Conocimos a Ezequiel Gallardo en la última etapa de Katrine, el mejor restaurante de la década del ’90, que marcó una época en Puerto Madero cuando nacía el barrio más joven de la ciudad.
Tras ello, el chef tuvo varias experiencias en los que dejó el sello de su estilo, basado en ingredientes nobles y un manejo excelso de esos mismos productos. En definitiva, una cocina nada pretenciosa pero de alto nivel, algo así como un elogio de la sencillez.
Desde hace varios años, Ezequiel cocina en Treintasillas, su reducto “a puertas cerradas”, en el barrio de Colegiales. La dirección exacta será develada al momento de hacer la reserva.
Para acceder a Treintasillas hay que escribir un mail o llamar por teléfono. Ahí te darán la dirección y las instrucciones.
Fuera de las noches de jueves y viernes, el chef recibe reservas para eventos y cenas especiales. Por discreción no vamos a dar nombres, pero damos fe de que gente famosa y muy poderosa suele ocupar algunas de las treinta sillas de Ezequiel.
El local posee un salón principal y un quincho en el fondo, apto para asados y demás menesteres gastronómicos.
Hay un menú fijo de cuatro pasos, de excelente relación precio calidad, cuyo valor incluye bebidas no alcohólicas y café. El vino se paga aparte, a buen precio y con servicio impecable (temperatura adecuada, entre otros factores, que no suelen ser tan comunes en nuestra gastronomía).
Los platos cambian semanalmente, pero para dar una idea descriptiva, tomamos uno de los que Ezequiel preparó últimamente: paté de foie, chutney de tomate, pan brioche y berro; langostinos, chaucha, espinaca; miel y limón; ojo de bife braseado, calabaza, rúcula y chimichurri; cheesecake de chocolate blanco.
Treintasillas es un lugar mal llamado de “a puertas cerradas”. En realidad, es fácil abrirlas y bien que vale la pena hacerlo.
Todo nació de una charla del chef Ítalo Germán Ruberto con el gerente del Hotel Esplendor Buenos Aires Tango, ubicado en Rivadavia 847 entre Suipacha y Carlos Pellegrini. La idea fue incorporar platos icónicos de la gastronomía hotelera de la ciudad, que parecían olvidados. ¿El resultado?: recuerdos, nostalgia, una cocina para que no te olvides y de relación precio calidad excepcional.
Por razón precio calidad, Cruz Omakase se destaca como un verdadero "best-buy". Sin sofisticaciones innecesarias, su propuesta permite disfrutar de una docena de pasos que van in crescendo, al tiempo que también podés optar por opciones de handrolls y una selección de etiquetas de la vinoteca vecina del mismo nombre, así como la reciente incorporación de whiskies japoneses.
"Capricho, deseo vehemente, ilusión". Así define la Real Academia Española a la palabra "berretín". Y esas tres cosas son las que llevaron a un holandés a abrir un restaurante a su propio gusto y piacere. Para ello se afincó hace un tiempo entre nosotros porque, como nos dijo, "Buenos Aires es como estar en Europa, pero lejos de todo". Se llama Nicolás Houweling y, junto a su hermana Bente (que estará a cargo del café de la planta baja de próxima apertura), abrió "Presencia", un restaurante en el que quiere también omitir todo lo que le parece inapropiado cuando uno sale a comer afuera. Para ello, convocó al chef Rodrigo Da Costa, de último paso por "Le Réve". Nuestra visita coincidió con el fin de la marcha blanca y comienzo del servicio al público. Impecable todo.