Santa Fe, Capital de la Cerveza y el Liso

Miércoles, 15 de enero de 2014
La capital santafesina es sinónimo de cerveza, del alfajor de tres capas de hojaldre y dulce de leche, y del pescado de río. Una combinación que atrapa al público gourmet.



Fondo de Olla ®
viajó a Santa Fe para comprobar in situ qué nuevos aires gastronómicos se respiran a la vera de la laguna Setúbal. Un lujo fue la visita al restaurante Dique Uno, del Hotel Casino. Una panzada de pescados de río en El Quincho de Chiquito, resultó inevitable. Y no pudimos irnos sin comprar unas cajas de alfajores Merengo o Gayalí, que son también un símbolo de Santa Fe. De los restaurantes damos cuenta en la Sección Olla Bistró. Ahora nos queremos detener en la parte cervecera.

Tras un accidentado viaje por Flecha Bus, empresa que es capaz de dejar tirados a los pasajeros de un micro a pleno sol y más de 40º de temperatura, a solo 44 kilómetros de Rosario, durante cuatro exasperantes horas, logramos llegar finalmente a la capital de la provincia, once horas después de haber partido de Retiro (sí, once horas para hacer apenas 475kilómetros por autopista).

La planta de CCU, actual propietaria de la Cervecería Santa Fe, está ubicada muy cerca del centro de la ciudad y del puerto, donde existe hoy un pequeño “Puerto Madero de Santa Fe”. Allí nos alojamos en el Hotel Los Silos, adyacente al Casino y con una gastronomía de primer nivel que comanda el chef Lucio Marini. Una visita a la Cervecería Santa Fe parecía inevitable, lo mismo que al Patio Cervecero, ubicado enfrente de la fábrica, y que lleva ya “tirados” más de un millón de lisos. Dicen que este vaso que alberga a un cuarto de litro, fue una invención de Otto Schneider, fundador de Santa Fe y luego de la cervecera que llevaba su apellido (hoy ambas son propiedad del grupo chileno, que también elabora y vende Heineken, Budwaiser, Imperial y otras marcas locales e importadas (entre las más conocidas, Birra Moretti). Para recorrer las instalaciones en compañía de guías muy capacitadas, hay que concertar cita previa. Un dato importante es que uno debe llevar pantalón largo (también las mujeres) y calzados cerrados. Caso contrario, se podrá visitar la planta sólo parcialmente. Más allá del infernal calor de la tarde santafesina, pudimos pasar velozmente por la “cocina”, donde el mosto macera en tanques enormes, pero resultó imposible permanecer en el lugar, donde la temperatura, calculamos, llegaba a los 60ª C, casi un baño sauna. No hace falta ahora explicar cómo se elabora una cerveza; sí señalar que hace falta agua de calidad (como la que ofrece el vecino río Paraná, que se somete a un exhaustivo proceso de purificación; lúpulo, cebada y levaduras). Los visitantes acceden a la parte superior de los tanques, el sector de embotellamiento y el museo, lugar en el que vivían los sucesivos gerentes de la fábrica. Por fortuna, la visita concluye en el Patio Cervecero, donde te agasajan con un liso (además de dos latas de Santa Fe -marca sólo vendida a nivel regional- y Schneider).

Tras recorrer los 475 kilómetros que la separan de la ciudad de Buenos Aires, Santa Fe capital muestra una gastronomía en la que predominan la cerveza, los alfajores y los pescados de río.



Otto llegó al país desde Prusia Oriental en 1907, con conocimientos de elaboración de cerveza. En Santa Fe encontró agua de similares características a la de Pilsen, en la República Checa. Tiempo después, el inmigrante que llegó desde Alemania con “lo puesto”, fundaría una segunda empresa, que llevaba su apellido. El mismo fue el creador del liso, un vaso que es parte de la historia cervecera de la ciudad, aun cuando en el patio también se sirven balones y chopps. Las opciones son tres: rubia, roja y negra. Y el “cervezoducto”, sin dudas, llama la atención por su extenso recorrido que cruza la calle desde la planta al patio, construido donde antes se hallaba el estacionamiento. La comida parece ser apenas un complemento, porque aquí se respira y se bebe cerveza. Una tabla de fiambres alemanes puede ser la mejor opción para los clientes.

De manera que la cerveza aquí supera hasta el vino. El calor veraniego de la ciudad ayuda a ello. Y nada menor que acompañar los fantásticos pescados de río (surubí, boga, dorado) con un liso o varios, por supuesto. Eso sí, los alfajores los dejamos para la vuelta.

 
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