Está más que claro que el sushi llegó para quedarse. Ya hace rato que dejó de ser una moda para convertirse en una nueva pasión argentina, exótica pero pasión al fin. Y el exotismo viene no sólo por el lado japonés, donde está su verdadero origen, sino también por las versiones “occidentalizadas” que muchos critican, pero que se adaptan mucho mejor que la ortodoxia nipona. Ninguna de las dos opciones es mejor que la otra, son estilos diferentes de una misma comida. Xristo ocupa desde hace tres años el local donde funcionara Azul Profundo, de manera que no debe sorprender que la gente del barrio se haya acostumbrado a la propuesta sushi-sashimi. Sin embargo el empresario gastronómico Fernando Ulloa (con antecedentes hoteleros), decidió darle un plus a su clientela, para cubrir también un espacio para los que no son amantes de lo japonés. De manera que Xristo tiene una carta clásica en la que ofrecen, por ejemplo, bastoncitos cuatro quesos; salteado de langostinos; ojo de bife con croûte de cebolla y parmesano; lomo Dijon con milhojas de papas; risotto con frutos de mar; sorrentinos negros de salmón con salsa de puerros, y bondiola a la salsa barbacoa, con batatas fritas y aros de cebolla. Responsable de esta parte de la carta es el chef Federico Suárez.
Xristo ocupa desde hace tres años el local donde funcionara Azul Profundo
Pero el sushi bar es el “punto fuerte “en Xristo. Sebastián Pérez (precisamente exsushiman de Azul Profundo), propone temakis, geishas, makis y niguiris; rolls clásicos, especiales y calientes. Aconsejamos las combinadas de 21, 37 y 75 piezas, según la cantidad de comensales. Por ahí un tiradito, excelente. Al mediodía, de lunes a sábados hay menús muy convenientes ya sea con entrada, principal, café y bebida, o bien la que incluye 15rolls de sushi, más café y bebida. Hay que estar atentos a las promociones, que abaratan la cuenta y terminan por consolidar una relación precio calidad óptima. Para concluir la comida, hay postres tradicionales y otros más llamativos, como el helado de pimienta y canela, sobre biscuit de vainilla.
Precio promedio, desde $ 73 al mediodía y $ 150 a la noche. No cobran servicio de mesa, pero en los platos compartidos se agregan $ 18. Hay barra de tragos y carta de vinos más cercana a las bodegas tradicionales.
Un restaurante de campo como los hay a montones en Italia. Peumayén, cuyos dueños son descendientes de alemanes del Volga, ofrece una cocina auténtica en la que se entremezclan platos autóctonos y de inmigrantes.