De a poco, la costumbre se fue arraigando entre nosotros. El 29 es día de ñoquis, y la tradición indica que hay que dejar una moneda o un billete como signo de buena fortuna. Esta es la historia.
La tradición de los ñoquis del 29, según nos contó una vez la colega Monona Molina, comenzó en el año 1979. Se trataba de un grupo de periodistas y amigos de otras disciplinas, que se reunían alternativamente en las casas de cada uno. Cuando le tocó el turno a Monona, se le ocurrió cocinar unos simples ñoquis de papa con salsa de tomate. Los comensales, al levantar los platos para que les sirviera, observaron que debajo había una moneda. Todos se sorprendieron y preguntaron a qué se debía. Monona recuerda que su madre, Anita Socin, amasaba ñoquis de papa el día 29 de cada mes. Cuando ella iba de vacaciones a Ceres, Santa Fe, a casa de sus abuelos, si coincidía con algún 29 había ñoquis para toda la familia. Esa costumbre era respetada a rajatabla por la bisabuela de Monona, Albina Marucco, quien había llegado con su esposo Juan Perino desde Italia a fines del Siglo XIX, concretamente desde el Piemonte. Todos los 29 de junio, día del Santo Patrono del pueblo, los lugareños se reunían en la plaza frente a la iglesia, para compartir el almuerzo. Allí, donde cultivaban papas, las hervían y sólo las mezclaban con harina. Hacían los tradicionales ñoquis y le agradecían al Santo la cosecha del año. Ponían unas liras debajo de cada plato, y al terminar el almuerzo lo recaudado se repartía entre las parejas que habían elegido el día del Santo para casarse. Ese era un augurio de prosperidad. Los 29 de los meses siguientes, las reuniones se hacían en casas de familia y las monedas quedaban para que la cocinera tuviese con qué comprar harina y papas para el mes siguiente.
La costumbre, al parecer, provenía de mucho tiempo antes, cuando la papa –un aporte de América a la cocina universal- salvó a los europeos de una terrible hambruna que azotó al continente por el año 1690, cuando se había perdido casi toda la cosecha de trigo.
Recuerda Monona que algunos periodistas gastronómicos de aquel grupo –que luego pasó a llamarse Club del Ñoqui- publicaron en sus medios la original costumbre y ésta se hizo conocida y adoptada por mucha gente.
Esta casa restaurante se convierte en el espacio único donde el agua, la tierra y el fuego se entrelazan para ofrecer una experiencia sensorial diferente. Agustín Brañas es el chef de este lugar que cuenta con tres espacios y propuestas distintas.
El sábado 10 de mayo, desde las 12:00, en el local de Palermo, la boulangerie francesa ofrecerá cuatro sándwiches fuera de carta y cócteles a cargo de la marca de aguas Perrier.
Sobre la cortada homónima, camuflado en una señorial casona de estilo Tudor, se esconde un bar con todas las características e influencias de los clubes privados londinenses. Y en la planta alta funciona un restaurante, además de un omakase de próxima apertura.