Thierry Duflós es francés y cocinero de profesión. Llegó al país para trabajar en Gate Gourmet y nunca más se fue de nuestro país. Así ocurrió que terminó afincándose en la zona vecina a Ezeiza, más precisamente Monte Grande. Hoy tiene su bistrot propio en Canning. Su esposa es belga, y el encargado del salón, suizo, todos francófonos que hablan perfecto castellano. Antes, Thierry había trabajado en lugares emblemáticos como La Tour d’Argent. También fue chef ejecutivo del Duxton Hotel, en Singapur, y luego en Japón dictó clases en la famosa escuela de cocina Le Cordon Bleu.
El Bistrot está ubicado en Canning, localidad que no conocíamos sino de paso. Zona de countries y shoppings, que denota franco crecimiento. Si bien el restaurante está ubicado sobre una avenida muy transitada, las calles circundantes son aún de tierra y allí se puede estacionar sin problemas.
No hay que detenerse tanto en la ambientación, porque el local es sencillo, lo que podría crear preconceptos inadecuados respecto de la cocina. Pero es apenas un detalle, adentro hay calidez, sillas muy cómodas y un servicio impecable.
En la carta de Thierry, conviven clásicos de la culinaria francesa con platos que muestran ciertos detalles de autor. Para una primera visita, como fue nuestro caso, nada menor que optar por el Menú Degustación, que varía constantemente. El precio no supera los 300 pesos (julio de 2015), lo que termina por convalidar una excelente relación calidad precio. Incluyó una terrina de hígado de ave (que tranquilamente pasaría como una auténtica mousse de foie) con jalea de Oporto y servida con pan brioche; mollejas salteadas en balsámico con tomates confitados; trío de pesca con coulis de langostinos; pollo al estragón con repollitos de Bruselas (que nos hizo olvidar justamente que el pollo no está entre nuestros platos preferidos), y tres postres en porción pequeña, que reunían frutas (mousse de mandarinas y tarte tatin, y el infaltable chocolate esta vez servido al estilo gâteau).
Pero hay también otras opciones que tientan a cualquiera: tartare de pescados perfumado al cilantro con espárragos verdes; salmón marinado con sal gruesa, azúcar moreno y eneldo, con crema de wasabi y brotes; hojaldre de frutos de mar (langostinos, tentáculos de calamar, mejillones y salmón rosado en salsa de vino blanco y juliana de puerros); solomillo de cerdo a la miel con gratén de papas y brócoli a la manteca.
Vale la pena prestar atención a los platos del día, ya que suele haber boeuf bourguignon con späetzli a la manteca; lomo Strogonoff con arroz; couscous a la marroquí, o risotto de pollo y hongos.
Y lo dulce, que responde a lo clásico de la cocina francesa: tarte tatin con helado de vainilla; crème brûlée a la flor de lavanda; milhojas de duraznos con crema chantilly y granadina; helado casero de ciruelas maceradas al cognac y varios postres más.
También sirven almuerzos tranquilos, con menús que varían en forma constante. Fuera de la degustación, pudimos probar la emblemática soupe à l’oignon, siempre vigente. La carta de vinos es acotada, pero sorprenden los precios, muy razonables por cierto.
Thierry Bistrot ofrece más de lo que promete y tratándose de cocina francesa que, salvo excepciones muestra precios exorbitantes, no es poco decir. El viaje está verdaderamente justificado.
Le Rêve, símbolo de la elegancia y distinción de la cocina francesa en Buenos Aires, inauguró una nueva etapa. El restaurante, con cinco años de historia y emplazado en la esquina de Uriarte y Nicaragua, reabrió justo enfrente, en un espacio más amplio pero fiel a su esencia cálida y parisina.
Tres elementos confluyen para ofrecer una propuesta de brunch diferente y de calidad: la cocina siempre destacada del chef Julián del Pino, un servicio súper eficiente y el espacio que se adecua a las circunstancias. Hay un cuarto factor que hace aún más atractivo al brunch de "Aire Libre": una excelente relación precio calidad.
