Cárcamo representa una propuesta distinta dentro de la nueva camada de vermuts artesanales, ya que únicamente elaboran dos variedades blancas, en contraste con las tendencias de consumo habituales, en las que prevalece el rojo.
Los vermuts artesanales suelen reflejar su entorno y su paisaje ya que, en su gran mayoría, están elaborados con botánicos regionales, lo que facilita una provisión permanente y a menor costo de sus ingredientes.
En el caso de Cárcamo, se trata del Piedemonte mendocino en Uspallata, zona de hermosos paisajes, ideales para establecer una conexión con la naturaleza.
A partir de allí, el objetivo es la búsqueda de balances entre lo dulce y lo amargo, lo cítrico con lo floral y lo herbáceo, el picor y la acidez, además de las notas que se quieran destacar. En este caso, bien diferenciadas entre las dos propuestas.
Cárcamo Blanco es un vermut ameno, cercano al estilo español, de suave dulzor, con un perfil aromático de manzanilla y naranja, muy apto para beber puro con hielo y una rodaja de cítrico.
Cárcamo Seco, por el contrario, es muy original y sorprende por su intensidad y un marcado sabor amargo, con cardamomo y jengibre como notas resaltantes y un final áspero que refuerza el impacto sensorial al beberlo.
Estas diferencias dejan abierta la posibilidad, al mismo tiempo, de combinarlos con gaseosas en contraste, es decir una tónica para el dulce y una de lima limón para el seco, o bien potenciar los sabores en la coincidencia.
Ojalá muy pronto el prestigio de nuestra querida Mendoza incluya también al vermut. Los Cárcamo son un excelente punto de partida.
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