Esquina parisina, comida italiana. La elegante esquina de la avenida Santa Fe colindante con el Palacio Paz y la Plaza San Martín, alberga desde hace tres años al Restaurante Torcuato & Regina. Torcuato es el expresidente Marcelo T. de Alvear; Regina el nombre de la cantante lírica de apellido Pacini, nacida en Lisboa pese a su origen itálico, ambos protagonistas de una historia de amor apasionado que enfrentó varios tabúes de la época. Cuentan que en ese mismo lugar, vivía un tal Cernadas, amigo de Don Torcuato. Y este mismo había nacido en el Palacio Alvear (Juncal 1082), lugar equidistante con su casa de juventud, a pocas cuadras de la Plaza San Martín. Todos nombres y personajes de la aristocracia porteña. El Bar & Bistró Torcuato & Regina ofrece una alternativa diferente en la zona, donde abundan lugares que dan de comer a los oficinistas. El público de T&R es bastante heterogéneo: muchos turistas extranjeros, vecinos del barrio, inclusive trabajadores que aprovechan el menú de mediodía, más costoso que en otros restaurantes, pero también de mayor nivel. La ambientación del lugar es obra de Laura Lamberti, esposa de uno de los propietarios, Alberto Antonucci, quien se inspiró en la esquina del Hotel Tremoille, de París. El local es motivo de admiración para quienes aman la arquitectura y la decoración. Vale la pena echar un vistazo a los pisos de mármol, así como otros objetos que le otorgan carácter al lugar. También es posible comer afuera, en la vereda, casi como en una calle de la “Ciudad Luz”. T&R está abierto desde la mañana, donde es posible beber un café con una sfogliatella. Por la tarde, nada mejor que una degustación de quesos de Piedras Blancas, o bien un vermú con spuntini, como en Italia. Almuerzos y cenas comparten carta, preparada por el chef Reinaldo Brites, quien supo trabajar en el recordado Pane e Vino, enfrente del Cementerio de la Recoleta, que por entonces era una especie de apéndice de San Babila, un ristorante que extrañamos y que hoy es símbolo del ocaso del barrio porteño más chic a nivel gourmet, Gato Dumas mediante.
Lo primero que hay que decir es que los risotti son “la” especialidad de la casa: al funghi, al frutti di mare, con ossobuco, y el más liviano “primavera”. Una opción de pasta interesante son los ñoquis de remolacha, creación del recientemente desaparecido Mirco Zampieri, amigo de Alberto, el dueño de casa. Los amantes de las carnes tienen la opción del ojo de bife con papas al romero y tomates cherries (una de las escasas licencias que el chef se toma respecto de la cocina italiana que identifica al lugar). Más peninsular es la scorticata de lomo, con champiñones, rúcula y pimienta negra. Para terminar, un clásico tiramisú. La carta de vinos es un tanto limitada. Y los panes son otra historia, los compran en L’Epi, lo cual justifica el valor del cubierto ($ 14). Para recordar al aristócrata devenido en político radical, presidente entre 1922 y 1928, y su amada Regina, la portuguesa que le llevaba flores a la tumba de su querido Torcuato todas las semanas. Para románticos y también amantes de la cocina italiana.