Taberna moderna limeña

Una esquina con historia, sazón y alma de Bodegón

Miércoles, 24 de julio de 2024

El reconocido chef Gastón Acurio, junto a su gran equipo, recuperan platos y sabores de las más tradicionales recetas criollas en pleno Miraflores, uno de los barrios emblemáticos y polo gastronómico más importante de Lima

El Bodegón - Locales: Avenida Tarapacá 197, Miraflores, Lima, Perú.

Av. Carlos Villarán 500, CC. Santa Catalina, La Victoria, Lima, Perú Web: www.elbodegon.com.pe / IG: @elbodegonlima

De aquellos lugares gloriosos que la ciudad de Lima nos propone en su ruta gastronómica, esta vez visitamos El Bodegón, una esquina con corazón propio, de cocina atemporal y una atmósfera inspirada en los icónicos bodegones porteños de antaño.

El concepto de este restaurante, integrante de la cadena del reconocido chef Gastón Acurio, es rendir homenaje a las antiguas tabernas limeñas que encontraron su auge en los 80´s, y convertirlo en ese punto de encuentro, distendido y familiar, donde se puede disfrutar de esos platos que evocan a la perfección los de recuerdos de niñez. "Las clásicas recetas de la abuela".

De esta búsqueda tan interesante, la chef Cinzia Repetto, tan simpática como cariñosa durante nuestra visita a su salón, nos habló de cómo lograron hacer del menú, una carta bastante variada y extensa, una recopilación de aquellos platos criollos que se cocinaban en la mayoría de hogares limeños por aquella época, adaptándolos a nuevas técnicas culinarias y manteniendo el alto nivel del ingrediente, sello irrefutable de todos los locales del Grupo Acurio.

Vamos ahora a la parte sabrosa del relato...

Para empezar, nos recibieron con el piqueo El Bodegón, una picada tan rica como abundante, ideal para cualquier momento del día: lleva jamón del país, lengua ajamonada, jamón del norte, asado ajamonado, aceitunas, berenjenas, encurtidos, queso, ensalada de papas y tostadas. ¡Todo esto acompañado con los increíbles Chilcanos de la casa que veníamos disfrutando!

Pero esperen que hay más (mucho más). Lo que siguió, la lengua ajamonada a la vinagreta, lejos de hacernos hablar nos dejó mudos del sabor intenso y delicioso que tenía.Luego llegó el chicharrón de pollo "frito a la antigua". Sí, importante detalle el de la descripción, ya que lejos de lo que asociamos hoy en día por chicharrón (fritura empanizada), antes en Lima los pollitos sólo se freían hasta quedar crocantes y te los servían con su respectivo jugo de limón aderezado para darles gusto. Así tal cual te los sirven aquí, para felicidad mía y de todas aquellas generaciones que sentimos haber perdido ese plato con el tiempo.

Sigamos con las entradas, que aún nos quedaban algunos manjares más por probar, como por ejemplo, los zapallitos rellenos gratinados al horno...

Qué puedo decir de este plato tan simple como exquisito. Debo confesar que salí de ahí decidida a que, de todas maneras, iba a incorporar esa receta en mi cocina, de forma muy casera sin duda, pero estoy escribiendo estas líneas y no dejo de saborear en mi mente tan delicioso platillo. ¡Un imperdible de la casa!

Momento del sándwich, hermoso ejemplar armado con abundante jamón de prensa, lengua y encurtidos. Un "must" del lugar...

Una ronda más de chilcanos y estamos listos para los principales. El primero, un clásico de aquellos: riñoncitos al vino con puré y arroz. Y que nadie diga que el peruano no sabe valorar, utilizar y hacer maravillas de todo el recurso.

El siguiente, rigatoni huachanos, nació de la fusión italiana (obvio por las pastas) y peruana (precisamente del norte, de Huacho, donde se elabora la salchicha huachana que le brinda el sabor a la salsa).

Lo que trajeron a continuación fue, para mí, un flechazo directo a la nostalgia. Misma escena de Ratatouille, llegó el plato a la mesa y sentí ese olor inconfundible de una receta que marcó mi niñez, pero contrario a lo que pasa en la película animada, honestamente no me gustaba, y lo evité con todas mis fuerzas durante muchos años. Ese día, en aquella esquina miraflorina, me reencontré con el saltado de hígado encebollado, con su puré de pallares.

Obviamente, en ese momento apelé a mi lado maduro y muy consciente que no es lo mismo la comida a los 10 que a los 40 (casi), decidí darle una oportunidad más, ya que como venía la mano, nada que viniera de esta cocina podía salir mal.

¿El resultado? Eterno secreto que quedará entre las coloridas paredes de El Bodegón, Cinzia, Facu y yo. Pero sí debo recomendarlo como un plato que deben probar por lo menos una vez en la vida. Créanme, vale mucho la pena.

En este punto y ya sabiendo lo que intuíamos desde que entramos (que mucho de la decoración y el concepto del lugar estaba compartido con la idea de un clásico bodegón argento), Cinzia nos deleitó con una milanesa napolitana acompañada de spaghetti al "Alfredo" de ensueño. Cuánta hospitalidad, que persona tan divina, y como dirían por aquí: ¿qué chef tan grossa!

El último plato y del que no nos podíamos ir sin degustar, fue el trigo cremoso con su panceta al cilindro, quesito y cebolla encurtida.

Listo, era todo lo que mi niña interior deseaba: un viaje en el tiempo a través de las comidas más recordadas de mi hogar.

Finalizamos la experiencia y la amical charla con dos postres, que como todo lo que les precedió, no se podían quedar atrás ni en sabor ni en generosa porción: torta de chocolate santo y el milhojas de fresas con crema y manjar.

Increíbles momentos los que pasamos esa tarde. Lugar con muy buena onda, el servicio impecable, música siempre alegre y con vibra ochentosa, ruidoso y divertido.

Planazo para ir en familia y amigos y, sobre todo, el lugar indicado para ir a probar esos platos típicos de la ciudad limeña, llenos de historia, tradición y mucha sazón, como todo buen Bodegón.

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