En el habitual contramano porteño, mientras el mundo come en puestos callejeros, aquí pretenden sacarnos los carritos pese a que somos muchos los que, liderados por Anthony Bourdain, entre otros, pensamos que la mejor comida del mundo está en esos lugares donde van los laburantes que andan escasos de recursos.
Entre las ciudades que más se destacan por su comida callejera, Estambul ocupa un lugar privilegiado. A fin de colaborar con algún eventual viajero (o con alguna de esas personas que colecciona datos inútiles), pongo a disposición mi tabla de posiciones de la perla del Bósforo, garantizando que en todos los casos sentí, como siento cuando una comida me agrada sobremanera, que no era un problema si me moría en ese momento ya que el grado de satisfacción y placer alcanzado sobrepasaba cualquier expectativa previa.
1. El Balik de Karakoy: Al pie del puente del Gálata, del lado norte del Cuerno de Oro, hay una serie de puestos en donde los pescadores, acosados por los pésimos precios que les pagaban, se instalaron hace un tiempo para, como dirían los Tres Chiflados, "eliminar al intermediario". El lugar está repleto de gaviotas (aquellos a los que la película de Hitchcock les resulte intolerable, que se abstengan de ir), y los turcos particulares o los restaurantes, hacen allí su compra de pescados y mariscos. Por 2 liras turcas (que viene a ser algo así como 10 pesos) uno se puede comer un Balik-ekmek que no es otra cosa que un impresionante sándwich de pescado fresco.
2.El Kokoretsi del Bazar Egipcio: el Bazar Egipcio o Bazar de las Especias es el mercado de especias más grande del mundo, repleto de colores, olores y sabores. Allí uno consigue desde el famoso Sumak para ensaladas, hasta azafrán de cinco países diferentes (allí de hecho me enteré que el azafrán español es bastante malo y que el iraní es el mejor). También se consigue caviar de esturión del Mar Negro, a un precio muchísimo más bajo que el de Petrossian. A la salida de ese mercado, venden el Kokoretsi, una suerte de sándwich de intestinos molidos de cordero o de cabra, sazonados con pimentón picante y unas mil especias desconocidas. La mayoría de los extranjeros huyen despavoridos, pero cualquier amante de los chinchulines no puede sentirse amedrentado por la experiencia.
3.La Mercimek Corbasi del Gran Bazar: el Gran Bazar de Estambul ya no es lo que era. Casi todos los productos son “Made in China”, no hay nada original y en general los vendedores son los más caros de la ciudad. Además, en los últimos años ya ni el regateo les divierte; dejan simplemente que el turista pague sus precios astronómicos o que se vayan. Es un lugar para conocer, pero no para comprar, hay que resistirse y las mismas cosas pueden conseguirse a precios mucho más económicos en otros puntos de la ciudad. Sin embargo, hay algo que sí vale la pena: en los muchos locales de comidas que se ubican dentro del Bazar, al que acuden los dueños de las tiendas, venden la famosa sopa de lentejas turca, llamada en idioma local Mercimek Corbasi, la cual es una verdadera delicia. Hagan como yo y pidan tres platos, porque como la consideran un comienzo como para calentar la boca, no viene muy abundante.
4.El Gözleme de espinacas de Uskudar: en el lado asiático, en la estación de ferry de Uskudar (y en muchas otras partes) hay unas señoras muy tradicionales con sus pañuelos en la cabeza que se sientan en ronda y preparan Gözleme, que es ese pan turco tipo panqueque, realmente exquisito. Lo hacen de diferentes maneras, rellenos con queso o con espinacas. El de espinacas está buenísimo, sobre todo cuando uno caminó por mil lugares de la parte asiática de Estambul, promedia la tarde y el estómago ruge.
5.Döner Kebab de Beyoğlu: Antes de los sucesos de septiembre del ‘55 cuando los turcos ultranacionalistas atacaron a la minoría griega de Estambul, el barrio de Beyoğlu era conocido como Pera. En el Pera Palace Hotel, paraban los de primera clase que se tomaban el Orient Express y cuando uno se bebe una copa en el bar, parece ingresar en una novela de Agatha Christie. El barrio tiene una calle que lo atraviesa para morir en la Plaza Taksim, que se llama Istiklal. En esta calle peatonal pasean turcos y extranjeros, literalmente multitudes, hasta las cuatro o cinco de la mañana. El movimiento que tiene es tal, que la famosa noche porteña empalidece por completo. Entre los cientos de bares y restaurantes hay también, como en todas partes, puestos en los que se puede comer una de las más famosas comidas callejeras del mundo, el famoso sándwich de cordero, conocido en Grecia como “Gyros”, en los países árabes como Shawarma y en Turquía como Döner Kebab. Y realmente, aunque ya no nos sorprenda verlo, uno no puede irse de Estambul sin probar la variedad local. Hay de varios tipos: está el Döner Pilavüstü que lleva arroz pilaf arriba de todo, el İskender que lleva salsa de tomate a chorros sobre el lavaş y el Ekmekarasi que se hace en pan francés en lugar de en lavaş.
Esta casa restaurante se convierte en el espacio único donde el agua, la tierra y el fuego se entrelazan para ofrecer una experiencia sensorial diferente. Agustín Brañas es el chef de este lugar que cuenta con tres espacios y propuestas distintas.
El sábado 10 de mayo, desde las 12:00, en el local de Palermo, la boulangerie francesa ofrecerá cuatro sándwiches fuera de carta y cócteles a cargo de la marca de aguas Perrier.
Sobre la cortada homónima, camuflado en una señorial casona de estilo Tudor, se esconde un bar con todas las características e influencias de los clubes privados londinenses. Y en la planta alta funciona un restaurante, además de un omakase de próxima apertura.