La Rosa Náutica porteña es un franchising del restaurante limeño. Salvo productos que aquí son difíciles de conseguir, la carta es bastante parecida a la original.
La Rosa Náutica fue creada hace tres décadas en el limeño barrio de Miraflores. Es un emblema de la Cocina Peruana, mucho antes de la aparición de los Acurio y demás cocineros mediáticos que le dieron gran impulso a la gastronomía del país hermano. Hoy, LRN posee sucursales en Bogotá y Buenos Aires. Su propuesta se basa mayormente en la cocina de mar o de la costa, con algunos platos de la selva y la sierra, más algunas opciones de platos fusionados (makis, sashimi y algo de maracuyá en un tiradito). La historia de La Rosa Náutica dice lo siguiente: "Una rosa floreció en el medio del mar, se alimentó de sal, bailó al compás del oleaje, fue acariciada por el viento y arrullada por los cantos de las gaviotas, creció deleitando ojos, oídos, paladares y corazones; acogiendo palabras de amor, aplausos, risas, felicidad; dejó al mundo entero embelesado por su fulgor, por el arte y la distinción de su gastronomía. Hizo que los peruanos se enorgullecieran al pensarla, mencionarla, recordarla. Hace años, también nosotros fuimos conquistados por sus encantos. Nos enamoramos de una leyenda al pie del acantilado. Quedamos hechizados por su fragancia. Desde entonces, compartimos la misión de preservar esta Rosa ideal, de seguir seduciendo los paladares de nuevas generaciones, de mantener el romance con el misterioso océano. Somos dichosos al conservar este patrimonio, símbolo de nuestra ciudad y transmitir en esta obra nuestros sentimientos en imágenes y palabras".
La Rosa Náutica original, nos obliga a acceder por una larguísima escollera que culmina en el restaurante, de forma circular, que se adentra en el Océano Pacífico. La Rosa Náutica porteña, en cambio, queda en Puerto Madero, zona tan elegante como Miraflores, pero alejada del océano aunque vecina del "mar dulce" que bautizó Pedro de Mendoza.
Los más de 130 cubiertos del local (donde antes funcionara Roque), pasan inadvertidos por la bien pensada ambientación. Hay una barra para tiraditos y ceviches, más otra de tragos, circular, donde uno no se puede perder los Piscos (el Sour es apenas una versión muy conocida pero no la única). En La Rosa Náutica el "leit-motiv" en materia de tragos son los Chilcanos, típicos tragos limeños cuya versión más común se prepara con Pisco, ginger ale y lima. Pero también hay numerosas variedades, desde uno que lleva hierbabuena, hasta otros con frutas marinadas durante varios días.
La barra y también las mesas, están abiertas a los excelentes tiraditos y ceviches. Hay diversas opciones de ambos, algunas clásicas y otras
aggiornadas
. Una novedad es el "ceviche tibio de los acantilados", con mariscos salteados a fuego sobre colchón de mandioca frita. También el "sashimi del pescador".
En La Rosa Náutica predominan los platos del mar, algunos de la selva y la montaña, para beber chilcanos y piscos, y disfrutar una cocina que se anticipó a Acurio y compañía.
Un clásico de LRN es el pescado La Rosa Náutica (en croute de hojaldre con vieiras y langostinos en salsa al Pernod). Y otro plato recurrente son "Las Rondas de Siempre" que incluyen tres entraditas, que varían cada tanto. Cabe destacar que no hay que hacerse problema por eventuales excesos de picor¨; éste ha sido atemperado al gusto local. Pero puede pedirse más, claro está. Se cobra servicio de mesa ($ 20, precio de enero de 2014). Eso se debe a la preferencia del público local. Llega a la mesa sí o sí, nada que ver con lugares de idéntica nacionalidad, que te lo cobran en el servicio de mesa pero tenés que insistir para que te lo traigan.
Hay también clásicos como el chupe de camarones, más lomo Bucanero (braseado en salsa de Malbec) sobre risotto azafranado; pulpo a las brasas marinado con escamas de papa al limón y bouquet de brotes; lomo salteado al Pisco papas fritas criollas, arroz blanco, granos de choclo y huevo frito (contundente), y arroz con mariscos.
Para el final, helados de la casa, o el "café de la popa" (helado de café, licor ídem y espresso, con medialunas de crema chantilly. Carta de vinos de buen nivel y precios razonables. Los chilcanos están en $ 35 y los piscos (como el Sour) en $ 45. Los precios son razonables, por cierto. Una comida completa, con trago y una cerveza, está alrededor de $ 250.
"Capricho, deseo vehemente, ilusión". Así define la Real Academia Española a la palabra "berretín". Y esas tres cosas son las que llevaron a un holandés a abrir un restaurante a su propio gusto y piacere. Para ello se afincó hace un tiempo entre nosotros porque, como nos dijo, "Buenos Aires es como estar en Europa, pero lejos de todo". Se llama Nicolás Houweling y, junto a su hermana Bente (que estará a cargo del café de la planta baja de próxima apertura), abrió "Presencia", un restaurante en el que quiere también omitir todo lo que le parece inapropiado cuando uno sale a comer afuera. Para ello, convocó al chef Rodrigo Da Costa, de último paso por "Le Réve". Nuestra visita coincidió con el fin de la marcha blanca y comienzo del servicio al público. Impecable todo.
La chef ejecutiva de Casa Cavia, Julieta Caruso, renovó el menú de mediodía con una propuesta que permite pedir a la carta o bien elegir entre menús de pasos. A ello, se suma la coctelería creativa de la bartender Flavia Arroyo y una selección notable de vinos a cargo de Delvis Huck. La dirección general es de Guadalupe García Mosqueda.
Un bistró que le hace honor a la cocina más refinada del planeta. Le Rêve ("el sueño", en francés), nos transporta a la magia parisina en una esquina de Buenos Aires. La propuesta del joven chef Ramiro Hernández exhibe un técnica perfecta, elegancia y personalidad. La coctelería del "Tiger" es otro fuerte del lugar. Y su ambiente, nos agasaja con música sin estridencias, como debe ser en un restaurante, a lo que se suma un servicio impecable comandado por Darío Núñez. Lujos que nos podemos dar en una ciudad que, en materia de gastronomía, lo tiene todo.