No le hace asco a nada, salvo a la carne de perro

Se está comiendo el mundo

Lunes, 20 de febrero de 2017

La abúlica televisión por cable vinculada a la gastronomía (y por carácter transitivo también la abierta), tiene en "Me voy a comer el mundo" (Canal El Gourmet) un soplo de frescura que no es habitual encontrar hoy en día.

Son contados con los dedos de la mano los programas de televisión sobre viajes gastronómicos, realizados en diferentes partes del mundo, que realmente merezcan la pena. 

En una época, la de los comienzos, el Canal El Gourmet tenía producciones propias y enviaba a sus cocineros al exterior. Hoy son todos programas viejos repetidos hasta el hartazgo o enlatados que se compran afuera. 

De lo más reciente, podemos rescatar "Alemania: Tradición y Sabores", con Pedro Lambertini, una serie de emisiones que dio que hablar. Por ello, invitamos al chef a contar sus impresiones sobre el ciclo en Fondo de Olla y esas notas tuvieron excelente repercusión. 

Antes, en los inicios de este canal, el chef Bernard Claus, hoy un tanto alejado de los fuegos, resolvía con propiedad su rol de conductor y guía por las comidas del mundo.

No podemos dejar al margen a Donato de Santis, quien en su momento recorrió su Italia mostrándonos los entretelones de esta cocina tan ligada a las preferencias de los argentinos.

Poco más que eso. No nos gustó lo de Mallmann en París haciendo una baguette de jamón y queso debajo de la Torre Eiffel. Ni lo de Narda, que viajaba por los países asiáticos, aunque nunca tuvo ángel ni carisma en ese papel de "animadora".

Como se observa, son todos cocineros, nunca un periodista. Y ahí está lo que diferencia a "Me voy a comer el mundo", un programa del Canal Cocina, de España, conducido por Verónica Zumacalárregui, emitido por El Gourmet.

Verónica, que no cocina sino esporádicamente, se limita a decir "umm qué rico" o "qué bueno", sin aburrirnos con explicaciones que resultan innecesarias y obvias, no buscarle excentricidad o rebuscamiento a sus comentarios.

La única crítica al programa está dirigida al musicalizador que, como desconoce lo que se escucha en cada país, ni parece tener interés en averiguarlo, arregla las cosas poniendo ópera a pesar de que la conductora y las cámaras estén en Suecia o en Perú

En sus recorridas, la española cuenta con el aporte de cocineros y periodistas locales que hablan nuestro idioma y que nos llevan a lugares que, en otro caso, sería imposible que llegáramos a ubicar.

Sin dudas que este oficio a lo Marley, pero con mucho menos show y buen criterio periodístico, ha llevado a la conductora a probar comidas extrañísimas, de esas que te ponen al borde del asco y la repugnancia.

La peor de todas, sin dudas, ha sido la experiencia con la carne de perro en Corea. La pobre Verónica, por más que le dijeran que son animales criados especialmente para faena, apenas probó una cucharada de sopa, pero de inmediato desistió de probar un plato con carne, más que nada por una cuestión ética, ya que ella está acostumbrada a probar los alimentos más asquerosos al estilo Marley. Pero en los 22 capítulos de la primera temporada (ya se exhibieron todos y el canal está repitiéndolos), la conductora probó paloma rellena en Egipto, pez fugu en Tokio, comió con los beduinos en Dubai, se arriesgó con la comida callejera en Nueva Delhi, se atrevió a entrar en una favela carioca, se animó a los gusanos vivos en Pekín y todo tipo de insectos en Bangkok, y hasta cuy (conejito de Indias) en Lima, entre otras rarezas.

Lo más fuerte, tal vez haya sido el llamado surstromming sueco. Son arenques del mar Báltico fermentados. Cuando se abre la lata sueltan un olor fétido, a tal punto que siempre la apertura la hacen al aire libre para que la casa no quede impregnada con ese aroma tan desagradable.

En definitiva, es un programa que nos aporta conocimientos y entretiene. Lástima que ya no quedan capítulos para estrenar. Ojalá haya una segunda temporada. No todo es Netflix y su Chef's Table en la tele gastronómica. 

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