Está claro que en materia de gastronomía siempre hay lugar para algo nuevo. Una comida tan sencilla como un pancho (hot dog como nombre universalizado) puede transformarse en una comida gourmet. Dogg lo hizo posible.
Este lugar hace las delicias de Nerón, el perro todo terreno que recordarán los lectores de Fondo de Olla ® de la primera hora. Dogg (con dos g, claro) nació por inspiración de Máximo Togni, cocinero que durante dos décadas hizo de todo un poco, como trabajar con Dolli Irigoyen y Fernando Trocca, radicarse durante ocho años en los Estados Unidos, ser el chef de la Embajada Argentina en Washington, participar de una experiencia fallida en el barrio de Belgrano, y resurgir con esta marca que desde hace dos años está dando que hablar.
Maximo Togni abrió su primer local en el Microcentro, ya hay otro en Tribunales y se viene otro más cerca del Barrio Chino.
Togni se asoció con dos amigos que vienen de la publicidad, Yésica Vissani y Pablo Caprara, para abrir Dogg, un lugar donde el hot dog es el verdadero protagonista. Lo primero que hicieron, luego de asesorarse y hacer varias pruebas, fue encargar la elaboración de salchichas de carne vacuna, de tres cortes diferentes y un blend de especias, receta que la casa no devela por nada del mundo. Además, el pan se hornea in situ, diariamente.
Hay numerosas opciones de hot dogs: entre otros, de queso Cheddar, panceta crispy y cebolla con morrones asados; con chucrut, pepinos agridulces y relish; con guacamole, morrones y nachos.
La casa también propone que sea el mismo cliente quien elija entre una docena de ingredientes fríos y calientes, aunque los ya mencionados son los que más salen. Acompañan alrededor de 40 salsas picantes, además de mayonesa, mayonesa chipotle, y barbacoa. Por lo general, el público acepta la guarnición de papas fritas. Para quienes no deseen pedir un pancho, hay wraps, ensaladas y sánguches.
Para beber, cerveza Warsteiner tirada, y limonada de menta y jengibre, entre lo más pedido.
Dogg es una propuesta diferente que alguno que otro intenta imitar, pero como dice el refrán: el que pega primero, pega dos veces.
Emplazada en un local con más de un siglo de historia, esta cantina porteña es uno de esos lugares a los que uno iría a comer todas las semanas (aunque nos quede algo alejado). Los vecinos tienen esa ventaja, por cierto. Mondongo & Coliflor es un bodegón donde todo se produce in situ, que además ofrece precios imbatibles.
Siete Mares es un proyecto fusiona gastronomía, arte y mar. En su local de Martínez, la propuesta se vive como una experiencia entre luces azules y murales submarinos, como si el Capitán Nemo fuera nuestro anfitrión.
Buenos Aires ya tiene su segundo restaurante del Grupo Sagardi. Se llama Berria (y nos contaron que se pronuncia con acento en la "i"), que significa "nuevo" en idioma euskera. Está ubicado en la Avenida Dorrego esquina Amenábar, casi los límites del barrio de Palermo. Otra oda a la cocina vasca, de los hermanos Iñaki y Mikel López de Viñaspre, donde no faltan los pintxos, el txuletón de vaca vieja y variedad de platos que reflejan la culinaria tradicional del País Vasco.
