Cuando las distribuidoras meten la pata

Desastrosas presentaciones de vinos

Martes, 3 de junio de 2025

Muchas veces, las bodegas hacen sus presentaciones de vinos siguiendo las recomendaciones de sus agencias de prensa o bien de quienes manejan internamente el tema comunicacional. El problema surge cuando la elección del lugar queda en manos de las distribuidoras, que suelen optar por vinotecas a las que pueden enchufarle sus cajas a cambio de hacer allí una cata de nuevas etiquetas o cosechas para los periodistas e invitados.

A las pruebas nos remitimos. Ocurre que, últimamente, hemos sido invitados a presentaciones de vinos en las que, tan pronto uno ingresa en el lugar elegido, advierte indudablemente que las cosas no van a salir demasiado bien.

¿Por qué pasa esto? Sobre todo, porque las bodegas dejan la decisión de elegir el lugar en manos de las distribuidoras, que negocian con las vinotecas para no tener que pagarles en dinero contante y sonante sino en especies. Así sale todo.

No vamos a dar nombres porque esas mismas bodegas ya han recibido una devolución de nuestra parte, solo con la intención de que no vuelvan a cometer dichos errores garrafales.

El otro motivo que puede malograr un evento de estas características, es cuando en lugar de las distribuidoras se confía en los del área de Marketing, como nos pasó hace unos meses en un hotel 5 Estrellas, donde el menú elegido daba vergüenza ajena.

Pero, sin dudas, es mucho peor lo que nos viene ocurriendo en este tipo de presentaciones. Las distribuidoras fueron las culpables, por haber elegido como lugar de presentación a vinotecas que no están preparadas para organizar con eficacia este tipo de eventos.

No solo eso, porque además resulta inadmisible que no tengan copas de calidad ni cantidad como para que los vinos puedan lucirse, como es el propósito del enólogo, que tiene que ver con espanto cómo apenas hay dos copas de vidrio ordinario para probar ocho o diez vinos, que la temperatura de servicio no es la adecuada, y que la comida que acompaña es un espanto y, encima, muchas veces también escasa.

Vamos a contar solo dos ejemplos, que nos han tenido como víctimas en los últimos meses. Ambos son prueba elocuente de que, el esfuerzo de las bodegas, se vio truncado por la mala decisión de los que deberían tener dos dedos de frente cuando optan por tal o cual lugar.

CASO 1

El primer ejemplo tuvo lugar en una vinoteca muy paqueta, ubicada en la zona norte de la ciudad. En primer lugar, la cata era prácticamente de parado, ya que no había sillas suficientes , además de que éstas pocas estaban acomodadas sobre la pared y no cerca de la mesa.

Segundo: las copas eran no solo de mala calidad, sino que nos obligaban a descartar los vinos uno tras otro cuando en realidad lo que queríamos era mantener las copas para probarlos una vez terminadas las otras botellas.

Tercero: durante el servicio de vinos, no sirvieron ni una galletita o algo neutro como para que el alcohol no se te subiera a la cabeza. Como la cata era extensa, pasó una hora y media sin que probáramos un bocado, de modo que el mareo ya nos estaba provocando un lógico malestar.

Cuarto: al fin llegó algo para probar, unos bocados que sirvieron en forma muy desordenada e insuficientes siquiera como para engañar al estómago.

Conclusión: este periodista decidió retirarse con el estómago vacío, y finalizó la velada comiendo una pizza en la avenida Cabildo.

CASO 2:

El siguiente episodio fue al mediodía, en un wine bar que abre por la noche y, prueba de ello, es que en el salón que está adelante las sillas estaban colocadas sobre las mesas. Ya eso daba una imagen lamentable.

Primero: la mesa de una especie de privado, o al menos ubicado al fondo del local, estaba preparada para degustar siete vinos. Para ello, había solo dos copas de mala calidad para cada persona. Hubiéramos querido dejar algunos de los vinos para probarlos al final, pero no fue posible.

Segundo: había solo una persona sirviendo, que parecía no ser del wine bar, en tanto que la comida estaba a cargo de quien por actitud  sería uno de los dueños o, al menos, encargado que aparentaba tener bastante confianza con el distribuidor.

Tercero: en este caso, lo mismo que en el anterior, aunque atenuado, tardó en llegar algo sólido para acompañar a los vinos. En este caso, el problema fueron la escasez y la mediocridad de lo servido. Unas aceitunas, jamón cocido, algunos quesos con gusto a nada, hummus, babaganoush y una preparación de color verde a la que llamaron "pesto", pero obviamente que no lo era.

Cuarto: no fue necesario ir a una pizzería cercana, aunque al llegar a nuestra casa aprovechamos a picar algo.

En resumidas cuentas: no estamos criticando por placer, sino porque queremos ayudar a las bodegas a que sus vinos puedan lucir como deben. Si no hay dinero para presentaciones menos fallidas, es mejor no hacer este tipo de eventos y, si lo consideran oportuno, enviarles a los periodistas algunas botellas para que prueben los vinos y los publiquen. O directamente no hacer nada, que lo podemos publicar como información sin calificar.

Y, finalmente, no dejar en manos de las distribuidoras la organización de este tipo de eventos. Para algo tienen gente calificada para que colabore en la difusión de sus productos, quienes por su experiencia no van a cometer errores tan groseros como los que comentamos más arriba.

En todos estos casos, lo barato sale caro y hasta tenemos dudas si realmente no es igualmente costoso (y pésimo).  La próxima vez, avisen. Si la organización corre por cuenta de una distribuidora, pedimos disculpas por no poder asistir y listo.

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