La Cocina del Sudeste Asiático sigue ganando espacio. Luego de Niño Gordo, que abrió sus puertas a fines del año pasado, se vienen novedades de peso. Quique Yafuso copará la parada.
Hace dos décadas atrás la culinaria asiática era una rareza, excepción hecha de la china (así dicho en general, pese a que una nación tan grande como esa difiere entre sus distintas regiones) y la japonesa, que luego se reprodujo gracias a la irrupción del sushi "occidentalizado".
Hubo un grupo de pioneros, es cierto. Como Morizono entre los japoneses (dejando de lado los restaurantes de la colectividad, poco propensos a salir de ese círculo cerrado), Lotus Neo Thai (un tailandés errante que fue de barrio en barrio), Sudestada (vietnamita), Green Bamboo (ídem) y Captain Cook (primero en San Fernando y ahora en Martínez).
Diferente es el caso de Christina Sunae, que comenzó tímidamente como lugar de "puertas cerradas" y terminó recalando en Palermo Hollywood con su exitosa cantina asiática. Y Tatu Rizzi, que impuso su idea de la cocina callejera en Blanch y ahora en Opio Gastropub.
Seguramente nos estamos olvidando de algunos otros lugares, pero en general así es la cosa. Hoy, la Cocina del Sudeste Asiático salió del elitismo de la platea y se mudó a la popular.
Dicho esto parafraseando lo que pasa en el fútbol, donde los países de esa región están ingresando en las grandes ligas, aun cuando en sus propios ámbitos no puedan salir de la mediocridad deportiva. Desde el Fútbol Club Barcelona que tiene en su camiseta como sponsor a Rakuten, la tienda online más grande de Japón, pasando por el Inter que es propiedad de un empresario
tailandés, o los chinos que compraron al otro club de la Ciudad Condal, el Espanyol, y el grupo que compró el 20% del Atlético de Madrid, que adquirió (y recientemente vendió) el 20% de la entidad colchonera y le da nombre a su nuevo estadio (al menos por ahora).
Volviendo al tema que nos ocupa, lo que antes era una rareza hoy es motivo de fanatismo por gran parte del público gourmet.
Tras el éxito de El Niño Gordo, que la viene rompiendo desde hace dos
meses de la mano de los mismos propietarios de La Carnicería y Chori, el que se expande es Quique Yafuso, a quien dejamos adrede fuera de la lista anterior, aun cuando su Haiku lleva nada menos que 20 años de trayectoria, fiel a la Cocina Japonesa de sus ancestros.
El restaurante que comparte con Gonzalo Sacot (ex Sucre), El Quinto (por el umami, el quinto sabor) tendrá a mediados de abril una sucursal en la calle Costa Rica, en un nuevo edificio ubicado entre Fabric y donde estaba El Sexto.
Pero Quique, por su parte, está armando otro proyecto novedoso desde todo punto de vista. Se trata de una cervecería asiática con sushi y comida callejera en Thames y Cabrera, frente a La Cabrera. Se llamará Fu-King Bar y aún no hay fecha de apertura.
Y finalmente, los dueños de Avant Garten, en el Paseo de la Infanta de Palermo, ya están con la "marcha blanca" del nuevo restaurante asiático donde hasta hace poco tiempo funcionaba la sucursal porteña de Naná. Se llamará Komyun ("comunidad" en japonés). Pronto brindaremos más información al respecto.
Más allá de que el año comenzó con nuevos lugares que no tienen relación con lo asiático, como Mecha (en Devoto), la nueva locación de Bis Aramburu en El Pasaje del Correo (en no más de tres o cuatro meses Aramburu también se muda enfrente de su hermano menor) y Draft of my Beer en Coghlan, más la próxima apertura de Cincinnati, entre Tanta y Deltoro en la esquina de Paraguay y Esmeralda (italiano por supuesto), en el 2018 vienen pisando fuerte los ojos rasgados. Y van por más.
Fotos dentro del texto: Arriba, Green Bamboo; abajo, Captain Cook.
Esta casa restaurante se convierte en el espacio único donde el agua, la tierra y el fuego se entrelazan para ofrecer una experiencia sensorial diferente. Agustín Brañas es el chef de este lugar que cuenta con tres espacios y propuestas distintas.
El sábado 10 de mayo, desde las 12:00, en el local de Palermo, la boulangerie francesa ofrecerá cuatro sándwiches fuera de carta y cócteles a cargo de la marca de aguas Perrier.
Sobre la cortada homónima, camuflado en una señorial casona de estilo Tudor, se esconde un bar con todas las características e influencias de los clubes privados londinenses. Y en la planta alta funciona un restaurante, además de un omakase de próxima apertura.