Los argentinos tenemos un problema: parecemos adolescentes. No nos gustan las críticas y reaccionamos de una manera desmedida ante ellas. No las soportamos, las tomamos como un ataque personal.
¿Tanto nos cuesta reflexionar sobre el asunto? ¿Tan difícil es poder intercambiar opiniones sin agredirnos? ¿Es tan complicado aceptar comentarios desfavorables? ¿Acaso no se puede aprender de los errores que nos marcan los demás?
Como se habrán dado cuenta, todo lo que expresamos mucho tiene que ver con un par de notas que tienen como protagonista a Germán Martitegui, chef propietario de Tegui. En una de ellas, hacemos una crítica de su restaurante y en otra, comparamos sus actitudes con las de Thomas Keller, su colega de Per Se (Nueva York), quien pidió disculpas ante un artículo negativo del New York Times.
Si bien la mayoría de los lectores avaló nuestra crítica (precisamente varios son los que se sintieron defraudados con su comida), otros reaccionaron con virulencia con comentarios del tipo “me parece muy poco ético y poco profesional lo que pusieron en esa afirmación sobre Tegui; parece un revanchismo barato defrauda y mucho”.
Fondo de Olla ® envió a un experto colaborador, que comió, bebió, pagó y opinó. Y también sacó un par de fotos, algo que no está prohibido pero sí molesta muchísimo al chef. Aunque si uno paga dos lucas un cubierto, parecería que hay que tratar mejor a los clientes.
Otro comentario (y perdonen la grosería, pero es lo que escribió un lector), decía: “las internas le rechupan un huevo a la gente, capo. Bajen un cambio”. Ninguna interna. Opinamos sobre lo que vimos y comparamos actitudes. Ni más, ni menos.
Hay más: “es por estas cosas que muchos restaurantes de Buenos Aires no los quieren ya...difundan la cultura, no ataquen a los chefs o restaurantes que son, al final del día, los protagonistas de todo esto”. Somos periodistas, no una agencia de prensa. No buscamos amistades. Solo opinar sobre un tema en particular y con datos objetivos (aunque la opinión, claro está, siempre va a ser subjetiva).
El último mensaje expresaba: “igual, chicos... es The New York Times. Es sabido que sus críticas te salvan o te hunden. No intento ni por un segundo menospreciar a Fondo que se pasa de genial, pero no hay que perder el contexto”. Vaya descubrimiento; obvio que no somos The New York Times. ¿Pero por eso no podemos tratar de hacer lo mejor posible nuestro producto periodístico?
El que es amigo de todos no es amigo de nadie. Fondo de Olla ® tiene un lugar ganado en la prensa gastronómica, justamente por no practicar el amiguismo por conveniencia.
Está claro que es mejor negocio ser “amigos” de todos, celebrás los cumpleaños familiares sin pagar, viajás, te chupan las medias, te endiosan, pero no es la idea de Fondo de Olla, cuyo éxito se debe precisamente a ofrecer una versión diferente de la gastronomía.
Aún con errores, tratamos de hacer periodismo crítico en un país y un rubro muy acostumbrado al elogio fácil, al amiguismo, a las críticas interesadas. Hay excepciones, claro. Por caso, uno de nuestro blancos preferidos, Francis Mallmann, jamás ha respondido mal a una crítica. Quizá sea que nos da poca o nula importancia y por ende, nos ignora. Puede ser. Pero tampoco agrede.
Con Martín Rebaudino tuvimos un inconveniente, es cierto. Pero luego él reflexionó y todo terminó muy bien. Jamás ese desencuentro fue motivo de que hiciéramos un comentario negativo de Roux, un restaurante al que solo hemos elogiado, porque se lo merece. Cero revanchismo de nuestra parte, estimado lector.
Otro caso es el de La Cabrera, un éxito rotundo de público y un mérito grande de su creador, Gastón Riveira. Sin embargo, nosotros hemos cuestionado su ubicación en una guía, sin que esto vaya en desmedro de su calidad. Esto no ha sido impedimento para que tuviéramos publicidad de la parrilla el año pasado. Eso se llama madurez, sentido común, seriedad.
Hace pocos días, en Facebook, uno de los responsables de Fondo de Olla fue atacado duramente por un chef mediático que hoy vive su momento de fama, quizás efímera, quizás no. Llegó inclusive a provocar diciendo que le esquivamos la mirada. Y a intimidar con su imponente físico. Gracias por darnos importancia, pero quien realmente se sabe capaz y seguro contesta con altura (y no hablamos de la estatura de este señor, precisamente).
El periodismo consiste en contar lo que algunos no quieren que se sepa. Por eso nos dicen que somos el “cuarto poder”. Eso intentamos hacer en Fondo de Olla ®, aunque hablemos de gastronomía, que parecería ser un tema menor pero no lo es de ninguna manera.
En una casa histórica de más de 100 años, que perteneció al sobrino del expresidente Carlos Pellegrini, se instaló Muyè, el nuevo proyecto gastronómico de Marcelo Böer, junto a Fernando Bertuol. Tuvimos la oportunidad de conocer el lugar en la marcha blanca. Todavía en etapa de experimentación, de prueba y error, encontramos una propuesta en la que sincronizaban armoniosamente cocina, ambiente y servicio.
El hombre es un maestro, solo que para hacer plata. Como cocinero, es del montón. Y no para de llamar la atención con excentricidades como ésta: una milanesa crudeli crudeli. Contradicción pura, el chef que quema todo, acá te encaja una milanga que da asco de solo verla. Y los periodistas obsecuentes aplauden, como siempre. En tanto que los comensales ingenuos creen que están disfrutando de la obra de un genio.
En La Brasserie Petanque, la Revolución Francesa se festeja con todo. Este año, el sábado 12, el domingo 13 y el lunes 14 de julio, habrá un menú especial con vinos de la Bodega Escorihuela Gascón y agua Perrier.