La zona de Retiro cobró vida con la apertura de Basa y su vecino Bar Gran Café, nuevos emprendimientos de los restaurateurs Patricia Scheuer y Luis Morandi. Platos sencillos y ricos al gusto porteño.
Los restaurantes son lo que sus propietarios quieren que sean. Y Basa está hecho a medida por sus gestores. Sabido es que la gastronomía es un rubro difícil e impredecible. Patricia Scheuer y Luis Morandi siguen adelante con lo que en su momento fue una osada decisión como lo es abrir dos locales en Retiro, sobre la subida de la cortada Basavilbaso. El Grand Café es un local pequeño, muy utilizado por los “oficinistas” de la zona, que se conecta con Basa (por la calle donde está enclavado, por supuesto), un lugar informal y que ofrece una cocina de ribetes mediterráneos también impregnados de ciertos detalles porteños y la renovación que irá imponiendo de a poco el nuevo chef, Pablo Campoy. A ello hay que sumar la impecable barra que comanda Ludovico De Biaggi, hijo de Patricia, que pese a su juventud ostenta galardones bien ganados en la coctelería local.
Morandi y Scheuer son los creadores del Gran Bar Danzón y Sucre (de este último ya desvinculados). Conocen bien el oficio y lo manejan en forma personal. Campoy se formó en el País Vasco, entre otros lugares, y se hizo reconocido por su labor en Las Balsas, en Villa La Angostura. Romina Cambiasso continúa como manager general.
El mediodía y las tardecitas noches son dos mundos diferentes. Para el almuerzo hay una versión reducida de la carta de la noche. El lugar es tranquilo a esa hora, permite disfrutar la comida en un ambiente relajado. La cosa se pone frenética en el happy hour y sigue durante la cena, cuando predomina un público más joven y bullicioso. Basa explota a esa hora, conviene hacerse un momento para disfrutar de alguno de los tragos de Ludovico para luego pasar a las mesas, algunas de ellas bajas, más requeridas por grupos de amigos dispuestos a quedarse todo el tiempo del mundo.
Basa es tranquilo para disfrutar de un almuerzo gourmet, pero luego explota a la tardecita con su barra magnífica. Pablo Campoy es el nuevo jefe de cocina.
Para el picoteo, recomendamos enfáticamente el paté de hígados de pollo con crackers y pickles caseros. Y para estómagos resistentes, la sartén de huevos de campo con hongos y guanciale (chacinado de cerdo); tabla de jamón tandilense; burrata con tomates dulces,, aceitunas griegas e hinojo; remolachas baby asadas, con queso de cabra, avellanas tostadas y eneldo.
Pablo Campoy es el nuevo chef de Basa, donde a poco irá imponiendo su propio estilo sin modificar la esencia de este lugar que a la noche, cobra impulso con su barra comandada por Ludovico De Biaggi.
Los ravioles de espinaca y seso ya son a esta altura, más porteños que italianos. La arañita y las costillas de cerdo a la parrilla son buenas opciones carnívoras. Continúan los langostinos marinados a la parrilla, con rúcula, hinojo, parmesano y mayonesa de krein. También pollo pastoril, sal de jamón crudo, tomates secos y olivas negras. Y rigatoni con ragú de ossobuco y ricota.
Para el final un postre para compartir: Josephine, milhojas caramelizado, pastelera y “mucho dulce de leche”. Y también la mousse de chocolate a la mode de París. No cobran servicio de mesa. Las camareras le ponen un toque de belleza que a nadie pasará inadvertido. Hay una cava de vinos a la vista y precios que no espantan a nadie.
Leandro Leyell es una especialista en cocina de mar. Como si estuviéramos a orillas del Cantábrico o de la ría de Bilbao, el chef reproduce con su impronta platos típicos españoles. Y, donde también el vermú -de elaboración propia- con soda de sifón, nos invita a desandar el camino de estos sabores tan afines a los argentinos.
Cumplir más de medio siglo en el negocio gastronómico, en un país cuya economía es caótica e impredecible, suena más a milagro que a otra cosa. Fermín Uriona y su familia lograron superar los 55 años de trayectoria, con distintos nombres y locaciones, hasta el actual Iñaki, ubicado en la Recova de Posadas desde febrero del año pasado. ¿El secreto?: dar de comer rico y abundante, a precios lógicos, basándose en el protagonismo de la cocina vasca, extendida por qué no al resto de la península ibérica, y con adaptaciones a veces necesarias al paladar argentino.
Kamay nació durante la pandemia como delivery de cocina peruana. Luego fue un lugar de "puertas cerradas" en la terraza de un edificio del Abasto, hasta que su dueño, Raúl Zorrilla Porta, lo transformó en lounge y lo mudó al Microcentro porteño. Anoche fue la "marcha blanca" de la nueva locación, esta vez en la cortada Carlos Gardel. La vuelta al Abasto, en un local amplio, que cuenta con salón, deck en la vereda y patio en el fondo. Auténtica cocina peruana con influencias nikkei, con una excelente relación precio calidad.