En la Placita Luna de Enfrente, de Palermo

De aguantadero a huerta comunitaria

Viernes, 9 de julio de 2021

En el barrio "borgeano" de Buenos Aires, hay una placita que lleva el nombre de un libro de poesías que el gran escritor argentino publicó en 1925. Esta historia que vamos a contar es reciente, muy reciente, pero explica cómo "Luna de Enfrente" pasó de ser un aguantadero a transformarse en huerta comunitaria en la que los vecinos pueden participar y obtener vegetales para su propio consumo.

Allá por los inicios del 2020 y cuando la pandemia ya hacía estragos en otros lugares del mundo, preámbulo de la cuarentena más larga que uno pudo imaginar alguna vez en nuestro país, dos hombres caminaban por el barrio de Palermo.

Uno de ellos es restaurateur y vecino. No solo vive allí, sino que en un radio de pocas cuadras posee una parrilla de culto (Don Julio), un neobodegón exitoso (El Preferido), un centro de producción que hoy también funciona como carnicería, y otro local que pronto se sumará al grupo gastronómico. 

El otro es un conocido y talentoso chef que abrevó en la más grande escuela culinaria que hay en el planeta (nada menos que la de Michel Bras en L' Aguiole, Francia). Hablamos de Guido Tassi, que puso el entusiasmo y sus conocimientos en agricultura y alimentos para darle vida a esta loca idea.

Fue así que aquel día de verano en el que, a pocos metros de Don Julio y enfrente del local donde se maduran las carnes, vieron que la placita seca de la esquina de Gurruchaga y Soler, podía ser un lugar donde instalar una huerta para que los vecinos pudieran participar y obtener algunos productos para su propio consumo, así como para ayudar a comedores que alimentan a gente necesitada.

Por entonces, la placita "Luna de Enfrente", nombre que alude al libro de poesías que Jorge Luis Borges publicó en 1925, solo contaba con una hamaca y un subibaja, muy poco utilizados. Por la noche se transformaba en aguantadero o, cuanto menos, en "vivienda" de algunos linyeras.

Lo primero que hicieron Pablo Rivero y Guido Tassi fue presentar el proyecto a la Comuna 14 de la Ciudad, dado que con la nueva legislación son las Juntas Comunales las que tienen autonomía para autorizar este tipo de iniciativas.

De los 7 miembros que la integran, los 5 que pertenecen al oficialismo dieron su aprobación, en tanto que los 2 restantes, opositores, pidieron mayor información para dar su veredicto. Una vez ampliados los alcances del proyecto, no hubo observaciones y, por tanto, se dio comienzo a la obra. No votaron a favor, pero tampoco en contra. 

Fue por aquellos tiempos iniciales, cuando nos enteramos que se había suscitado una controversia que puso en duda la continuidad del proyecto. No fueron los vecinos por supuesto, que desde el vamos vieron con buenos ojos la transformación de la placita en un lugar para participar y hacer algo por la comunidad y por ellos mismos.

Pero... siempre hay "un" pero, y aparece la política "sporca" como decían nuestros abuelos italianos, que es una verdadera máquina de impedir. Es así que un abogado seudoecologista y militante, puso en duda la buena intención del proyecto y eso motivó que se comenzara a difamar a los gestores del proyecto. 

Dicho profesional presentó un recurso de amparo en la Justicia, aduciendo que la aprobación debía emitirse desde la Legislatura de la Ciudad, desconociendo que desde 2005 hay una normativa que concede cierta independencia a las Comunas para adoptar algunas decisiones particulares. 

Esta de la huerta comunitaria era una de las facultades que amparaba la realización de la obra. No solo militante sino también burro.

La verdad es que, por un tiempo, no recibimos más información, solo que sabíamos que ya con la aprobación legal, la huerta comenzó a tomar forma. 

Por eso nos sorprendió recibir un llamado de Pablo Rivero invitándonos a visitar la placita convertida en huerta para los vecinos.

Junto con Pablo y Guido estuvimos observando el progreso que lograron en tan poco tiempo.

Pudimos conocer más sobre el sistema de producción elegido y sobre las variedades que ya tuvieron su primera cosecha simbólica, de 40 kilos de vegetales repartidos entre los vecinos y con un comedor de la zona.

Son esos mismos vecinos que acuden para colaborar con el aporte de compost, a pasar un momento agradable al aire libre, y aun para ayudar en la tarea productiva si es que conocen algo sobre agricultura intensiva.

En el horario diurno en el que la plaza está habilitada, cada hora un empleado del grupo gastronómico Don Julio concurre a tomar un descanso, cuidar las instalaciones e informar a los vecinos que se acercan sobre los alcances del proyecto. 

Los gestores son reacios a decir cuánto se invirtió en la huerta, aunque calculamos que fue algo así como el equivalente a 10.000 dólares. Por otro lado, hay que decir que nada de lo que se cosecha va a parar a los restaurantes citados, ni falta que les hace ya que ellos tienen un acuerdo con productores de la zona de La Plata que los provee todo el año.

Nos cuenta Guido que adoptaron un método de producción llamado "parisino", que data del Siglo XIX. Consiste en utilizar bancales de madera de doble profundidad, que permiten que la siembra sea tupida y que el desarrollo radicular de las plantas se dirija hacia abajo y no a los laterales. Por otra parte, el desarrollo es mucho más rápido y voluminoso.

Respecto al sustrato, nos cuenta que el 40% del compost lo provee el gobierno de la Ciudad a través de la poda de árboles, el 50% es tierra negra y el 10% restante, perlitas.

Cada bancal tiene sistema de desag­üe y recuperación de agua. En este método, hay menor exposición solar y, por ende, menos evaporación y ahorro de un 60% de agua respecto de otros sistemas productivos.

La huerta cuenta hoy con 11 bancales, en dos de los cuales hay plantas nativas que atraen insectos polinizadores. En cada bancal hay un "ecosistema" completo, que integran diferentes familias de verduras y generan simbiosis nutritivas entre ellas.

Por tratarse de la temporada invernal, observamos coles, umbelíferas, liliáceas, etcétera. Pronto, vendrán los tomates reliquia, para darle colorido a la huerta. 

Guido concluye señalando que toda la huerta es orgánica y se basa en los preceptos biodinámicos regido por los ciclos de la luna. Solo que no utilizan los compuestos excéntricos (cuernos de vaca, piedras de las minas de Wanda), que no tienen sustento científico.

Puede sonar duro y contundente. Pero es así, Luna de Enfrente pasó de ser un aguantadero a transformarse en huerta comunitaria. Un logro que demuestra que se puede, sí que se puede, cuando hay gente con vocación solidaria, con ganas de trabajar y de devolver parte de lo que ganan al barrio al que pertenecen.

Pero más que nada, todo es posible cuando la política "sporca" no tiene cabida. Y los abogados inescrupulosos y militantes del "no dejar hacer", menos aún. 

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