Sin dudas, el Gin Tonic es uno de los tragos más populares del planeta. Aperitivo para nosotros, digestivo para los españoles. De tanto buscar encontramos uno perfecto en Buenos Aires.
Parece sencillo de preparar pero no lo es tanto. Salvo que uno se conforme con echar gin y tónica en un vaso cualquiera, con hielo y nada más que eso. Pero la cosa no es tan fácil. El primer error es que por lo general, acá lo tomamos antes de la comida, como aperitivo. Al igual que el queso, lo comemos antes de la entrada, mientras los franceses lo hacen como prepostre. Pero el Gin Tonic es un digestivo y como tal, mejor beberlo al final de una opípara comida. Hay otras cuestiones importantes: se sirve en vaso ancho. Segundo: se debe usar cáscara de limón sutil, nada de rodajas. Estas últimas dejarían una excesiva cantidad de ácido en contacto con el bicarbonato de la tónica, lo que provocará indefectiblemente un efecto negativo en las burbujas, que así pierden fuerza. Tercero: los cubitos. Algunos puristas aconsejan que sería óptimo triturar unos gramos de cardamomo y de enebrina, macerando dentro de un recipiente con un litro de agua, guardarlo durante una semana a 4 grados y recién ahí congelarlo en una cubetera. Pero lo realmente importante es que al menos se coloquen cinco cubitos en el vaso. Cuarto: la medida es una parte de gin y cuatro de tónica. Ahora un poco de historia: hay registros históricos que muestran que la primera ginebra holandesa fue elaborada en el Siglo XVII. Fue preparada por Franciscus Silvyus de la Boeel, profesor de la Universidad de Medicina de Leiden, médico que trabajaba en la búsqueda de un remedio eficaz contra los cálculos biliares y afecciones renales. Su preparación consistió en mezclar alcohol, con cebada, centeno y maíz, aromatizando el líquido destilado, con bayas de enebro y otras hierbas. A esta bebida, la llamó “genievre” (enebro en francés). Pero al ser prontamente comercializado y ganar popularidad en Holanda, la gente comenzó a llamarlo “genever”. Más tarde, cuando finalizaba la Guerra de los Países Bajos, los británicos llevaron la bebida a sus tierras, donde la denominaron “gin”. Respecto del agua tónica, su creación se atribuye a un alemán naturalizado suizo, que vivía en Ginebra, llamado Johann Jacob Schweppe. Buscando una cura para la malaria, introdujo anhídrido carbónico en el agua, le agregó quinina y así nació esta bebida gaseosa, una de cuyas marcas más famosas lleva el nombre de Don Schweppe con el agregado de una s al final. Nosotros probamos un Gin Tonic “de película” en 1881, restaurante ubicado en el Museo de la Historia de Cataluña, del que ya hemos hablado en Fondo de Ollahace un tiempo. Sin necesidad de viajar tanto, mucho más cerca el Gin Tonic perfecto (igualito al que hacen en los locales de todo el Grupo Sagardi incluyendo 1881). Lo preparan con Gin Bombay, agua tónica Schweppes y siempre a la vista del comensal. Porque no hay secretos y además su preparación forma parte del ritual, tanto como lo es el escanciado de una sidra vasca, por ejemplo. Impecable, con las cascaritas de limón verde que se estrujan contra los bordes internos de la copa y el hielo como lo indica la ortodoxia. Sin dudas que hay muchas opciones válidas en los bares porteños. Pero en este caso hablamos del mejor Gin Tonic, el perfecto. Y ése está en Sagardi.