Museo Renault: Crónica de una muerte anunciada

Lunes, 21 de febrero de 2011
El Museo Renault  hace rato que había dejado de estar presente en los restaurantes recomendados por los críticos. El año último  fuímos unas tres veces, nunca por iniciativa propia, sino por invitación de  amigos

Nos parecía más un lugar de “trampa” y de ser visto en lugar “fashion”, pidiendo el vino más caro y el plato más aparatoso. Gente del establishment empresario y de la farándula se pavoneaba por las mesas, donde se observaban a lo lejos vinos de precios elevadísimos.

La comida del Museo era, precisamente, de “museo”. Es decir, esos platos con multiplicidad de productos y combinaciones horrorosas onda Germán M. llevado a la enésima potencia. Y de precios ni hablar, se pagaba por ser y ser visto, o por no ser visto en el caso de los que andaban de “trampa”; los más discretos se ubicaban donde había menos luz. Para comer, algunos optaban por el sushi bar, una elección siempre elegante para salir del paso cuando la cocina flaquea.

Lo cierto es que mucho se habla de las causas de esta debacle. Había trascendido, hace tiempo, que surgieron problemas legales en el edificio del Palacio Alcorta. O más que legales, de habilitación municipal. De planos mal hechos. Nunca se confirmó la especie. Del original Museo Renault de Antelo se pasó a IRSA. Se dice que los últimos concesionarios (Calembel S.A.) tienen un nuevo negocio: un hotel boutique. Por allí pasó también alguna vez el restaurateur Carlos María Esnal (ex Katrine y Armani Caffé, hoy en La Colección del Museo Fortabat). Esa época fue sin dudas la mejor, al menos para comer bien.

Es difícil que ahí recale un nuevo restaurante. Seguramente habrá una casa de indumentaria, una agencia de autos, menos un templo evangélico (porque éstos nos dejaron sin los cines de barrio y con eso basta y sobra). Algunos tendrán nostalgia, otros no lo recordaremos con nostalgia, precisamente.