Incongruencia y fanatismo

Veganos calientan gauchos

Lunes, 5 de septiembre de 2016

El veganismo es una corriente excéntrica plagada de contradicciones. Y pese a que lo nieguen sus fanáticos seguidores, conlleva riesgos para la salud. Pero además se han vuelto revoltosos y una prueba de ello es lo que ocurrió el fin de semana pasado en la Rural. Pero vinieron los gauchos de a caballo y se fueron como ratas por tirante.

Mientras el chef Pablito Martín, cada vez con menos espacio donde pontificar, dicta cátedra sobre la inconveniencia de comer carne y proteínas de origen animal, sus compañeros veganos aparecieron por la Rural, nada menos que por la Pista Central donde se realizaba la jura de una raza bovina. Nadie sabe cómo ingresaron al predio con semejantes pancartas.

El gauchaje respondió sin pensarlo dos veces: al galope y a rebencazos se fueron contra los militontos que rajaron como ratas por tirante. Se repudia la violencia, claro, pero hay que aclarar quién empezó primero. La Rural es una propiedad privada. Es lo que mismo que estés haciendo un asado en tu casa y aparezcan los vecinos veganos a decir que sos un asesino serial.

Que cada uno haga (y coma) lo que quiera, pero respetando a los demás, sin agredir, sin entrar en propiedad ajena, sin provocar. 

Ya salieron personajes mediáticos de cuarta línea, como la entintada Cande Tinelli, a opinar en contra de los gauchos y los hombres de campo, que laburan todo el año mientras ella va al tatuador e invierten mucho dinero para estar en Palermo y no para que le destruyan la piel con plata de papi. 

Recordemos ahora lo que en su momento publicó Fondo de Olla (c) a sabiendas de que aparecerán lectores ocasionales veganos a responder con su habitual intolerancia. 

Uno de los argumentos que sostienen los veganos para no ingerir carnes, es el maltrato animal. Desconocen que hay leyes tácitas de la naturaleza, que determinan que unas especies se comen a otras para mantener el equilibrio de la fauna sobre el planeta. De esta manera, se mantienen controladas algunas especies que son consideradas plaga.

Pero hay algo mucho peor. Los veganos dicen proteger a los animales, pretenden evitar su matanza para consumo humano. Pero consumen vegetales y frutos que en muchos países (y en el nuestro), en el momento de los trabajos agrarios y la cosecha se explota a los trabajadores. Inclusive, hasta utilizan a menores en este tipo de labores. Esta gente está sometida a la rigurosidad del clima, a largas horas de esfuerzo y a una paga miserable.

Nada dicen los veganos al respecto. Prefieren defender a los animales antes que a los seres humanos. Son incongruentes y carecen de sentido común. Y si alimentan a sus hijos pequeños como ellos mismos lo hacen, merecerían algún tipo de castigo social por su actitud. Ponen en riesgo su salud solo por fanatismo.

Mucho se ha escrito sobre las causas por las cuales el hombre optó por el consumo de proteínas de origen animal. Y sobre la evolución de la inteligencia del ser humano, que muchos científicos atribuyen al consumo de carne. Y acerca de la carencia de Vitamina 12 en aquellos que no la ingieren.

Un estudio de The American Journal of Clinical Nutrition, estableció que "en 174 individuos aparentemente sanos de Alemania y Holanda, el 92% de los quienes practican una dieta vegana estricta, tenían deficiencia de B12. Entre los ovolactovegetarianos, dos de cada tres también mostraban esta carencia. Y se hallaba solamente en el 5% de los que consumían proteínas de origen animal".

Salvo que exista algún motivo de salud que haga conveniente el no consumo de carnes, no se entiende el vegetarianismo en sus diferentes formas. Algunos hasta evitan el uso del fuego, son los llamados raw, que solo comen alimentos crudos.

Cada uno come lo que quiere y lo que le gusta, es cierto. Pero los veganos son como esos seguidores de sectas religiosas que te tocan el timbre los domingos a las 7 de la mañana. Pretenden llevar agua para su molino recitando lo que les dijeron sus maestros, no admiten el disenso e insultan a los que osan criticar sus raras costumbres. Ya imagino la ola de insultos que recibiremos por escribir esta nota.

Por suerte, no estamos solos en esta cruzada por la racionalidad. La escritora Gabriela Saidón publicó recientemente su último libro, "Mondo Verde", que lleva el subtítulo "Mentiras y verdades de la ecología".

La autora se atreve a cuestionar (y fundamentar) diez puntos "conflictivos" del discurso vegano. En la Revista Viva, publicaron una nota muy interesante al respecto, aunque con el erróneo título "10 rarezas del mundo veggie". No son rarezas, sino contradicciones e incongruencias.

EL VEGANISMO SE SOSTIENE EN ARGUMENTOS VACUOS, SIN CONSISTENCIA CIENTÍFICA. Y SUS SEGUIDORES, UNA MINORÍA POR CIERTO, SON FANÁTICOS QUE NO ADMITEN EL DISENSO Y MUCHO MENOS EL DEBATE.

En primer lugar, Gabriela señala que su primera aproximación con los veganos fue la exhibición del documental "Earthlings", que muestra a través de cámaras ocultas "el maltrato al que son sometidos los animales en la industria alimenticia, el comercio de mascotas, de pieles, de entretenimiento e investigación médica". Pero considera que el terror no es el método más adecuado para evangelizar.

Acto seguido, menciona que no puede admitirse que los seguidores del veganismo consideren a los productores dueños de criaderos animales y granjas animales como "nazis" asesinos. Son los propios sobrevivientes de los campos de exterminio durante la Segunda Guerra Mundial, los que más cuestionaron a este mensaje exagerado de los veganos.

El tercer punto que menciona la autora, se refiere a "uno de los mitos verdes más extendidos, es que "el vegetarianismo en la India, meca verde por antonomasia, responde en su origen a principios morales". En realidad, ya sabemos que esta nación asiática requiere incrementar la producción láctea y a los vacunos (al margen de ser sagrados) para su uso en la agricultura. Es más, la India es uno de los principales exportadores mundiales de carne bovina. Saidón señala además que el 20% de los vegetarianos que hay en el planeta, no lo son voluntariamente sino que no tienen acceso a las proteínas animales.

Es evidente que el vegetarianismo y sus variantes, como dice la autora, "prende en las capas medias, que pueden elegir qué comer".

Como cuarto punto cuestionable, la autora destaca que hay abogados veganos que "defienden los derechos de las 'personas no humanas' comparables con los de los 'animales humanos'", pero no tienen en cuenta factores gravitantes a considerar, como por ejemplo la imposibilidad de liberarlos en un entorno salvaje cuando se trata de animales que nacieron y vivieron en cautiverio toda su vida.

Saidón toma luego como referencia las conclusiones del ambientalista Claudio Bertonatti, quien dijo que "para evitar que se maten animales, la única solución es dejar de comer". Hay veganos, dice, que "utilizan botas de cuero, que comen crema o queso casi a escondidas, o compran productos que en algún punto de la cadena de producción, se han cargado con algún animal".

El crudiveganismo sostiene que es "posible alimentarse solo de frutos secos, alguna frutas, semillas y vegetales crudos", por lo que pretenden volver a un tiempo en el cual el ser humano no había descubierto el fuego. Los antropólogos dicen que eso es volver al primitivismo.

Menciona la autora que el enemigo número 1 de los veganos es la multinacional Monsanto, creadora de las semillas transgénicas. Señala en el libro que "curiosamente, la compañía de origen estadounidense también despliega un discurso verde y social, provee a agricultores orgánicos y hasta Greenpeace le compra semillas a Monsanto en España".

Se cuestiona además que "muchas propuestas verdes se presentan como bondadosas e interesadas", pero por eso no dejan de ser modelos de negocios, de menor escala que los industriales, es cierto, pero negocios al fin.

"No encuentro entre los veggies -dice Saidón- a personas que reconozcan sus propias contradicciones", y señala que su mantra es que "somos lo que comemos", pero "el interés por la comida supera con creces la preocupación por el hambre".

Y por último, afirma que "existe una imagen verde de que una Tierra pura y descontaminada es posible", pero "es un planeta soñado, sin cables de alta tensión, ni petróleo, alimentado a energía eólica o solar, sin armas nucleares y sobre todo, poblada por personas sin maldad". En la misma línea, dice la autora, "si yo planto rúcula en mi balcón y nunca más pruebo una pata de pollo, los glaciares dejarán de derretirse y los ríos de estar contaminados, pero vamos, no hay nada puro".

La ciencia afirma que la evolución nos ha seleccionado para comer carne o productos animales. "En cuanto a la cantidad y a la calidad, es imposible saberlo con seguridad hay formas de consumir animales, no solo saludables sino respetuosas con el medio ambiente y con los animales, que no solo ayudan a mantenerlo, sino que lo mejoran".

Pero esto es lo que veganos no ven y no dicen. Y cuando de maltrato y explotación del ser humano se refiere, miran para otro lado. 

Y si pueden irrumpen en lugar ajeno para hacer ruido, sin tener en cuenta que la mayoría de la gente no piensa como ellos. Pero ahora se han dado cuenta de que con los gauchos no pueden. 

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