Hay que evitar los excesos

Comer mucho no siempre es comer bien

Viernes, 31 de marzo de 2017

Al argentino medio le encanta ver un plato repleto de comida, aunque la calidad de lo que te sirven sea evidente. Por eso a veces es mejor poco pero bueno.

Para los que quieren comer mucho y no les importa la calidad de lo que comen, se inventaron los tenedores libres. La gente que acude a estos lugares creer tener la viveza criolla de pagar poco y deglutir más allá de lo normal (y después te dice, lo jodí al chino, pagé dos mangos y me comí todo).

Hay también restaurantes con pretensiones gourmet que apelan a platos monumentales, fácilmente compartibles entre tres personas o quizá más, que tienen precios exorbitantes y te obligan a comer lo mismo que tenía ganas el compañero ocasional de mesa pero vos no lo hubieras elegido.

Las exageraciones llegan también a la cantidad de ingredientes, que terminan por taparse unos a otros y uno no sabe realmente qué es lo que está comiendo.

Al público local le encantan esos infames braseros repletos de riñones, nunca de mollejas, con carne de escasa calidad tipo falda, que se recocina y te impregnan la ropa de un ahumado que te persigue hasta que vuelvas a tu casa.

Si uno se despoja de la glotonería, por ejemplo comer en cualquier Farola esas milanesas abominables con poca carne, mucho pan rallado y fritanga barata, la única opción que nos queda es apelar a la a veces ingrata tarea de ser chef de un restó gourmet.

Hemos soportado alguna vez que alguien criticar a un restaurante como Chila, porque pagaste mucho y comiste poco. Claro, lo que te dieron era de una calidad nada frecuente por estos lares. A ellos, los glotones, eso no les importa demasiado.

"Lo bueno si breve dos veces bueno" decía Baltasar Gracián (frase que durante años salía en la tapa del legendario y desaparecido Diario El Mundo). Y esto va perfecto en la gastronomía. La Alta Cocina es eso, una sucesión de pequeñas obras de arte culinario que te satisfacen y que en todo caso, te dejan con ganas de más pero no por hambre sino por gula.

Recordamos una visita al Restaurante Maido, en Lima, donde el menú degustación de 16 pasos nos dejó pipones, pero al mismo tiempo para nada pesados. Nos decía Micha, el chef propietario, que está todo calculado: medio kilo de comida repartida entre tantos platos, cada uno más rico que el anterior.

No estamos diciendo que todo lo que viene en cantidad sea malo y que haya que evitarlo. Solo queremos decir que no siempre comer abundante significa comer bien. Un asado con amigos, por ejemplo, te lleva inexorablemente a los excesos. Un menú de platos pequeños, pero superlativos en su calidad, sería la contracara. Nos gustan ambas opciones.

Siempre, de todas formas, es mejor la calidad que la cantidad. Y si hay cantidad, al menos que lo que te sirven sea de calidad. Una verdad de Perogrullo.

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