dijo, "Buenos Aires es como estar en Europa, pero lejos de todo". Se llama Nicolás Houweling y, junto a su hermana Bente (que estará a cargo del café de la planta baja de próxima apertura), abrió "Presencia", un restaurante en el que quiere también omitir todo lo que le parece inapropiado cuando uno sale a comer afuera. Para ello, convocó al chef Rodrigo Da Costa, de último paso por "Le Réve". Nuestra visita coincidió con el fin de la marcha blanca y comienzo del servicio al público. Impecable todo.
La chef ejecutiva de Casa Cavia, Julieta Caruso, renovó el menú de mediodía con una propuesta que permite pedir a la carta o bien elegir entre menús de pasos. A ello, se suma la coctelería creativa de la bartender Flavia Arroyo y una selección notable de vinos a cargo de Delvis Huck. La dirección general es de Guadalupe García Mosqueda.
Un bistró que le hace honor a la cocina más refinada del planeta. Le Rêve ("el sueño", en francés), nos transporta a la magia parisina en una esquina de Buenos Aires. La propuesta del joven chef Ramiro Hernández exhibe un técnica perfecta, elegancia y personalidad. La coctelería del "Tiger" es otro fuerte del lugar. Y su ambiente, nos agasaja con música sin estridencias, como debe ser en un restaurante, a lo que se suma un servicio impecable comandado por Darío Núñez. Lujos que nos podemos dar en una ciudad que, en materia de gastronomía, lo tiene todo.