Restaurante Don Carlos

Reino del "Ñoqui de Oro"

Miércoles, 1 de julio de 2015

La esquina de Billinghurst y Valentín Gómez es un ícono de la gastronomía porteña. La vieja Cantina Don Carlos se muestra renovada pero con el espíritu de siempre, que permanece inalterable.

 Don Carlos - Billinghurst 450 esquina Valentín Gómez- Teléfono 4864-5208. Principales tarjetas. Abierto todos los días mediodía y noche.

Cocina: Porteña

Barrio: Almagro

Precio: $$$$


 Domingo Lamossa, gallego de nacimiento pero porteño por adopción, ha sido durante muchos años un personaje entrañable de la gastronomía de Buenos Aires. Y Don Carlos fue (y sigue siendo) un ícono entre las cantinas que tanto nos agradan a los que vivimos en esta ciudad. El “Ñoqui de Oro”, premio que entregado los días 29 de cada mes, le permitió a Lamossa instalarse en el ambiente artístico, por lo que su cantina fue siempre un lugar de cita para los famosos de la farándula. Pero el tiempo pasa y hoy Don Carlos aparece renovado, aunque sin perder un ápice del “porteñismo” que lo caracterizó siempre. Si bien hubo algún cambio en la carta, las opciones “kilométricas” nos remiten a platos que formar parte de nuestro acervo culinario, inclusive algunos poco usuales como el chivito y las ranas.

Don Carlos, actualmente es propiedad de un empresario vinculado a la venta de muebles, Sergio D’Agostino, pero también y desde hace tiempo a la gastronomía y el show, por caso Sabor a Tango y el histórico Restaurante del Club del Progreso. El salón está colmado en sus paredes con fotos que en muchos casos recuerdan a los ganadores del “Ñoqui de Oro”. Este plato emblemático es una fija cada 29, aunque se puede pedir cualquier día, ya sea los clásicos de papa, o verdes soufflé de espinaca.

Para empezar, la Picada “Don Carlos” es una elección bien porteña, al igual que el matambre casero con rusa y el vitel toné. Hay morrones asados a la parrilla, jamones, gazpacho con gambas al natural, y “Como en Ibiza”, o sea carpaccio de pulpo español, involtini de kanikama en salmón rosado y zucchini. Entradas calientes: provoleta “Don Carlos”, ranas a la provenzal con perlas de papa al nutural; calamaretti a la Lyonesa; revuelto de setas y gambas, y tortilla a la española con chorizo colorado, entre otras opciones.

Con el cambio societario se renovaron las instalaciones, pero la carta sigue siendo “kilométrica” y los mozos son los de siempre.

Hay que prestar atención a los “Platos Tradicionales”, desde el cochinillo a la segoviana (únicamente por pedido previo); chivito a la calabresa o “Baltasar” (con panceta, aceitunas, papas y cebolla de verdeo para dos personas); al lomo a la pimienta con papas a la crema; matambrito de cerdo a la Riojana; mondongo a la española con patitas de cerdo y garbanzo (también para dos); cazuela de cordero patagónico con papas y arvejas; pechuguita a al ajillo, y escalopes al Marsala.

Otro clásico de la casa es la paella a la valenciana, que se puede pedir en media porción. O el risotto con frutos de mar. Además de los ñoquis, entre las pastas hay fusilli al fierrito; ravioles de verdura y pollo; raviolones negros de salmón rosado y eneldo fresco con salsa de espinaca; o de cordero patagónico con crema de azafrán español; crepes de ricota y espinacas a la Rossini.



Por supuesto que no faltan las milanesas, de pollo o ternera, y a la Napolitana; supremas “Bonne Femme” (con panceta, champiñones, salsa de Jerez y papas), a la Suiza (crema y queso fundido), y a la Fugazzetta (con cebollas caramelizadas y mozzarella al oreganato).



El capítulo de pescados y mariscos no va en zaga: salmón rosado a la crema de limón; merluza negra a la vasca; trucha con langostinos, mejillones y papa natural; filet de abadejo a ajillo, a la vasca o a la fiorentina (con salsa blanca y espinaca); pulpo español a la gallega, y cazuela de pulpo o de mariscos. Vale decir que las porciones son muy abundantes.

Para el final, infaltables panqueques (quemados al rhum con o sin helado); peras al vino tinto; flan de café; marquise semiargo “del Senado”; Gran Tiramisú “del Progreso”. La carta de vinos se inscribe en lo tradicional en este tipo de lugares, con muchas opciones y abundancia de etiquetas de bodegas más conocidas por el público. Frente a tantas opciones, lo mejor es consultar a los mozos, muchos de ellos con larga trayectoria en la casa, lo que redundará en recomendaciones atinadas en cuanto a la descripción y tamaño de cada plato.

Tienen estacionamiento sin cargo. Don Carlos es un restaurante como los de antes, que despierta la nostalgia por el tiempo pasado. Y la mítica figura de Carlitos Gardel nos observa todo el tiempo.

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