Tomates con sabor a tomate

Jueves, 6 de junio de 2013
Horticultores de La Plata recuperaron una semilla de la zona casi extinguida. Se trata de una experiencia exitosa que prescinde de las tecnologías de hibridación. ¿Se acuerdan de cuando el tomate tenía el verdadero gusto a tomate?



Cuando las cadenas de supermercados aparecían sólo en películas, y las hamburguesas venían sin cajita feliz ni la sonrisa del reconocido payaso, el tomate tenía gusto y se comía en temporada de verano. Pero la revolución tecnológica que vivió la agricultura entre las décadas del ’80 y el ‘90, que introdujo la siembra en invernáculos y modernizó los insumos, logró lo impensable. Las verduras y hortalizas estacionales se pueden encontrar en las góndolas durante todo el año. Uno de los casos es el tomate.

En algunos casos, sin embargo, en el camino quedaron el gusto, la forma y el color de los tomates. En La Plata, un grupo de productores familiares sumidos en la decadencia a la que los relegó la imposibilidad de modernizarse y afectados por los avatares climáticos, rescataron una semilla tradicional apuntalados por profesionales de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad de La Plata, y en la actualidad producen el “tomate platense”.

Es un cultivo típico que minimiza el uso de agroquímicos y se vende en quintas, ferias y algunas verdulerías de la zona. “Con mi marido estamos en el grupo desde 1999. Nosotros nos dedicábamos al cultivo de otras verduras como berenjenas, morrones, lechuga, y teníamos invernáculos con frutillas, pero en 2000 vino el tornado y arrasó con todo”, recordó una quintera de la zona de Colonia Urquiza y una de las fundadoras del Grupo de Productores de Tomate Platense (GTP).

Con el viento, se fue también la primera siembra de tomates que hicieron con una semilla provista por técnicos de la Facultad. En esa oportunidad vendieron sólo tres o cuatro cajones, porque en el mercado regional de frutas y verduras de La Plata se reían cuando llegaron con la novedad.

El platense es un tomate de sabor y color intenso. El fruto fue introducido en la zona por inmigrantes italianos, portugueses y españoles en la década del ’30, época en la que se asentaron en las afueras de la capital provincial conformando el denominado “cordón verde”. Por ese entonces, los quinteros fueron mejorando y produciendo una variedad que se extendió por todo el país y que luego de pasar por distintos nombres, como “raya verde”, “raya negra”, “colorado grande” o “invulnerable”,  fue clasificado como “tomate platense”.

El auge de esta variedad, que logró desplazar a los tomates producidos en otras regiones de la preferencia del consumidor local, duró hasta la década del ’80, cuando el uso de nuevas tecnologías y agroquímicos fomentó la importación de semillas extranjeras al país y la instalación del tomate “híbrido”. En aquel momento, el tomate platense se dejó de implantar porque presentaba algunas dificultades. Es un fruto de mucho descarte e irregular, y que para embalarlo hay que seleccionar los mejores, mientras la competencia ofrecía semillas importadas en grandes cantidades, con un tamaño uniforme. Eso volcó a la mayoría a producir el tipo “híbrido”.

El buen gusto y la crisis fueron los elementos que hicieron posible el retorno al cultivo tradicional. Otro de los factores fue estrictamente económico. Cuando llegó la devaluación en 2001, las semillas importadas se volvieron muy costosas y difíciles de conseguir, y entonces varios productores aceptaron la propuesta de los técnicos de usar la semilla tradicional y recuperar algo autóctono de la zona. Su forma irregular y achatada, y la gran cantidad de lóbulos, hace que el tomate platense tenga abundante semilla y también algo muy reconocido por las personas que lo consumen, como es el jugo.

El grupo de productores de tomate platense reúne a  familias que cultivan el producto típico, en un arco que abarca las localidades bonaerenses de Hudson, Etcheverry, Arana, Gorina, Hernández y Melchor Romero. El objetivo de su trabajo es “revalorizar el cultivo como producto cultural de la región y promover la conservación localizada de tomate platense”, aspecto en el que se logró avanzar y organizar a las familias para comercializar grupalmente, lo que se dificulta porque hay un bajo volumen de producción. Por eso, aunque no sea tan “bonito” como el híbrido, no hay que dudar, en materia de sabor la verdad la tiene el tomate platense. Que vivan los feos.

 



 
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