Cocina a la altura de NH

Un Lancaster de Colección

Jueves, 26 de julio de 2018

Sujeto a la tradición de la cadena española, el restaurante del NH Collection Lancaster ofrece una cocina que se identifica con la calidad que manifiestan todos los hoteles del grupo. En este caso, con el plus del toque personal del chef Hernán Caballero.

NH Collection Lancaster Kitchen - Córdoba 405 - Teléfono: 4131-6464. Abierto lunes a viernes mediodía y noche. Principales tarjetas.

Tipo de Cocina: De Autor

Barrio: Catalinas Norte

Precio: $$$ 

La cadena hotelera NH, la más grande de España y ramificada por toda Europa desde su primera apertura en 1978, en la ciudad navarra de Pamplona cuenta con numerosos establecimientos en Buenos Aires, lo que la convierten en la mejor posicionada entre los hoteles de 4 estrellas (además está el City con 5). Hoy la empresa, a nivel global, tiene 400 hoteles diseminados en 30 países.

Antes de referirnos al Hotel Lancaster y su particular historia, vale recordar que NH ha tenido siempre una clara preocupación por otorgarle protagonismo a su gastronomía. Solo basta con decir que Ferrán Adriá creó para ellos los conceptos Nhube y Fast Good.

Y además, ofrece una beca destinada a cocineros jóvenes para que se capaciten con los profesionales más reconocidos de Europa. Aún recordamos cuando Leo Jaciuk, hoy chef ejecutivo del NH Provincial de Mar del Plata, fue elegido entre cientos de postulantes para vivir una experiencia que le marcó para siempre. Precisamente, Hernán Caballero, actual chef del Lancaster, dio sus primeros pasos en la cadena precisamente con Leo.

Respecto al Lancaster en particular, su origen se remonta al año 1945. El edificio pertenecía a la Sociedad Inmobiliaria Schaffhausen, uno de cuyos accionistas era el conde Zuvoff, perteneciente a la nobleza rusa, quien pretendía utilizar el hotel para alojar a sus amigos europeos.

La arquitectura del Lancaster nos orienta hacia el estilo georgiano, de origen inglés, llamado así en honor a los reyes llamados George. Su característica principal, con ladrillos a la vista, convierten al edificio en un emblema porteño de este tipo de construcción.

No hay que olvidar tampoco que en su ala norte, precisamente en la intersección de Reconquista y Tres Sargentos, estuvo la última locación de Catalinas, el restaurante de Ramiro Rodríguez Pardo que marcó una época.

Luego de algunos años de ostracismo, NH Hoteles restauró las instalaciones y en julio de 2007 reabrió sus puertas con el sello "Collection", que refiere a los establecimientos de 4 estrellas que están ubicados en el centro de una ciudad.

Como se dijo, hoy la cocina del restaurante, al que se accede desde la avenida Córdoba, está a cargo del joven chef Hernán Caballero, quien acredita interesante trayectoria en la cadena, así como estar avalado por una extensa experiencia europea.

El año pasado, cuando la chef María Luz Mollura decidió radicarse en Bariloche, la gerencia decidió trasladar la responsabilidad a Hernán, que era en ese momento el souschef. Fue un desafío que supo llevar adelante con eficacia.

El restaurante está abierto de lunes a viernes, tanto para el almuerzo como la cena. El bar, en cambio, permanece disponible para los clientes todos los días.

Es un lugar tranquilo y relajado, lejos de cualquier bullicio o miradas indiscretas, que se ubica sobre el lateral que da a la calle Reconquista.

El salón es elegante, sin exuberancias, tal como suele ocurrir con la ambientación que es característica de la cadena, tanto aquí como en el exterior.

Al mediodía, si bien se puede pedir a la carta, también se ofrecen menús ejecutivos de uno, dos o tres pasos ($ 340, $ 450 y $ 470 respectivamente, valores de julio de 2018). Además, hay una propuesta de tapas y pinchos, y el Té Lancaster, a $ 550 con un servicio muy completo.

Pero sin dudas que la expresión más destacada está en la propia carta, disponible mediodía y noche, que el chef armó según su propia interpretación del estilo característico de los NH.

La ensalada de crudité de vegetales y langostinos, con guacamole, fue el comienzo tranquilo que eligió el chef para la degustación que fue de menor a mayor en intensidad. Claro que como yapa vino un carpaccio de pulpo, que siempre es una caracia para el paladar.

En el menú de entradas, quedaron para probar en otra ocasión el tiradito de salmón con puré de papa amarilla, y el carpaccio de tomates, parmesano, bocconcini y mermelada de manzanas.

Cuando se trata de algún producto que no tiene asegurada la provisión continua, ya sea por estacionalidad o por las dificultades operativas, el chef lo ofrece como plato del día. Fue lo que ocurrió con el atún rojo con escalibada y focaccia crujiente. El pescado se sella apenas para que no pierda su jugosidad y frescura, además de tener un leve toque ahumado. Muy atinada la guarnición elegida.

Y como tercer paso, el pato exhibió su presencia como una de las opciones más refinadas de la carta. Es una elección difícil poner esta ave en cualquier menú, ya que hay gente que no entiende que se debe comer apenas cocido, pues de lo contrario la carne se pone dura y gomosa.

No es novedad las broncas que se lleva cualquier chef cuando un comensal se lo manda de vuelta a la cocina porque "está crudo". En este caso el magret salió en su punto exacto, como para que no haya queja posible. Mejor aún con su reducción que le otorga sabor intenso y el acompañamiento de bananas asadas, un detalle jugado por parte del chef.

La carta expresa también algunas preparaciones de onda mediterránea, como el risotto "mar y montaña" con boletus, almejas, mejillones y pulpo. O la pasta corta de garbanzos y ricota con crema de puerros, apta para celíacos.

Completan la propuesta la pesca del día, puré de zanahoria y jengibre, con porotos crujientes marinados en salsa de soja, y la infaltable carne argentina, con el ojo de bife de 250 ó 500 gramos con mandioca frita y crema de palta.

Aún quedaba lugar, después del pato, para probar dos de los postres más creativos del menú: "muerte por el chocolate" en diferentes texturas, que aún en su propia interpretación nos hizo acordar a la "roca de chocolate" que preparaba Leo Jaciuk en el NH City a su regreso de la beca europea; y la piña infusionada en caldo de manzana y vainilla con helado de coco y reducción de balsámico.

El servicio es atento y eficaz. Pero hay que resaltar además que la carta de vinos, si bien no tan nutrida exhibe valores muy razonables, algo poco habitual de encontrar en los restaurantes de hoteles en particular. Nada distinto a lo que se expresa en los platos, que manifiestan una relación costo beneficio que mucho se valora. 



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