El perro favorito de Fondo de Olla anduvo de viaje, primero en Australia y luego en Europa, probando carnes de todo el mundo excepto la argentina, que brilla por su ausencia en las góndolas del exterior.
Nerón es un comedor compulsivo de carne, aunque deglute todo lo que le pongas a tiro. Y si no, se lo roba. Pero su paladar canino se ha afinado con el tiempo, por sus actividades como restaurateur, sommelier, enólogo, bodeguero, chef y periodista gastronómico. De vuelta por el pago, se le ocurrió rumbear para el súper, y por temor de que desistiera le omití decir con qué panorama se iba a encontrar. Ni se imaginan con qué cara volvió a casa. Desencajado, deprimido, con ladridos espasmódicos y una sensación de pobreza que supera largamente a los pedidos de austeridad del Papa Francisco. Es que el Cardenal Bergoglio, pese a que no es afecto a los excesos superfluos, sí es un hombre de buen diente y en el Vaticano no tiene problemas con las pastas ni las carnes.
Nerón llegó al chino y pidió una Moreno Card, le dijeron que aún no había disponibles solicitudes; para colmo él necesita una extensión de su amo, y el amo (que soy yo) no tiene ninguna intención de asociarse a una tarjeta que promociona el secretario de Anticomercio Interior. Por tanto, se fue para el súper del elefante, donde meses atrás, cuando el perro aún estaba en Buenos Aires, solía ir a buscar productos importados, que estuvieran a su nivel de exigencia gourmet.
Mientras el gobierno se preocupa por la “mesa de los argentinos” (lo que no está nada mal si fuera cierto), exportamos sólo el 9% de la carne que producimos (antes de Moreno era el 20%). Nerón no entendía nada.
Qué desilusión se llevó. Primero se sorprendió de que ya no fuera sólo el azúcar el producto racionado a dos paquetes por persona. Cuando vio la góndola de las harinas le dio un ataque de ladridos. Es que cómo puede ser que en el país del trigo no haya harina, me dijo. Le contesté: Moreno lo hizo. Le tuve que explicar que la Argentina tuvo la peor campaña triguera de los últimos 111 años, cuando se araba la tierra con caballos. Increíble pero real. El pan cuesta ya más de 20 mangos el kilo, así es como dicen defender la mesa de los argentinos.
Poco a poco, las góndolas se fueron vaciando de todo tipo de productos. Y lo escaso que queda, es muy costoso, más de lo que se supone. Una lata de tomates italiana cuesta lo mismo que un kilo de pan, o más aún. Un paquete de pastas de la tierra de nuestros ancestros, está por las nubes, si es que conseguís porque ya parece que si queremos comer unos spaghetti italianos habrá que pedir que los traiga algún amigo que se va de viaje. Nerón añora los quesos que comía en Italia, pero lo único que encontró en el súper son Granas Padano que deben tener como cinco años esperando que alguien los compre. Y a precio prohibitivo, encima.
¿Vinos importados? ¿Qué es eso? Salvo algunos champagnes, sonaste. Días atrás, pasamos por una vinoteca palermitana, y cuando preguntamos con Diego Zárate, el amigo chef de Casa Enna, por alguna botellita francesa o italiana, el vendedor nos miró como a bichos raros.
Nerón, es lo que hay, le dije. Y el perro se quedó paralizado. De inmediato le agarró un ataque de ira. Por primera vez en su vida de ocho años (que serían 42 de un humano), tuve que atarlo, ya que quería trasladarse hasta la Secretaría a morderle los bigotes a GM. Quedate tranquilo Nerón, le dije. Vos sos labrador, y Guille los quiere exterminar a todos los labradores (los que trabajan la tierra). Así que quedate piola, y empezá a comer como el resto de tus compatriotas, es decir como perros que no tiene el paladar negro como el tuyo. Bueno, por algo Nerón tiene el pelo negro. Y si aún así no te conformás, andá a ladrarle a Moreno (uy, el apellido también hace alusión al color negro). Negro panorama nos espera.