Mejor Sommelier del Mundo

Lo que hizo el sueco para ganar

Lunes, 2 de mayo de 2016

Todos queríamos saber cómo eran las pruebas a completar para ganar el título de mejor Sommelier del Mundo. En esta nota comentamos la lista de tareas que tuvieron que sortear los finalistas.

Curiosidades. El “Mejor Sommelier del Mundo” según el concurso realizado en Mendoza hace algunos días es Jon Arvid Rosengren, proveniente de un país donde el alcohol no puede comprarse libremente, sino en tiendas del Estado y a precios altísimos por los impuestos que se cobran.

Suecia, más allá de su estado de bienestar como el que ostentan todos los países nórdicos, se halla entra las naciones con mayor índice de alcoholismo, lo que explica lo anterior.

Rosengren, al igual que los restantes finalistas, entre ellos nuestra compatriota Paz Levinson, debieron cumplir un riguroso listado de tareas.

De pronto se abre el telón y uno observa a 24 jurados que se ubican en cinco mesas, simulando encontrarse en un restaurante. Como espectador, lo primero que te agarra es vértigo. No queremos pensar qué siente un concursante en ese momento.

1) La primera mesa pidió un Champagne y un Dry Martini. Oh casualidad, ninguno de los champagnes que tenían a disposición los concursantes era el que los comensales querían, por eso había que cambiarles la etiqueta sobre la marcha y además preparar el cóctel, todo con el tiempo contado.

2) Una mesa trajo sus propios vinos, y quieren que el sommelier les recomiende en qué orden deben servirse y con qué comida pueden maridar cada uno.

3) Decantar una botella Magnum Malbec 2011 y servirla. Como nos comentaba una sommelier, el truco acá era que el vino no necesitaba ser decantado sino trasvasado.

4) Cata a ciegas: tres blancos y tres tintos: decir qué cepa y de qué parte del mundo era el vino.

5) Cata a ciegas: describir un vino tinto y un vino blanco organolépticamente. Luego, el jurado avisa que tenés dos cajas del vino tinto y hay que vendérselo al comensal.

6) Ocho bebidas espirituosas: decir a qué clase de destilado pertenecían. Como referencia, les daban una hoja con las marcas de las bebidas que tenían en las copas.

7) Una bebida espirituosa, describirla organolépticamente.

8) Pasaban slides en la pantalla, donde figuraba una lista con tres vinos y uno tenía un error que había que señalar. Podía ser una añada que no existió, un viñedo mal escrito o una zona puesta erróneamente.

9) A los tres candidatos les mostraban fotos: de personas, de bodegas, de un insecto. Ellos tenían que decir qué era que cosa.

10) En siete minutos debían repartir en quince copas un Champagne servido de una botella Magnum en partes exactamente iguales, y una vez servida la primera ya no se podía volver atrás.

EL MEJOR SOMMELIER DEL MUNDO ES UN SUECO QUE TRABAJA EN UN PEQUEÑO RESTAURANTE DE NUEVA YORK. EN SU PAÍS, LA VENTA DE ALCOHOL SOLO SE PUEDE HACER EN TIENDAS ESTATALES.  

El ganador del concurso fue Jon Arvid Rosengren, que apenas tiene 31 años y cuenta con el título de Mejor Sommelier de su país en 2010 y 2011, Mejor Sommelier de Europa en 2013, y que además fue semifinalista en esta misma competencia en el 2013. Segundo quedó David Biraud por Francia, tercera Julie Dupouys por Irlanda, y Paz Levinson, de la Argentina en un meritorio cuatro lugar. 

Cuando ya habían terminado las pruebas y estábamos esperando los resultados, una sommelier inglesa nos dice: “gana Jon Arvid”. Nosotros estábamos seguros de que no ganaba el sueco, sólo por un (infantil) motivo, y era que no tenía el perfil acartonado y serio que ostentaba el candidato francés. ¿Iba a ganar un sommelier carismático y de perfil informal? Claramente no sabemos mucho de estos concursos, porque al final ganó Suecia, y más que merecido lo tuvo.

Cuando el campeón habla en la conferencia de prensa, cuenta que trabaja en un restaurante pequeño en Nueva York y que atiende vestido con jeans y zapatillas, y que el abridor se lo guarda en el bolsillo de atrás.

“El sommelier no sólo tiene que estar presente en un lugar lujoso, sino en todos lados. Lo único que importa es la hospitalidad que brindamos, y nuestra tarea es acercar al consumidor al vino, no alejarlo”, afirmó Rosengren.

La tendencia en el mundo es clara. El traje y la corbata se están dejando para las fiestas, las tapas de revistas y los casamientos. Porque se puede tener un estilo propio, educado, correcto y alejado de la parsimonia francesa que durante tantas décadas fue obligatoria, para ser considerado de nivel. Pero el tiempo lo dirá, porque nada está destinado a durar para siempre, aunque la verdad es que el clasicismo, al menos en este tipo de rubros siempre vuelve. 

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