Editorial

Desesperados

Domingo, 12 de abril de 2020

Los restaurantes cerraron sus puertas hace un mes. Salvo para los que decidieron hacer delivery (lo que es apenas un leve alivio), no se factura un peso pero las estructuras hay que mantenerlas. Y no se avizora normalidad sino hasta la primavera. Mientras tanto, más tarde que temprano, el Presidente afirma que están estudiando la situación de los monotributistas de las categorías más elevadas y las PyMES. Todo se resume en una palabra: desesperados.

Reír para no llorar. En su último mensaje al país, este fin de semana, el Presidente de la Nación dijo que se están estudiando medidas para atender las necesidades de las Pymes y los monotributistas de las categorías "C" hacia arriba. Los restaurantes, dentro de su gran mayoría, entran en esa categorización.

Por ahora el gobierno solo adoptó medidas paliativas, muy estrechas por cierto, para los que menos tienen. Pero justamente, los que menos tienen la van a pasar peor todavía si esto sigue así y sectores tan gravitantes como la gastronomía y el turismo no son atendidos mientras carecen de posibilidades de pagar los sueldos, cumplirles a los proveedores y abonar las cargas impositivas que aún no se han siquiera postergado.

Causa estupor observar cómo diputados que se llenan la boca defendiendo a las Pymes, hoy están abocados a sacar sí o sí un impuesto a la riqueza. Que no está mal si se hiciera dentro de la legalidad, pero mientras tanto las pequeñas y medianas empresas agonizan.

Mucha tristeza, dice Hugo.

Los restaurantes son Pymes en lo conceptual, aun cuando algunos puedan llegar a tener 50 ó más empleados. Desde hace un mes (y va para largo), no facturan. Y los que lo hacen a través del delivery, en el mejor de los casos juntan no mucho más del 10% de la facturación que tenían antes de la cuarentena.

Va de suyo que el sector venía castigado y en crisis. La caída de la cantidad de cubiertos, la inflación galopante (la de Cristina, la de Macri y la de Alberto) que impide trasladar el aumento en los insumos, los sueldos y los impuestos al valor del cubierto, el agobio tributario, hicieron posible que el sector no pasara por un momento auspicioso.

Se calcula que la gastronomía ofrece trabajo a cerca de 2.000.000 de personas. Estos reciben un sueldo, que ahorra corre serio peligro de que lo cobren. En tanto que ya dejaron de recibir las propinas, que son parte importante de sus ingresos. Esto fue siempre así y les guste o no a algunos es la pura verdad.

Frente a este panorama desolador, el gobierno anunció el otorgamiento de créditos blandos para las empresas. Más allá de que esto en realidad es un salvavidas de plomo, los bancos se hacen los distraídos y piden garantías. El gobierno dice que las da pero nadie les cree. Un círculo vicioso sin solución.

En países racionales como Canadá por ejemplo, el primer ministro Justin Trudeau anunció esta semana que el Estado brindará asistencia directa a los empresarios Pymes por una suma fija de 847 dólares semanales por empleado. Claro que allá todos trabajan, no hay planeros, ni vagos, ni ignorantes, pobres víctimas de décadas de políticas tendientes a igualar hacia abajo.

En un país como el nuestro esa ayuda sería impensada. Y en otros lugares, tampoco. Pero de ahí a no prestar ningún tipo de auxilio hay un largo camino.

Lago Puelo, el golpe de gracia.

Muchas veces la gastronomía va ligada al turismo. Y son los dos rubros más castigados por la pandemia, pero pese a ello nadie habla de los padecimientos que viven los empresarios, trabajadores y proveedores de ambos rubros.

Para estas fechas posteriores a Semana Santa, Fondo de Olla © había programado un viaje a Lago Puelo. Ese mismo rincón patagónico que el año pasado recibió duro castigo por el hantavirus. Y ahora para dar el golpe de gracia, llegó esta pandemia que los ha dejado sin esperanzas. Así lo asegura con tristeza Miguel Sosa, vicepresidente de la Cámara de Turismo de Chubut.

Mavy Jaichenco, chef y esposa de Miguel, quienes poseen cabañas y restaurante en Lago Puelo, nos contaba que antes del coronavirus tenían uno 90% de reservas confirmadas para los fines de semana largos y por supuesto, Semana Santa.

Sosa dice con angustia que no sabe cómo van a hacer a pagar los sueldos y ni siquiera los servicios, ya que ahora llega el frío y los gastos de electricidad y calefacción son altísimos.

En CABA, por su parte, ya hay desesperación porque no existe fecha tentativa de reapertura y cuando la anuncien, todo se va a dar gradualmente.

El récord de Mercado de Liniers, solo abierto por dos noches. 

Se ha cortado la cadena de pagos, que padecen sobre todo los pequeños proveedores artesanales, en tanto que es inminente el hecho de que la mayoría de los restaurateurs dejen de pagar los sueldos. No porque no quieran sino porque no pueden.

Hasta el periodismo se ve perjudicado, porque los medios nos mantenemos con publicidad y ésta es lo primero que se corta. La gente no imagina todo el trabajo que hay en la cadena gastronómica. No es oro todo lo que reluce.

Hugo Echevarrieta, exitoso empresario gastronómico si los hay, nos envía algunas fotos de La Brigada desierta. "Tristeza", es la palabra que utiliza. En los 28 años de vida de su parrilla, nunca le tocó vivir algo semejante. Lo mismo les pasa a sus colegas, como Don Julio, Cabaña Las Lilas, La Cabrera, que hasta febrero pasado contaban con un elevado componente de turistas extranjeros entre sus clientes.

Algo hay que hacer, pero nadie con poder de decisión lo hace. No criticamos la cuarentena, dado que los especialistas consideran que es indispensable para controlar la enfermedad. Pero mienten los que dicen que primero está la salud y la economía puede quedar para después. Después será tarde. Después todos se habrán fundido.

Desesperación, angustia, tristeza, incertidumbre, desesperanza. Todos adjetivos válidos para definir nuestro estado de ánimo.

Mientras tanto, los únicos que no pierden son los políticos, que no quieren saber nada con bajarse los sueldos. Quizá el peronismo haga realidad su intención de igualar para abajo y que desaparezca la clase media. Lo que no pudieron largas décadas de gobiernos populistas, militares y neoliberales, lo pueda conseguir el coronavirus.

Pese a todo, seguiremos luchando. Desamparados, eso sí, porque los que pueden pareciera que no quieren ayudar. Y solos no podemos. Pero lo peor que se puede hacer es bajar los brazos.

Para el final tomamos como propias palabras de Manuel Jamardo, de la Pizzería La Continental, quien en su página de Facebook dice: "Hay unos pocos hdp que no lo entienden, pero por todo el resto de los integrantes del equipo seguiré adelante". Muchos piensan como él, afortunadamente

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