(Nerón y Yo) Mi perro es sommelier

Sábado, 24 de abril de 2010
Nerón, orgulloso con su Tastevin
(Si Ud. es Sommelier, lea toda la nota)
Mi perro es negro, de ancestros canadienses, nada menos que de la península del Labrador. Desde cachorro, le gustó comer bien y no sólo el alimento para mascotas. Pese a que él sólo ingiere el que se elabora con cereales de la mejor calidad (aunque sea maíz genéticamente modificado), a Nerón la gula lo puede. Ya de chiquito había probado el “vero formaggio” Parmigiano Reggiano, traído de un free-shop y pagado en euros; jamón de Jabugo, caviar Beluga, foie gras francés, trufas negras y blancas. En fin, se hizo ladrón de comida, pero se lo perdonamos porque él es un perro gourmet.

En cuanto al vino, Nerón hace como un enólogo que asesora a una bodega cordobesa del Valle de Calamuchita, que no ingiere la noble bebida de los pueblos fuertes porque la religión no se lo permite. Pero no importa, en el vino el olfato es el 70% de todo y por tanto, según la óptica del mencionado “wine-maker”, no hace falta beberlo para saber y apreciar la calidad de un vino.

Un día a Nerón le puse un tinto liviano sin madera, de bajo precio, para que comenzara a incursionar en la “Sommellerie”. Paso a paso, le fui incorporando vinos concentrados, con o sin sangría, frescos, ligeros, de bajo y elevado precio.

Por desgracia, aún no logré que lo acepten en alguna escuela. Es una lástima, porque si bien se trata de un perro, Nerón aprendió rápidamente. Es que su olfato está muy ejercitado; yo creo firmemente que ningún humano le puede atar el cordón de los zapatos (aunque él prefiere andar en patas todo el tiempo).

Un día llamé a una Escuela y les dije, como argumento convincente para que le otorgaran la matrícula, que a mi perro no lo podían engañar poniéndole vino de damajuana en un decanter como le hicieron una vez a algunos jóvenes recién recibidos: (¿cuántos millones de litros les falta beber todavía a esos imberbes, dicho esto sin ánimo de agredir, ya que imberbe quiere decir que aún no les ha crecido la barba y no otra cosa más despectiva?). Otro argumento de peso es que mi perro tampoco va a considerar que a tal o cual vino le falta un mes, dos días y tres minutos de botella para estar redondo, o que la madera estará equilibrada recién en un lustro, dos días y cuatro quintos de segundo.

Tampoco Nerón va a preguntar si tal vino tiene sangría. Es decir que a mi perro, el inefable Ricardo Santos jamás le va a decir: “Y a vos qué te importa si mi Malbec tiene sangría?”. “Te gusta o no te gusta”, señalaría Don Ricardo. Y más que razón tiene.

No hubo caso, lamentablemente mi perro nunca podrá hacer el curso de Sommelier. Uy, perdón, la carrera, porque una vez una Sommelier casi me mata cuando le pregunté si había hecho el curso de dos años.

Mi perro contaría con varias ventajas adicionales. Por ejemplo, para él un año de vida son cinco de un humano (y siete los dos primeros). De manera que él ya no es sommelier imberbe. Y además, el curso –uy, digo la carrera- la haría en dos años dividido cinco, lo que me da ni más ni menos que 4,80 meses, vamos cinco meses y listo, ya se recibió.

Pero hay más, en algunas escuelas pareciera que a los candidatos a Sommelier les enseñan primero la cátedra de Soberbia y luego la de Pedantería. Nerón no es soberbio, él está bien ubicado en la vida, prueba de todo. Y si le gusta mueve la cola, de manera que esa señal inequívoca es suficiente para saber si le gustó el vino o no.

Mi perro ladra, no habla. Y ésa es otra gran ventaja, ya que no tenemos que aguantar que nos explique que tal o cual vino es un blend de 25% Cabernet Sauvignon, 28% de Malbec, 35% de Syrah, 2% de Pinot Noir, 5% de Cabernet Franc y otro 5% de Petit Verdot. “Y a mí qué me importa”, diría Don Ricardo.

Y hay más, señores. Nerón jamás se tomará la atribución de probar nuestro vino, el que nosotros pagamos, sin pedirnos permiso. A lo sumo él lo catará apenas con su olfato privilegiado. Mi perro se da cuenta fácilmente si el vino está “bouchoné”, ajerezado, avinagrado, etcétera. Y encima, es capaz de distinguir fácilmente el descriptor arómatico del Sauvignon Blanc (el pis de gato), porque Nerón es un experto en orinas.

O sea que como la carrera (ya me aprendí el estatus, vio), no está colegiada, para mí Nerón es Sommelier aunque no tenga título, y yo lo elijo a él como mi asesor en Sommellerie porque estoy seguro de que no me va a engañar. Sabe muy bien que su premio será un bife Angus de animal criado a pasto, con una ensalada de soja no transgénica y agua mineral de manantial (aunque no sea la andina recomendada por los que saben).

Pero ése es otro tema, Nerón quiere ahora hacer una cata a ciegas de aguas minerales. Creo que le voy a dar el gusto, porque sé que él puede beberlas y el agua no es como el vino, donde mi perro sólo debe conformarse con el sentido del olfato.

Y quiero terminar diciendo que Nerón puede ser contratado por cualquier bodega para una cata a ciegas: él no hablará de más, no dirá tonterías, no mentirá ni mencionará jamás que su vino tiene umami. En definitiva, sólo sabe diferenciar los cuatro sabores básicos. Y si mueve la cola, mire, le garantizo el mejor destino para su vino, casi como la firma de Michel Rolland (Récord Guinness firmando vinos por el mundo). Les aviso por las dudas, que a Nerón hay que contratarlo con mucha antelación (él no cobra en euros como Michel). Ahora mismo está probando Aquavit en los países escandinavos. Si él da el visto bueno, ya tenemos un importador que traerá al país nuevamente la bebida que tanto nos gusta.

P.D.: Nerón agradece a los Sommeliers serios, centrados, atentos, discretos, humildes y serviciales. Aunque usted no lo crea, que los hay los hay. Y los que me conocen saben a quiénes me refiero, como también lo sabe Nerón, que a ellos les mueve la cola.


 



 
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