Desde hace tiempo venimos escuchando únicamente loas de todo tipo para con el Barrio Chino de Belgrano, por parte de cocineros y consumidores en general. Está claro y no se puede discutir, que allí se encuentra de todo “como en botica”. Perdón por lo anticuado del término, pero es así. Si querés hacer sushi en tu casa, las algas están en los locales de la colectividad china. Si pretendés preparar un gravlax, el salmón rosado lo podés conseguir en cualquier pescadería o supermercado sin problemas. Pero el eneldo fresco, no. Entonces enfilamos para la calle Juramento. Y así con todo lo que necesites para armar tu plato favorito, aunque se trate de sal del Himalaya (en conflicto con los chinos precisamente) o cualquier producto de la región más remota del planeta, que no sea China precisamente. Ahora bien, qué hacemos con el tema del pescado. ¿Dónde comprar? ¿En el Barrio Chino? Si lo consultás con cualquier restaurateur o chef, te dirá sin dudar un instante: “¡Yo compro en el Barrio Chino! Es que su afán de conseguir pescado supuestamente fresco, ellos se tiran a la pileta y muchas veces no tiene agua suficiente. Y si la hubiere, estaría estancada. Salvo que uno conozca al dueño o tenga una venta considerable, de manera de tener un tratamiento especial como grandes clientes, te pueden llegar a vender gato por liebre, o por pescado.
Hagamos la prueba. Entrá a cualquier local del rubro en el Barrio Chino, sin dar nombres, total son pocos y archiconocidos. Son pocos y están muy surtidos. En el rubro de los pescados, cuya conservación de la cadena de frío es fundamental para lograr una correcta nutrición sin correr ningún tipo de riesgos, hay parámetros que no se respetan y éste es un hecho que cualquier observador lo puede percibir. Basta apelar a nuestro olfato en busca de pescado “presumiblemente fresco”, y percibir de manera inmediata un fuerte olor a amoníaco, o langostinos con manchas negras en el caparazón o las patas (melanosis) producto de la progresiva descomposición de los pescados, y mariscos congelados llenos de agua (que entonces se convierte en agua mas cara que la mineral que viene de La Toscana).
Tampoco es inusual apreciar cómo sacan los pescados que van a colocar a la venta desde los baúles de autos particulares, sin ningún tipo de refrigeración, moluscos que se venden frescos ya sin vida, y ni hablar de controles sanitarios de marea roja u otras toxinas, todo lo cual convierte la calidad del consumo en una verdadera quimera. Creer o reventar. Es verdad, en el Barrio Chino vas a encontrar todo lo que se te ocurra buscar. Pero hay que tener cuidado con la calidad de la mercadería, más aún si se trata de pescados, que son muy sensibles en su manipulación y conservación. Y ni hablar si se trata de un cliente neófito que no entiende nada del tema. Al menos te recomendamos leer las notas de FDO sobre cómo elegir un buen pescado, asegurarte de tener un buen y confiable proveedor, evitar la compra en lugares donde no se garanticen las mínimas normas de higiene. Y sobre todas las cosas no creerse ningún cuento chino.