La hora del Bonarda

Domingo, 29 de agosto de 2010
Durante mucho tiempo, esta cepa italiana fue la más cultivada en la Argentina. Luego, con la irrupción del Malbec como variedad emblemática del país, su presencia quedó opacada detrás de la estrella de su principal competidora. Hoy, ya se la valora como futura embajadora de nuestros vinos en el mercado mundial.

El Bonarda o “la Bonarda” -si se quiere hablar de la cepa y no del vino-, siempre estuvieron presentes en la mesa de los argentinos, aun cuando los consumidores no lo tuvieran demasiado en claro. Decimos esto porque el falso Borgoña que se vendió siempre en el país, por lo general ha estado compuesto por las uvas Bonarda y Malbec.

Bonarda, otra cepa de bandera argentina


Lo cierto es que durante mucho tiempo, esta cepa de origen italiano prevaleció en cantidad de hectáreas cultivadas. Luego, con la aparición masiva del Malbec en la década de los ’80 y ’90, se fue cambiando la fisonomía de nuestra viticultura. Hoy, entonces, tenemos unas 20.000 hectáreas plantadas con Bonarda (aunque como se verá más adelante es otra variedad), con lo cual sólo es superada por el Malbec.

La revolución de la vitivinicultura argentina, producida durante la Convertibilidad por la irrupción de capitales extranjeros, que salvo excepciones concluyó con la tradición familiar de bodegueros inmigrantes, también afectó al Bonarda, que surgió como varietal en el mercado local, y permitió que la Argentina ganara premios internacionales.

Un caso paradigmático lo constituye el Bonarda de Nieto Senetiner, que logró una medalla de oro nada menos que en Vinitaly, la exposición más grande de Italia en materia de vinos, que se realiza anualmente en la Feria de Verona.

¿Qué es el Bonarda?

Muchas discusiones existen acerca del origen de esta cepa, o en todo caso de la variedad que se cultiva en la Argentina desde un punto de vista ampelográfico.

En un reciente viaje a Mendoza, donde visitamos Masi Valpolicella, le preguntamos al enólogo italiano Andrea Dal Cin sobre su visión de este cepaje. Sobre el tema, opinó que no hay dudas del origen italiano de la cepa. No obstante, señala que en la Argentina produce un vino intenso en color y cuerpo. Destaca que el norte de Italia, hay una muy baja producción por hectárea y da mucho color, pero no se consigue el cuerpo de los Bonarda argentinos.

Señaló además que ha visto la variedad en Australia y los Estados Unidos, pero allí no se da como en Mendoza, donde se observa una simbiosis ideal entre la tierra y el microclima de algunas zonas de la provincia, como es el caso de Tupungato.

Más allá de lo que dice Dal Cin, quien asegura que la “nacionalidad” de esta uva es puramente del Véneto, se sigue discutiendo sobre si el origen francés o italiano de la variedad. Otros especialistas creen que la Bonarda es originaria del Piamonte.

Abel Furlán, profesor de Enología de la Universidad Juan Agustín Masa, de Mendoza, quien asesora a varias bodegas locales (entre ellas la propia Masi), señala que en realidad Bonarda es una denominación de origen correspondiente a una zona específica de Italia. Sin embargo, el vino de Bonarda (el de la región DOC) se elabora en mayor proporción con la uva Croatina. Pero aclara de inmediato que lo que tenemos en nuestro país es Corbeau, una cepa francesa cuya planta es muy parecida desde un punto de vista fisiológico.

Respecto a quien trajo la variedad en cuestión al país, no se sabe a ciencia cierta si fueron los italianos o los franceses. Los inmigrantes comenzaron a llamarla Bonarda, pero los posteriores estudios de ampelografía realizados por el INTA permitieron aclarar las cosas respecto a diferencias y denominaciones. Pero Furlán asegura que el tema del Bonarda quedó en la nebulosa.

Las principales bodegas locales que han prestigiado al Bonarda (o si se quiere ser más preciso al Corbeau nacional), son Luigi Bosca, Las Hormigas (con su vino Colonia Las Liebres), Dante Robino, Norton, Trapiche, Alta Vista, Familia Zuccardi y Nieto Senetiner, entre otras.

Sea como fuere, Bonarda o Corbeau, se trata de la tercera cepa en cuestión, detrás del Malbec y el Torrontés, que son nuestras dos variedades “de bandera”. Y el futuro que le espera a los Bonarda argentinos es seguramente promisorio.

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