Lo que abunda sí puede dañar

Ferias de Vinos, ¿Quo Vadis?

Miércoles, 21 de septiembre de 2016

Este año se han multiplicado las ferias de vinos. A mucha gente les pueden ser útiles para conocer las novedades del mercado, pero también nos da la sensación de que las bodegas van por el camino equivocado. Con un poquito más de contenido en las copas, no se funde nadie.

"Lo que abunda no daña", dice el conocido refrán, pero éste no parece caberles a las ferias de vinos. Este año hemos visto hasta el hartazgo cómo se multiplicaron después de un tiempo en que todo estaba muy tranquilo.

No era otra cosa que la calma que precedía a la tempestad. Hemos recibido un sinnúmero de invitaciones en los últimos meses, que mucho agradecemos, pero finalmente lo mejor fue desistir por razones que vamos a enumerar.

Más allá de haber concurrido a presentaciones de algunas bodegas, en las cuales como los invitados son periodistas (y eventualmente sommeliers), se pueden probar los vinos y charlar tranquilamente con los enólogos.

En cambio, pese a que las ferias más grandes suelen tener un horario "VIP" para la prensa e invitados especiales que suelen ser los clientes de las bodegas, el balance siempre termina siendo decepcionante.

La única feria a la que concurrimos este año fue la de Clusters y Cabaña Piedras Blancas. Aquí mucho tuvo que ver la participación de nuestro amigo Carlos González, que servía generosas porciones de sus grandes quesos.

Pero, claro, se trata de la excepción que confirma la regla. Cansados estamos de ver cómo en los stands de productos alimenticos te dan a lo sumo un cubito de medio por medio centímetro, cual dádiva a los sufridos y hambrientos concurrentes de garganta seca.

Precisamente, en el caso del vino, la cosa es mucho peor. Te dan una copa de mala calidad al ingreso, lo cual va en contra de los propios intereses de las bodegas que participan. Las únicas veces en que nos llevamos gratas sorpresas, ocurrió en Punta del Este Food & Wine, en distintas ediciones del festival que organizaba Gabriel Bialystocki, que hasta llegó a entregar copas Riedel a los asistentes. Otra rara avis.

¿Por qué decimos que en definitiva las ferias no sirven al conocedor y menos aún a los periodistas? Por dos motivos muy simples: el primero tiene que ver con la cantidad de vino que los promotores sirven en la copa. Parecen gotas de Hepatalgina. La nada misma. No te preocupes que no te vas a emborrachar.

Es que después de hacer una cola aun en horarios Vip, un centímetro cúbico de la noble bebida es una especie de burla al sentido común. Señores, uno no está mendigando que le den de probar determinado vino, si lo van a hacer por favor que sea en cantidades generosas. Mejor que sobre y no que falte, ya que estamos hoy con los dichos.

Sucedió peor aún con el nuevo espumoso de una bodega de capitales chilenos, que se lanzaba de con manera rimbombante por ser un producto que demandó diez años de elaboración. Un Millésimmé cosecha 2006. Nada por aquí, nada por allá. Al menos no apareció durante nuestra presencia en la feria de los distribuidores. Ahí hasta hubiéramos agradecido la pequeña dosis homeopática.

LAS FERIAS DE VINOS SON LAS CARAS DE UNA MISMA MONEDA: POCO VINO, ESCASA COMIDA, MUCHA GENTE, NADA POR AQUÍ NADA POR ALLÁ. Y ENCIMA CADA VEZ HAY MÁS SUPERPOSICIONES.

Algunos periodistas fueron invitados a una presentación más formal, con almuerzo incluido. Pero ése no es el tema que nos ocupa, más allá de que no alcanza con una gacetilla para conocer un producto nuevo.

Otro factor negativo de este tipo de ferias, es que la gran cantidad de gente que concurre a ellas hace que resulte imposible mantener un diálogo con los responsables de las bodegas. Misión imposible. Hay muchos otros anisosos concurrentes esperando detrás y no faltan los maleducados que interrumpen la charla por más breve que ésta sea.

A todo esto, se hace imposible recorrer la exposición sin que te lleven por delante, te pateen las canillas y te golpeen hasta que la copa se te va de las manos y termina haciéndose añicos contra el piso. Mucho no hay que lamentarse del vino perdido, porque como ya dijimos es tan escaso lo que sirven que ni siquiera hace falta secar el piso.

Como no somos masoquistas, lamentamos informar que salvo excepciones que confirmen la regla, desistiremos de aquí en más de este tipo de reuniones multitudinarias y nada provechosas.

Reconocemos que a cierto tipo de público les pueden servir por diferentes motivos. Uno, que lo hace más por trabajo que por diversión, se debe resignar a que todo fue una pérdida de tiempo. Habría que reconsiderar la cantidad y calidad de estas ferias de vinos, para saber realmente a dónde vamos y para qué las queremos.

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