Un bistró que le hace honor a la cocina más refinada del planeta. Le Rêve ("el sueño", en francés), nos transporta a la magia parisina en una esquina de Buenos Aires. La propuesta del joven chef Ramiro Hernández exhibe un técnica perfecta, elegancia y personalidad. La coctelería del "Tiger" es otro fuerte del lugar. Y su ambiente, nos agasaja con música sin estridencias, como debe ser en un restaurante, a lo que se suma un servicio impecable comandado por Darío Núñez. Lujos que nos podemos dar en una ciudad que, en materia de gastronomía, lo tiene todo.
Le Rêve Restaurante - Uriarte 1901, Palermo Soho - Horarios: martes a sábados de 19.00 a 00:00. Precio: $$$$. WhatsApp: 54 911 6129-4401. Reservas a través de: Reservas Le Rêve - IG: @lerevebistro
Va de suyo que Buenos Aires es una ciudad que puede jactarse de contar con una multiplicidad interminable de cocinas étnicas. Y claro que la francesa no es la excepción, aunque quisiéramos que estuviera más presente a nivel cuantitativo.
Ya sin La Bourgogne, que hizo historia con Jean Paul Bondoux, y el Club Francés que ha sufrido el paso del tiempo (se recuerda que te exigían vestir saco y corbata o no entrabas), lo que ha quedado son pocos lugares que merezcan la pena conocerse.
Con onda brasserie está La Petanque, en San Telmo; o hay que cruzar la General Paz para llegar a Acassuso para disfrutar de L'Atelier.
Y, finalmente tenemos a Le Rêve, en la esquina de Uriarte y Nicaragua.
Este pequeño bistró, que bien podría estar ubicado en cualquier barrio de París, cumplió cinco años aunque tuvieron la mala suerte de abrir precisamente días antes del comienzo de la pandemia y su consecuente cuarentena.
Hoy está al frente de la brigada el chef Ramiro Hernández, quien estudió en el Colegio Gato Dumas; hizo stagier en Mercado de Liniers y en Trashumante (El Baqueano), y en España con Quique Dacosta (3 Estrellas Michelin). También pasó por Mengano y, en Austria, estuvo en el Hotel Rosewood.
Volvió al país para hacerse cargo de los fuegos de Le Rêve, donde exhibe una admirable identificación con la cocina francesa, tanto desde el punto de vista de la técnica culinaria, como con ese toque de creatividad necesario para salir de los platos "fotocopia".
Nos contaba que su padre, un fanático de la buena mesa, le puso ese nombre por el gran Ramiro Rodríguez Pardo. Lo que nos hizo recordar cuando, hace más de 30 años, ahorrábamos durante unos meses para luego ir a comer a Catalinas.
El servicio también está a tono con la calidad del lugar, a partir de la experiencia del maitre Darío Núñez, quien pasó por La Bourgogne y L' Orangerie, y también por Tarquino, con Dante Liporace.
Otro punto fuerte de la casa es la coctelería, cargo de Marcelo "Tiger" Gil, quien nos preparó tragos de su autoría, como el Isabella (pisco, maracuyá, jugo de lima y cordial de eneldo), y el Notre Dame (whisky americano, jugos de ananás y de lima, y cordial de canela).
En esta ocasión disfrutamos de un menú de seis pasos, compartido (sin dudas que es un lugar ideal para visitarlo en pareja), lo que permitió que probáramos varios platos de la carta.
El inicio es la panera, que incluye pan brioche artesanal acompañado de manteca noisette y paté de hígado de pato (excelente, que te deja con ganas de más).
Le siguió el tartar de remolacha, muy bien logrado visualmente, además, que lleva queso de cabra, gel de yemas, y alcaparrones. Un plato vegetariano muy recomendable, por cierto.
Hay que decir, a esta altura, que uno es fanático de la soup a l' oignon, la tradicional sopa de cebollas francesa. La hemos probado muchas veces y en distintos lugares, pero ésta en particular nos sorprendió por el toque personal que le da el chef con su creatividad. La presentan en una taza de té y, si bien lleva los ingredientes originales de la receta, Ramiro le aporta algo distinto.
El cuarto paso fue la pesca en costra crujiente de papas inspirado en el clásico del maestro Paul Bocuse, que sale con su beurre blanc de ajos asados y puré de limón. Equilibrio y armonía de sabores contrapuestos.
Por último, llegó a la mesa otro clásico de la cocina francesa, el coq o vin. Es pollito bebé con salsa de vino tinto y vegetales glaseados.
El final dulce perfecto fue la pavlova con cítricos frescos, curd de limón y crema de vainillas.
Hay otros platos en la carta, como el emblemático lomo Le Rêve (el clásico Wellington, pero sin foie gras), uno de los más requeridos y que puede terminarse durante la noche, ya que es muy trabajoso y largo en su preparación.
Otras opciones son los cappelletti de calabaza con caldo de verduras, queso feta y aceite de sésamo; alubias y mariscos, porotos pallares, caldo de langostinos y mariscos pochados; o bife de chorizo, salsa de pimienta y coñac, con milhojas de papas.
Otros postres clásicos son los crêpes suzette y, a veces, hay crème brûlée. En tanto que la carta de vinos está muy nutrida, incluyendo también algunas etiquetas francesas y españolas.
Sin dudas que Le Rêve es un lujo que nos podemos dar los que vivimos en Buenos Aires, para comer como en París sin subirnos a un avión. Ah y sabiendo que la Guía Michelin es francesa, resulta inaudito que los inspectores, que deben todavía andar perdidos por las bodegas mendocinas, no hayan pasado por este lugar merecedor de 1 Estrella. Penoso, por cierto.
El Alvear Grill nació el 16 de julio de 2018 para reemplazar nada menos que a La Bourgogne, que apagó sus fuegos tras la cena de la Revolución Francesa, dos días antes y luego de una larga trayectoria en ese lugar. Es uno de los espacios históricos y más elegantes de la gastronomía porteña, ubicado dentro del Alvear Palace Hotel. Hoy el restaurante aparece renovado, a través de la incorporación del chef Leandro Di Mare y de la gerente de AA&BB, Gabriela Troncoso. Su propuesta conlleva una dualidad positiva: las carnes argentinas y una cocina de elaboración puntillosa y creativa.
Pocos días después de su apertura, Kuro Kuma ("Oso Negro" en japonés) aparece poblado de comensales en una fría noche de miércoles. Se trata de uno de los espacios más llamativos de VíaViva, el pasaje debajo del viaducto del tren a Tigre, que nace en la calle Juramento, en la entrada al Barrio Chino. La propuesta es de cocina asiática, garantizada por la sapiencia de Oscar Lin, propietario y chef de Síntesis Tapas Asiáticas, en Palermo. Para quienes prefieren la comodidad de un salón cómodo y climatizado, antes que la comida callejera al paso, sin dudas éste es el lugar a elegir.
En los confines de Villa Urquiza, Bonario es un nuevo pequeño restaurante ubicado en una estratégica esquina del barrio, sobre la Avenida Congreso. Su propuesta -creada por el chef Sebastián Iraola-, se basa primordialmente en la cocina mediterránea, con platos simples, ricos y abundantes. Está abierto todo el día y funciona además como cafetería.