Muchas veces nos preguntamos si es mejor ir a comer antes o después de la función. ¿Por qué no durante la película? Village Arena Maipú hace punta en el interior con esta propuesta novedosa: Village Gold Class.
¿Se puede ver una película y al mismo tiempo saciar el hambre? ¿Puede un chef armar un menú adecuado para que la gente coma dentro la sala mientras disfruta de la función? ¿La gente responde a esta propuesta novedosa? Son preguntas que hace tiempo se hicieron las grandes cadenas de espectáculos, y algunos de ellos se animaron a probar. La cuestión no era fácil de resolver, pero se le encontró la vuelta. Y la apuesta de Village Cines fue más arriesgada aún, ya que su primer desafío gastronómico se concretó en Mendoza, más precisamente en el Village Arena Maipú.
En ese lugar, funciona un Hotel Esplendor, además del casino. Y también cinco salas, con más de 860 butacas distribuidas en dos salas Gold Class (de 52 butacas cada una) donde se puede comer; otras dos 3D y una tradicional.
Las butacas Gold Class son de cuero y se pueden reclinar hasta 60º, poseen apoya pies y apoya cabeza, con grandes espacios entre butacas y mesitas. Los camareros están adiestrados para trabajar silenciosamente y con la poca iluminación de la sala que existe en momentos en que se desarrolla la proyección. No hay ruido de cubiertos (sólo se entregan tenedores) ni tampoco exceso de aromas, muchos menos que el pop corn que exhala sus olores y hace ruido.
Village Cines se jugó con una apuesta arriesgada. Abrió en Mendoza su Village Gold Class, que permite disfrutar de la comida de Pablo del Río mientras ves la película elegida
En cuanto a la cocina en sí misma, la responsabilidad corre por cuenta del chef Pablo del Río, porteño de nacimiento y mendocino por adopción, propietario de Siete Cocinas, uno de los mejores de la ciudad cuyana. Cuando uno ingresa al lounge exclusivo de Gold Class, uno se dirige al bar para beber un trago, una copa de vino o lo que desee. Luego se podrá optar por las diferentes opciones del menú, que serán servidas ya dentro de la sala. Por ejemplo, una “picada de película”, con jamón crudo, salmón ahumado, paté cremoso, quesos gouda, brie y untable con finas hierbas. También hay una pizza individual de vegetales grillados y rúcula; croquetas de arroz, jamón cocido y salsa de queso; pollitos crocantes con salsa de mostaza; albóndigas de lomo con emulsión de calabazas asadas y aceite de oliva; curvos de tortilla de papas y pimientos asados; nachos con variedad de salsas; sándwich abierto de bife a la plancha con panceta, queso, tomates confitados y papines fritos; fritura de mar (langostinos y rabas con crema de limón y perejil). Y de postre, dulce de leche, salsa vainilla y nueces garrapiñadas; mousse de chocolate, salsa de cacao y cremix de chocolate blanco; frutas frescas con almíbar de naranjas; helado de frutilla, dulce de leche, crema americana y chocolate. Se pide a la carta, lo cual se suma al precio para ver la película, que varía según los días de la semana y horarios.
Nosotros vimos la de Brad Pitt y los zombies, pero eso era lo de menos. La experiencia gastronómica, que es nuestro métier, valió la pena.
