Feria ATP

Masticar a mandíbula batiente

Martes, 10 de mayo de 2016

Masticar sumó este año el predio del Polideportivo Colegiales, pero aun así los horarios picos del fin de semana fueron caóticos. Hubo dos tipos de públicos: los que buscaban buenas comidas y los que solo querían selfies.

La feria es tan grande y la opciones tan imposibles de abarcar, que en Fondo de Olla intentamos recomendarles a los lectores algunos stands, food trucks o puestos, como quieran llamarse, para no perder tiempo ni tampoco lo bueno que había que conocer.

Mucha gente, amante de la milanga con fritas, las hamburguesas de frigorífico y poco más que eso, nos hizo pito catalán porque lo único que querían era sacarse selfies con Narda y sus amigos.

Es que Masticar da para todo, atrae multitudes y a nadie parece importarle si hay que hacer cola, pagar mucho (en el “Mercado”, donde los puesteros tienen que entregar el 20% de lo que venden, no abundaban los precios tentadores precisamente) o chocarse con todo el mundo como si fueras a abordar un metro en Tokio, aunque aquí con gente menos educada, lógicamente.

Los “mercaderes”, al menos algunos de ellos, se quejaban de que habían vendido un 40% menos que el año pasado. Igual, son muchos los que hacen prevalecer el imperio del marketing por sobre el negocio inmediato. Y no van a ganar sí o sí.

A los restaurantes y/o chefs les fue mucho mejor, y bien merecido lo tienen (la mayoría, bah). Por ejemplo, encontrarse con un fenómeno como Patricio Negro (Sarasanegro, Mar del Plata) sin viajar 400 kilómetros fue una situación puntual que hizo que mereciera la pena concurrir a la Feria. Sus vieiras con panceta y el escabeche de raya resultaron ser dos de las mejores comidas de Masticar.

Otros, los cholulos querían ver a los de la tele, a los amigos de Narda, “dueña de la cocina” de Masticar y hacerse una fotito para la posteridad. Ni saben que Sarasanegro es uno de los mejores restaurantes de la Argentina y que Patricio ama tanto los pescados que hasta se tatuó uno en su brazo derecho.

MASTICAR ATRAPÓ UNA MULTITUD Y DEJÓ EN EVIDENCIA EL INTERÉS QUE HAY EN EL PÚBLICO POR LA GASTRONOMÍA. AUNQUE TAMBIÉN HAY QUIENES VAN POR LA SELFIE CON LOS AMIGOS DE LA "DUEÑA DE LA COCINA".

A nosotros, nos dio un poco de pudor ver dentro el food truck de dos de los mejores cocineros argentinos (Fernando Mayoral y Guido Tassi), a varios de los mediáticos que no les llegan a los talones a estos discípulos del gran Michel Bras. Las fotos hablan por sí solas. Pero Masticar es así, la Biblia y el Calefón. Todo junto, tomá lo que te gusta y lo otro seguí de largo.

La Feria es también un ámbito ideal para charlar con los amigos, muchos de los cuales se desvelan por invitarte. Como Danilo Ferraz, de 1893 y sus pizzas a la parrilla, y Pedro Picciau que nos conminó a probar su porchetta, focaccia y lasagna. Dos grandísimas personas, además de que lo son como cocineros.

Pasamos por lo de Gabriel Oggero, rodeado de ostras y más ostras. Por Don Julio, donde Pablo Rivero hacía probar su famosa entraña y la provoleta de Cabras de Cafayate. No llegamos a probar el chorizán de La Cabrera, ya que el choribondi estaba completo de pasajeros. Fue el plato más vendido el año pasado y aún no sabemos con certeza, pero debe haber repetido en esta edición 2016.

Nos recibió Soledad Nardelli, en Chila, donde sorprendía con sus empanadas negras rellenas de vacío hecho al carbón y su versión del Revuelto Gramajo. Tomás Kalika, con sus pintorescos cocineros sacando el pastrami cual tesoro de los hornos y la coliflor al estilo Eyal Shani.

O el siempre bondadoso Pablo Buzzo, cuyo gravlax de trucha arco iris merecía un cuadrito.

Pasamos por Elena y La Mar, ya casi sin aliento, prometiendo volver otro día (que no cumplimos por una inoportuna gripe) con ganas de probar el chivito de Malargüe y los helados Dolce Morte (Juan Gaffuri y Joaquín Grimaldi se bancaron los cuatro días). Y el chorifish y los cebiches de Anthony Vásquez,

a quien se lo veía eufórico acompañado por su familia, de visita en Buenos Aires.

Por ahí la dupla Gipponi- Rastellino terminaba festejando la tonelada de langostinos vendidos en esta edición de Masticar. Eso fue el domingo tarde y nosotros seguíamos entre sábanas.

Pasamos por la motoneta cafetera de Segafredo Argentina, acompañando a Nucha. Y las barras de Gancia, que nos dejó varios gin tonics encima, como para apaciguar momentáneamente la gripe q ue se incubaba aceleradamente.

Había que elegir, claro, y tratamos de hacerlo con criterio. Nos quedaron cosas en el tintero, seguramente. Sea como fuere Masticar vale la pena, total uno elige lo que le gusta. Y si a los cholulos les gustan Narda y sus amigos, adelante nomás. Hay para todo. Son las reglas del juego y uno sabe a qué atenerse.

Dicen que en las cuatro jornadas fueron 250.000 personas, una locura de gente. Ya sabemos que organiza Acelga, y esta verdura depende de cómo la conserves: mejor comerla rápido y no dejar que se ponga mustia. No sea que de sacarte tantas selfies la tengas que tirar a la basura lamentando el tiempo perdido.

Pero cuando algo tiene éxito, hay que prestar atención y respetar. Aun cuando no todo nos guste. Todo esto avala una cosa que nadie discute: hay un gran interés por la gastronomía, como nunca antes. Lástima los ausentes, que a veces por pensar distinto, no son bienvenidos.

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