Hijos y entenadosLunes, 5 de noviembre de 2018Hijos biológicos privilegiados y bastardos sin derechos. Jurados "distraídos" y/o ineptos, salvo honrosas excepciones. Así las cosas, los concursos gastronómicos resultan ridículos, absurdos, y nada creíbles.
Quien esto escribe fue solamente jurado una vez en un encuentro gastronómico. Fue en el Concurso Menú Tigre, donde nos tocó compartir la mesa con el entonces intendente Sergio Massa; el desaparecido secretario de Seguridad del Municipio, Diego Santillán; el actor Osvaldo Laport, y el director del IAG, Ariel Rodríguez Palacios. Fue debut y despedida.
Luego ayudamos un par de años en la confección de las listas previas del Día del Gourmet pero sin derecho a voto vinculante. No como miembro de un jurado sino de la organización.
Es que a uno no le gusta quedar pegado en una decisión que pareciera no ser la correcta. Me pregunto cómo podría seguir adelante, con la frente en alto, luego de que Narda Comedor figure en los 50º Best Restaurants LATAM y nuestros lectores supieran que somos parte de los que votan. Si yo fuera jurado y dijera a quién voté cometería una infidencia que no me perdonarían.
¿Cómo digerir entonces que en la elección del mejor pesto al mortero hubiera una artista plástica, o un ignoto "experto" en gastronomía italiana? Para colmo que nadie sabe quién elige a los miembros del jurado y por qué razón.
¿Quizá no hubiera sido más razonable convocar a un chef italiano con trayectoria local? ¿O un integrante de Santa Rosa, sponsor del evento? No a los amigos de la organización del Gobierno de la Ciudad.
Pues bien, así las cosas, nunca habrá credibilidad en este tipo de concursos, listas o como quiera llamárselos. Porque para ser jurado tenés que aceptar las reglas del juego y para algunos como nosotros, eso resulta inaceptable. Sería renunciar a los principios y encima gratis, aunque por ahí te ligás un viaje de rebote.
Dejemos el pesto porque al final de cuentas tiene una trascendencia relativa. Pero en los 50º Best, si uno ve que un periodista que vota está presente en la gala y se saca fotos con los cocineros de su país, cuanto menos hay que desconfiar.
¿Cómo podrán explicar los jurados locales que un restaurante con trayectoria mínima (casi menos de un año) como Narda Comedor entre en la lista y desplace a chefs con trayectoria como Darío Gualtieri o Martín Rebaudino. El año pasado sucedió lo mismo con Proper, que curiosamente entró por la ventana por ser sus propietarios discípulos de la todopoderosa Narda.
De los tres, Gran Dabbang es sin dudas el mejor. Pero en el contexto de un restaurante que cumpla con los tres baluartes de la gastronomía (comida, servicio y ambiente), consideramos que es una exageración que haya sido incorporado a la lista y hayan excluido a Crizia, por ejemplo.
Ya de por sí resulta extraño que mientras en los países vecinos el mejor restaurante es de alta cocina, acá se fueron a una parrilla, de las buenas por supuesto, pero consideramos un error eso de limitar la gastronomía argentina a la carne asada.
Los jurados locales debieran explicarlo: ¿cómo es que borraron de un plumazo a La Cabrera, que hasta el año pasado siempre había estado y de pronto desapareció a expensas de Don Julio? Luego discutiremos si a cada uno le parece bien o mal, pero cuanto menos resulta muy extraño.
Quien parece no haber digerido que su restaurante haya quedado debajo de Don Julio es Germán Martitegui, quien esta vez decidió no concurrir a la gala.
Lo cierto es que nos da vergüenza ajena lo que pasa aquí y en otros lados también. Porque en cada lugar se cuecen habas. Boragó es para la lista el número 4 de Latinoamérica y el mejor de Chile. Lo cierto es que no puede ni atarle los zapatos a 040, que entró colgado de los últimos puestos.
Que en el Perú esté un restaurante como Osso, donde exageran al máximo la maduración de la carne, suena muy raro. Como que la Capital Gastronómica (verdadera) de América latina, tenga un restaurante menos que la Argentina.
Oh casualidad (o causalidad), pero el año que viene y el 2020 Buenos Aires será sede del Circo Sarrasani de la gastronomía. Que pagaremos los sufridos contribuyentes porteños sin que nadie nos haya pedido opinión.
Es evidente que en toda esta movida hay hijos y entenados. Y es la Corpo quien maneja los hilos a destajo. Pareciera que si no formás parte de ella o buscás los votos en otro lado como hace El Baqueano, o bien sos tan bueno como Aramburu y Chila que no pueden dejar afuera porque sería un gran papelón, sos considerado un hijo bastardo.
Pero a veces los hijos legítimos llegan a posicionarse porque corren con el caballo del Comisario. Y los entenados no cobran ni un peso de la herencia.
Hijos biológicos privilegiados y bastardos sin derechos. Jurados "distraídos" y/o ineptos, salvo honrosas excepciones. Así las cosas, los concursos gastronómicos resultan ridículos, absurdos, y nada creíbles.
Quien esto escribe fue solamente jurado una vez en un encuentro gastronómico. Fue en el Concurso Menú Tigre, donde nos tocó compartir la mesa con el entonces intendente Sergio Massa; el desaparecido secretario de Seguridad del Municipio, Diego Santillán; el actor Osvaldo Laport, y el director del IAG, Ariel Rodríguez Palacios. Fue debut y despedida.
Luego ayudamos un par de años en la confección de las listas previas del Día del Gourmet pero sin derecho a voto vinculante. No como miembro de un jurado sino de la organización.
Es que a uno no le gusta quedar pegado en una decisión que pareciera no ser la correcta. Me pregunto cómo podría seguir adelante, con la frente en alto, luego de que Narda Comedor figure en los 50º Best Restaurants LATAM y nuestros lectores supieran que somos parte de los que votan. Si yo fuera jurado y dijera a quién voté cometería una infidencia que no me perdonarían.
¿Cómo digerir entonces que en la elección del mejor pesto al mortero hubiera una artista plástica, o un ignoto "experto" en gastronomía italiana? Para colmo que nadie sabe quién elige a los miembros del jurado y por qué razón.
¿Quizá no hubiera sido más razonable convocar a un chef italiano con trayectoria local? ¿O un integrante de Santa Rosa, sponsor del evento? No a los amigos de la organización del Gobierno de la Ciudad.
Pues bien, así las cosas, nunca habrá credibilidad en este tipo de concursos, listas o como quiera llamárselos. Porque para ser jurado tenés que aceptar las reglas del juego y para algunos como nosotros, eso resulta inaceptable. Sería renunciar a los principios y encima gratis, aunque por ahí te ligás un viaje de rebote.
Dejemos el pesto porque al final de cuentas tiene una trascendencia relativa. Pero en los 50º Best, si uno ve que un periodista que vota está presente en la gala y se saca fotos con los cocineros de su país, cuanto menos hay que desconfiar.
¿Cómo podrán explicar los jurados locales que un restaurante con trayectoria mínima (casi menos de un año) como Narda Comedor entre en la lista y desplace a chefs con trayectoria como Darío Gualtieri o Martín Rebaudino. El año pasado sucedió lo mismo con Proper, que curiosamente entró por la ventana por ser sus propietarios discípulos de la todopoderosa Narda.
De los tres, Gran Dabbang es sin dudas el mejor. Pero en el contexto de un restaurante que cumpla con los tres baluartes de la gastronomía (comida, servicio y ambiente), consideramos que es una exageración que haya sido incorporado a la lista y hayan excluido a Crizia, por ejemplo.
Ya de por sí resulta extraño que mientras en los países vecinos el mejor restaurante es de alta cocina, acá se fueron a una parrilla, de las buenas por supuesto, pero consideramos un error eso de limitar la gastronomía argentina a la carne asada.
Los jurados locales debieran explicarlo: ¿cómo es que borraron de un plumazo a La Cabrera, que hasta el año pasado siempre había estado y de pronto desapareció a expensas de Don Julio? Luego discutiremos si a cada uno le parece bien o mal, pero cuanto menos resulta muy extraño.
Quien parece no haber digerido que su restaurante haya quedado debajo de Don Julio es Germán Martitegui, quien esta vez decidió no concurrir a la gala.
Lo cierto es que nos da vergüenza ajena lo que pasa aquí y en otros lados también. Porque en cada lugar se cuecen habas. Boragó es para la lista el número 4 de Latinoamérica y el mejor de Chile. Lo cierto es que no puede ni atarle los zapatos a 040, que entró colgado de los últimos puestos.
Que en el Perú esté un restaurante como Osso, donde exageran al máximo la maduración de la carne, suena muy raro. Como que la Capital Gastronómica (verdadera) de América latina, tenga un restaurante menos que la Argentina.
Oh casualidad (o causalidad), pero el año que viene y el 2020 Buenos Aires será sede del Circo Sarrasani de la gastronomía. Que pagaremos los sufridos contribuyentes porteños sin que nadie nos haya pedido opinión.
Es evidente que en toda esta movida hay hijos y entenados. Y es la Corpo quien maneja los hilos a destajo. Pareciera que si no formás parte de ella o buscás los votos en otro lado como hace El Baqueano, o bien sos tan bueno como Aramburu y Chila que no pueden dejar afuera porque sería un gran papelón, sos considerado un hijo bastardo.
Pero a veces los hijos legítimos llegan a posicionarse porque corren con el caballo del Comisario. Y los entenados no cobran ni un peso de la herencia.