Tatuados en la Cocina

Miércoles, 24 de abril de 2013
Confieso que no me gustan los aros ni los tatuajes. Pero si no están a la vista del comensal, no hay problema. Ahora bien, cuando los cocineros y mozos muestran sus brazos “sucios”, exhibiéndolos como trofeos, prefiero rumbear hacia otros restaurantes.



Recuerdo una anécdota que me contó un amigo que nos dejó hace poco, Mirco Zampieri. Cuando él era manager de Cipriani, un cocinero hoy muy mediático, compatriota suyo, apareció con una bandana colorida en su cabeza. Una prenda que nada tenía que ver con el lugar y el público que frecuentaba el lugar. Cuando Mirco le dijo al chef (que en ese momento era apenas un ayudante de cocina) que no podía trabajar si no usaba con el tradicional gorro de cocinero blanco, éste le dijo que su estilo era usar bandanas coloridas. Duró poco la discusión, porque dicho cocinero renunció y por motivos que no tenían nada que ver con lo que quería ponerse en la cabeza.

La anécdota  me vino a la memoria al ver una nota en el Suplemento de Espectáculos del diario La Nación, donde aparece nuestro amigo Alejandro Digilio junto con el Lele Cristóbal y otro cocinero llamado Alfredo Tourn, al cual por el momento no conozco, ni tampoco a su restaurante El Refuerzo. El tema es que la foto de portada de dicha nota, muestra a un Digilio con cara de malo, flanqueado por dos tatuados (uno de brazos completos como Lele, y Tourn con una imagen maorí). Bien, que cada uno haga de su cuerpo lo que quiera. Hay otro cocinero muy apreciado por mis colegas periodistas, que fue el primero que apareció con un tatuaje en su calva cabeza. Les parecía simpático. Pero en lo personal me molesta que una señorita con un aro en la nariz cuando me está vendiendo un sánguche o sirviéndome un plato en el restaurante. También con una colección aros como vi alguna vez en Olsen, donde al parecer todos los camareros de ambos sexos curten esa onda. Y menos ver en la cocina a un tipo a cabeza descubierta con los pelos cayendo sobre la comida. Más allá del tema de los tatuajes y de los aros, que a veces se utilizan para llamar la atención o pretender ser originales, hay una verdad de Perogrullo en la gastronomía. Hay que evitar los excesos, no ser confianzudos con los clientes y por sobre todas las cosas, cuidar el aseo personal y el del ámbito de trabajo. Queda muy feo ver a un cocinero mediático secándose la transpiración con el brazo, mientras está preparando un plato. Y lo hemos visto alguna vez. O a otra cocinera mediática que aborrece ponerse algo en su cabeza para que los pelos no caigan en la comida. Si querés parecer audaz, hacelo fuera de tu lugar de trabajo. Usá chaquetas de manga larga y sacate los aros, total te los ponés a la salida. A todos ellos, de paso, les recomendamos leer la nota titulada “Mozos eran los de antes”.

Foto: Gustavo Bosco - Gentileza La Nación