A las carnes, por su nombre Lunes, 26 de agosto de 2024El Instituto de Promoción de la Carne Vacuna Argentina (IPCVA) y la Fundación Barbechando, se lanzaron a una "cruzada" para evitar fraudes alimentarios y publicidades engañosas. De esa manera, se podrá distinguir claramente a los productos cárnicos de origen animal de aquellos que no los contienen.
Los consumidores diversifican cada vez más sus gustos y preferencias alimentarias y la Argentina, más allá de mantener su cultura carnívora, presenta también segmentos de consumidores veganos y flexitarianos que se interiorizan por aspectos relacionados al contenido nutricional de los alimentos y sus implicancias en la salud, en el marco de diferentes dietas alimentarias.
El IPCVA y la Fundación Barbechando vienen trabajando en una iniciativa para impulsar a nivel parlamentario la búsqueda de un marco institucional que apunta a evitar fraudes alimentarios y publicidades engañosas.
El objetivo es que el consumidor tome decisiones más inteligentes con información clara y transparente, y que no se confunda al momento de elegir y pueda distinguir claramente los productos de origen cárnico como aquellos que no contienen ingredientes de origen animal.
Días pasados, hubo un encuentro directivos de ambas instituciones, en el que presentaron a un grupo de legisladores los beneficios, antecedentes normativos en otros países, fundamentos y lineamientos de la iniciativa en la que vienen trabajando en conjunto.
Luego de un interesante intercambio entre los presentes se quedó en seguir analizando e interactuando para abordar más en profundidad este tema.
En Fondo de Olla © respetamos que cada persona se alimente como le plazca, siempre y cuando no se ponga en riesgo la salud y se habla de manera clara, sin mentiras ni publicidades engañosas.
Desde hace tiempo, venimos insistiendo en que hay que decir las cosas por su nombre. De igual forma que no hay hamburguesas sin carne, a los salames "vegetarianos" les caben las generales de la ley.
Y no solo eso: se llama caviar de berenjenas a las berenjenas cortadas a cuchillo, queso de cajú, mayonesa vegan y un montón de estupideces más.
Basta repasar los menús de restaurantes "verdes" (veganos y vegetarianos), para darse cuenta de que las inexactitudes están a la orden del día.
Todo esto forma parte de la necesidad de "vender" a cualquier costo. Está bien que exista este tipo de lugares reservados a una minoría de la población que así lo requiere, pero al mismo tiempo no hay por qué mentir diciendo que ofrecen "salame de espinaca".
Para la Real Academia Española, un salame o salami es un "embutido hecho con carne vacuna, y carne y grasa de cerdo, picadas y mezcladas en determinadas proporciones que curado y prensado dentro de una tripa o de un tubo de material sintético, se come crudo".
Si nos ponemos a hilar fino, por ejemplo, la Denominación de Origen Salame de Tandil es aún más exigente sobre su elaboración: "materias primas obtenidas dentro de la región, con alimentación a base de pasturas y maíz -según sea ganado vacuno y porcino, respectivamente- y con las proporciones establecida de carne vacuna y de cerdo".
Un caso parecido es el que alude al chorizo. Para la RAE, chorizo es un "pedazo corto de tripa lleno de carne, regularmente de cerdo, picada y adobada, el cual se cura al humo".
De manera que si bien queda abierta la posibilidad de que el chorizo sea de otra carne, ya se trate de vaca sola, cerdo y vaca, pollo, cordero, etcétera, el uso de la palabra para designar un "chorizo vegano" relleno de soja o de cualquier otro vegetal es una falacia.
Ni hablar de las carnes sintéticas con supuesto "gusto a carne", que nos hacen acordar a los helados frutales que no se elaboran con frutas sino con saborizantes. Son virtuales estafas a las que estamos sometidos los consumidores.
Lo mismo puede decirse del queso, al que la entidad que regula nuestra lengua, señala como "producto obtenido por maduración de la cuajada de la leche, con características propias para cada uno de los tipos según su origen o método de fabricación". O sea que hablar de un queso de cajú es una flagrante mentira.
Lo cierto es que, en la jerga vegana, es muy común que se apele a denominaciones erróneas ya sea con doble intención, publicidad engañosa, estafa al consumidor desprevenido y confusión generalizada.
Una engaña pichanga a la que hay que eliminar por medio de una legislación basada en criterios científicos y respeto por el consumidor. Que los legisladores escuchen y obren en consecuencia.
El Instituto de Promoción de la Carne Vacuna Argentina (IPCVA) y la Fundación Barbechando, se lanzaron a una "cruzada" para evitar fraudes alimentarios y publicidades engañosas. De esa manera, se podrá distinguir claramente a los productos cárnicos de origen animal de aquellos que no los contienen.
Los consumidores diversifican cada vez más sus gustos y preferencias alimentarias y la Argentina, más allá de mantener su cultura carnívora, presenta también segmentos de consumidores veganos y flexitarianos que se interiorizan por aspectos relacionados al contenido nutricional de los alimentos y sus implicancias en la salud, en el marco de diferentes dietas alimentarias.
El IPCVA y la Fundación Barbechando vienen trabajando en una iniciativa para impulsar a nivel parlamentario la búsqueda de un marco institucional que apunta a evitar fraudes alimentarios y publicidades engañosas.
El objetivo es que el consumidor tome decisiones más inteligentes con información clara y transparente, y que no se confunda al momento de elegir y pueda distinguir claramente los productos de origen cárnico como aquellos que no contienen ingredientes de origen animal.
Días pasados, hubo un encuentro directivos de ambas instituciones, en el que presentaron a un grupo de legisladores los beneficios, antecedentes normativos en otros países, fundamentos y lineamientos de la iniciativa en la que vienen trabajando en conjunto.
Luego de un interesante intercambio entre los presentes se quedó en seguir analizando e interactuando para abordar más en profundidad este tema.
En Fondo de Olla © respetamos que cada persona se alimente como le plazca, siempre y cuando no se ponga en riesgo la salud y se habla de manera clara, sin mentiras ni publicidades engañosas.
Desde hace tiempo, venimos insistiendo en que hay que decir las cosas por su nombre. De igual forma que no hay hamburguesas sin carne, a los salames "vegetarianos" les caben las generales de la ley.
Y no solo eso: se llama caviar de berenjenas a las berenjenas cortadas a cuchillo, queso de cajú, mayonesa vegan y un montón de estupideces más.
Basta repasar los menús de restaurantes "verdes" (veganos y vegetarianos), para darse cuenta de que las inexactitudes están a la orden del día.
Todo esto forma parte de la necesidad de "vender" a cualquier costo. Está bien que exista este tipo de lugares reservados a una minoría de la población que así lo requiere, pero al mismo tiempo no hay por qué mentir diciendo que ofrecen "salame de espinaca".
Para la Real Academia Española, un salame o salami es un "embutido hecho con carne vacuna, y carne y grasa de cerdo, picadas y mezcladas en determinadas proporciones que curado y prensado dentro de una tripa o de un tubo de material sintético, se come crudo".
Si nos ponemos a hilar fino, por ejemplo, la Denominación de Origen Salame de Tandil es aún más exigente sobre su elaboración: "materias primas obtenidas dentro de la región, con alimentación a base de pasturas y maíz -según sea ganado vacuno y porcino, respectivamente- y con las proporciones establecida de carne vacuna y de cerdo".
Un caso parecido es el que alude al chorizo. Para la RAE, chorizo es un "pedazo corto de tripa lleno de carne, regularmente de cerdo, picada y adobada, el cual se cura al humo".
De manera que si bien queda abierta la posibilidad de que el chorizo sea de otra carne, ya se trate de vaca sola, cerdo y vaca, pollo, cordero, etcétera, el uso de la palabra para designar un "chorizo vegano" relleno de soja o de cualquier otro vegetal es una falacia.
Ni hablar de las carnes sintéticas con supuesto "gusto a carne", que nos hacen acordar a los helados frutales que no se elaboran con frutas sino con saborizantes. Son virtuales estafas a las que estamos sometidos los consumidores.
Lo mismo puede decirse del queso, al que la entidad que regula nuestra lengua, señala como "producto obtenido por maduración de la cuajada de la leche, con características propias para cada uno de los tipos según su origen o método de fabricación". O sea que hablar de un queso de cajú es una flagrante mentira.
Lo cierto es que, en la jerga vegana, es muy común que se apele a denominaciones erróneas ya sea con doble intención, publicidad engañosa, estafa al consumidor desprevenido y confusión generalizada.
Una engaña pichanga a la que hay que eliminar por medio de una legislación basada en criterios científicos y respeto por el consumidor. Que los legisladores escuchen y obren en consecuencia.