Restaurant de La Riera - En los Bosques de Cataluña

Sábado, 11 de enero de 2014
No pretendemos hacer una crítica gastronómica tradicional del Restaurant de La Riera, sino un Diario de Viaje, que incluyó varios capítulos: uno en Buenos Aires, otro en Sant Martí Vell, vía Perpignan, para encontrarnos de nuevo en nuestra ciudad durante el ciclo CAT en BA.



La historia comenzó en el Casal de Catalunya, en enero pasado. Jimena Pérez Apellániz, chef del Restaurant de la Riera, hasta ese momento desconocido para nosotros, nos fue presentada por el presidente de la casa de los catalanes en Buenos Aires, José Puigboó. Por allí andaba también Luz García Elorrio, la propietaria siguiendo a una niñita pizpireta,  precisamente la hija de Jimena. En el medio, el festejo de cumpleaños de nuestro amigo Damián Cicero. Para nuestra sorpresa, Jimena nos comentó que lee habitualmente Fondo de Olla ®, un dato no menor para nosotros, pues que seamos conocidos a tanta distancia de nuestro lugar de origen, es motivo de satisfacción. Luz andaba detrás de un proyecto, por entonces en pañales: CAT en BA. Lo que ocurrió después, en septiembre pasado, tuvo amplia difusión en las páginas de Fondo de Olla. Inclusive, gracias a ambas compatriotas, logramos conocer a Josep Roca y un grupo de talentosos cocineros catalanes que nos visitaron. Con ellos compartimos una cena en Tarquino.

Volvamos a los inicios de la historia. Tras ese encuentro en El Casal, llegaron los saludos de rigor, con el habitual “nos vemos en cualquier momento y nos gustaría que conozcas el restaurante”, algo complicado por la gran distancia que nos separa de Girona. Pero en agosto último, quiso el destino que con mi esposa nos encontráramos descansando en las ventosas playas de Port Leucate, en lo que aún muchos llaman “la Catalunya francesa”. De hecho, en la estación de Perpignan, la ciudad más cercana a la costa, los carteles están escritos en francés y catalán. Con el fabuloso tren AVE (que une Madrid con Girona en cuatro horas, unos 720 kilómetros), hicimos el cortísimo viaje desde Perpignan a la estación de Girona, la ciudad de El Celler de Can Roca y cuna de la nueva “revolución gastronómica española”. Nos esperaba Jimena, en una nochecita lluviosa pero cálida. En pocos minutos, llegamos al pintoresco pueblito de Sant Martí Vell. En sus aledaños, se halla La Riera, su bosque el restaurant de Luz.


Antes de seguir con el restaurante, vale la pena contar una historia. Hacia 1979, Casiana Ahumada (que había llegado a España desde la Argentina seis años antes), ya se encontraba afincada en Sant Martí Vell, pueblito ubicado al pie del macizo de las Gavarres y en el umbral del Gironés con el Baix Empordá (Bajo Ampurdán en castellano). Fue en aquella época que Casiana se decide a abrir un restaurante junto con dos marchantes amigos (Fernando Guereta y Paco Rebés). Para todos ellos se trataba de una nueva y gran aventura. El primer chef fue el francés André Délécroix, nacido en Lille. Con el paso del tiempo, Casiana se quedó en exclusiva con el restaurante y allí incorporaría a jóvenes cocineros formados en Girona. La última adquisición fue Jimena Pérez Apellániz, nacida en Daireaux, provincia de Buenos Aires, afincada en Cataluña desde hace varios años. En coincidencia, Luz (la hija de Casiana), tomó las riendas del negocio, luego de pasar por la cocina y el salón. Hoy, Luz y Jimena hacen un tándem perfecto.

Luz García Elorrio es propietaria del Restaurant de La Riera, en el pueblito de Sant Martí Vell, a pocos kilómetros de Girona. Jimena Pérez Apellániz, la chef, también es argentina. Vale la pena conocer lo que hacen.

El Restaurant de La Riera funciona en una casa de piedra del Siglo XVIII, que se restauró cuidando que no perdiera su estilo original. Desde el comedor principal, se puede acceder a un jardín repleto de hiedras, con un tilo que ofrece su sombra para los visitantes. Y para completar la escena, hay un espacio vidriado, idea de Luz, que permite a los clientes realizar allí sus celebraciones, y a las empresas utilizarlo como sede de sus reuniones de trabajo.

“Nuestra cocina –señala Jimena- ya sentados a una mesa del salón principal-, se basa en el respeto al entorno: el mar, los bosques, el campo, el paisaje, con sus materias primas ricas en calidad y matices”. Y agrega que “hemos querido preservar una cocina de raíces profundamente empordanesas, sin olvidarnos de los sabores y aromas de la vecina cuenca mediterránea”.

Jimena dejó su lugar para ir a lo suyo: la cocina. Proseguimos el diálogo con Luz, interrumpida por una nota para la radio que habíamos pactado de antemano. La Riera tiene un menú de tres pasos con servicio de pan a 22,50 euros, a lo que habrá que agregar la bebida y el 10% de IVA. Un lujo. Luego la carta, de la que tuvimos el privilegio de probar pequeñas porciones a modo de degustación, ofrece tentadoras entradas, como el salteado de verduras y lechada de ternera con gremolata de tocino; ravioli de txangurro (centollo) con aguacate, pétalos de tomate y salsa de gambas; vieiras a la plancha, cremoso de patata, hinojo y aceite de jamón de bellota, y unos sorprendentes canelones de pato asado  con setas. Principales: bacalao confitado con “ajoblanco” tibio y alcachofas; arroz caldoso con pollo de corral y cigalas; magret de pato con chutney de peras e hilos de puerros, medallones crujientes de patas de cerdo con peras; cordero en tres cocciones con canelón de berenjenas ahumadas y queso fresco de cabra; rabo de buey con puré de patatas, lardo de Colonnata y cristal de tomate.

Los dulces no van en zaga: streussel de manzana; coulant de chocolate con coulis de frambuesa; torrija con helado de nata y crema de canela; pastelito húmedo de coco con su helado y espuma de dulce de leche (al fin y al cabo Jimena es argentina), y crêpes de naranja al Grand Marnier.

Vaya si valió la pena el viaje, la cocina del Restaurant de La Riera bien valdría tener varias estrellas Michelin, pero nuestras compatriotas prefieren trabajar en silencio, más que trascender las fronteras de Sant Martí Vell. Una decisión que agradecen los fieles clientes que huyen de las grandes aglomeraciones de clientes, que atiborran las mesas reservadas con meses de anticipación. Cada uno tiene su encanto, como los Roca en su Celler, en el barrio obrero de Girona, donde hoy por hoy es muy difícil conseguir una mesa. Y como La Riera, con su bosque encantado y una cocina de óptimo nivel que tiene a nuestras compatriotas al frente. Seguro que volveremos, si lo prometimos una vez y cumplimos, se repetirá la experiencia aunque no hayamos tirado una moneda en ninguna fuente (que al fin y al cabo eso sólo vale para Roma).

 

 
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