El periodista Mariano Sena escribió una interesante nota sobre lo que está mal visto a la hora de comer y beber, pero que causa un disfrute inconmensurable. Salió en el blog de la Guía Óleo y la reproducimos acá porque fuimos (de alguna manera) los "culpables" de que ese artículo se publicara
¡Qué lindo es ser hereje con la comida!
Es muy común que cuando a uno le prohíben algo, va y lo hace. No importa la edad, raza ni religión. Uno va y lo hace. También es verdad que esos impedimentos pasan más a menudo en la niñez y en la vejez. ¿Que paradoja, no?
Seguramente en la niñez había situaciones que nos prohibían y no las hacíamos por miedo a una represalia o porque no nos convenía. Luego, más adelante, de adolescente todo lo prohibido fue delicioso. Como consecuencia, ahora que somos adultos, cuando nos tratan de impedir algo lo hacemos, ya sea por curiosidad o por convicción.
No hace mucho estaba en una cena con periodistas gastronómicos y -mientras degustábamos un buen vino recomendado por el dueño del establecimiento- uno de mis colegas, Cali Fidalgo, de Fondo de Olla, arrastró el pan en su plato, con la misma velocidad que un torero desliza su capote intentando hacer quedar en ridículo al toro. Parecía un desplazamiento artístico. Y tras ese movimiento exclamó: “y dicen que no se puede…ja”, respiró profundamente reposando sus manos en su falda y ya más satisfecho me preguntó: “Habría que hacer una nota con las herejías de la comidas, ¿no?”.
¿Pasar el pan por el plato está mal? ¿Mojarlo en una salsa no se puede? ¿Tomar la costilla ancha del asado con la mano y tratar de despegar ese cuerito crocante no se debe? A algunos les parecerá ordinario, es verdad, pero ¿no es maravilloso?
¿Quién alguna vez no tomó, en su casa, las últimas cucharadas de la sopa donde se concentra todo lo más rico, de un sorbo, sosteniendo el plato con la mano? Claro, a escondidas y en un operativo fugaz, ya que sabíamos que era incorrecto…
Y mientras todos apreciábamos con las papilas gustativas ese vino del que les hablé anteriormente, uno de los periodistas más experimentados, Juan Carlos Fola, bramó: “Sí, pero hay cosas que no se deben hacer: ¡como comer las pastas con cuchara!” y siguió “¡lo hacés en Italia y te matan!”
No se por que será que la cuchara es tan desprestigiada en este medio. A algunos les sirve para escoger los tallarines sin que se les caigan y a otros les parece que comiendo con ella es más rico porque se mezclan todos los ingredientes. ¿Está tan mal?
Otra de mis malas costumbres preferidas es “picar” de la ensaladera mientras disfruto una buena costilla ancha y jugosa. Mi madre todavía me lo advierte y creo que eso le da más encanto a este simple acto. ¿Por qué será que nuestro plato rebalsa de comida y sin embargo le robamos a la fuente?
Seguramente algún fundamentalista del café crucificará a quien le agregue azúcar y tal vez tenga razón. Quizás ponerle hielo y soda al vino sea incorrecto. Antes que nada quiero aclarar que ponerle hielo y soda a un buen vino para mi es un sacrilegio, pero quién alguna vez no lo hizo con un tinto “medio pelo”, entre amigos y le pareció lo más refrescante en un domingo soleado.
En fin, cuando comencé a realizar esta nota fui llamando a amigos, colegas y cocineros que admiro para tratar de sumar ejemplos “herejes” y la respuesta de Roberto Grau, chef de Astrid & Gastón, es la que resume esta nota: “Una vez que te comiste tu plato le “arrancás” el último bocado a tu mujer…” Ahí me dí cuenta de que no soy el único y que en verdad no está tan mal…