Federico Alejandro muestra la hilachaLunes, 4 de octubre de 2010Continua la saga del personaje más ¿pintoresco? del mundo gourmet. Federico Alejandro sigue haciendo de las suyas para ¿deleite? de todos.
Como estuve unos días enfermo y tardé en recuperarme, dejé los eventos para mejor tiempo. Recién con los primeros calorcitos primaverales salí de nuevo al ruedo, aunque confieso que los cócteles ya me ponen de mal humor. Comés y comés, nunca sabés cuánto, encima no te llenás, te sirven vinos y champú a cada rato, y tampoco sabés cuánto líquido te mandaste para adentro. La invitación de una bodega me reencontró con Federico Alejandro. Se lo veía más suelto al hombre, ya había hecho nuevos amigos, pero me parece que los excesos etílicos le soltaban la lengua. Si no hubiera hablado con él varias veces en reuniones pasadas, hubiera tenido dudas nuevamente sobre su condición sexual y social. Pero no quiero volver sobre lo mismo (me tienen sin cuidado ambas cosas). Me sorprendió empero que FA que me diera tan poca bola. Es que ya se lo notaba suelto, confianzudo. En realidad, él se había juntado con “gente como uno” (vale decir que para FA yo no soy “uno”, mi condición social es más bien baja). Y otra cosa me llamó la atención, tanto había opinado sobre caviares y rapes, pero no comía frutos de mar porque según escuché decirle, esas “porquerías hacen mal a la salud” (???).
Seguí mi recorrida por el elegante salón, mientras escuchaba de soslayo a un colega “vendiendo” no sé qué cosa a un incómodo y aburrido empresario, que no sé por qué andaba por ahí mezclado con periodistas y sommeliers. Porque vieron, ahora las bodegas “rejuntan” a los periodistas y a los sommeliers (tal vez deba ser porque los sommeliers también escriben y bajan línea). A mí me parece que es mezclar el agua y el aceite, casi lo mismo que yo me junte con FA, con quien tengo menos afinidad que con un cura o un aristócrata encima venido a menos.
Cuando ya me parecía que la relación con FA sería nula ese mediodía, el hombre se arrimó a un grupito donde había un supuesto amigo suyo (que también lo es persona de mi amistad). Dejó un par de comentarios que no daban lugar para contestarle (es que al amigo de mi amigo todo le sale muy soberbio y pedante, y no da lugar a la réplica). Cuando FA siguió caminando en busca de nuevos escuchantes de su mensaje cargado de seudo sabiduría enogastronómica, le espeté a mi amigo: “¿Che, de dónde salió éste?”. Es que a esa altura, el personaje había dejado de caerme simpático. Y encima, por su edad, uno no entendía muy bien cómo había surgido de la nada. Mi amigo me recordó que había una vez un experto en marketing y RR.PP. de bodega fashion, que lo hizo aparecer de pronto. Un misterio total. Me acordé entonces del Gato Dumas, que una vez me dijo que no se podía confiar en una persona que habla bien de pocos y mal de muchos (bueno, no me pidan nombres esta vez, pero es un colega muy conocido), y que no se sabe de dónde salió y mucho menos cómo aprendió tanto a hablar de sangrías, salsas enjundiosas y platos excelsos de un restó español de Barrio Norte. “Tenés razón”, le dije a mi amigo. Y agregué: “Ese flaco creó un monstruo”. Ya cuando el cóctel había entrado en su ocaso, FA se fue silbando bajito con su botellita de vino en la mano. Esta vez no me preguntó si no íbamos juntos, tal vez porque era mediodía y cada uno rumbeaba para direcciones opuestas. Al menos eso creo, pues caminaba despaciosamente hacia Callao, hacia el 67, me parece. Esta vez tendría monedas, supongo. Yo agarré para el sur, rumbo a la oficina, dispuesto a desentrañar el misterio. FA: ¿de dónde venís?, ¿quién sos en realidad?, ¿qué pasa que ahora todos te invitan aunque gesticules en voz alta, entonadito por el alcohol, y que encima le quieras enseñar al enólogo a hacer vino y al cocinero a sacar los pescados de la carta?. Con tu aire de maestro ciruela, ya me estás preocupando. (Continuará).
No te pierdas el comienzo de la historia haciendo click acá
Como estuve unos días enfermo y tardé en recuperarme, dejé los eventos para mejor tiempo. Recién con los primeros calorcitos primaverales salí de nuevo al ruedo, aunque confieso que los cócteles ya me ponen de mal humor. Comés y comés, nunca sabés cuánto, encima no te llenás, te sirven vinos y champú a cada rato, y tampoco sabés cuánto líquido te mandaste para adentro. La invitación de una bodega me reencontró con Federico Alejandro. Se lo veía más suelto al hombre, ya había hecho nuevos amigos, pero me parece que los excesos etílicos le soltaban la lengua. Si no hubiera hablado con él varias veces en reuniones pasadas, hubiera tenido dudas nuevamente sobre su condición sexual y social. Pero no quiero volver sobre lo mismo (me tienen sin cuidado ambas cosas). Me sorprendió empero que FA que me diera tan poca bola. Es que ya se lo notaba suelto, confianzudo. En realidad, él se había juntado con “gente como uno” (vale decir que para FA yo no soy “uno”, mi condición social es más bien baja). Y otra cosa me llamó la atención, tanto había opinado sobre caviares y rapes, pero no comía frutos de mar porque según escuché decirle, esas “porquerías hacen mal a la salud” (???).
Seguí mi recorrida por el elegante salón, mientras escuchaba de soslayo a un colega “vendiendo” no sé qué cosa a un incómodo y aburrido empresario, que no sé por qué andaba por ahí mezclado con periodistas y sommeliers. Porque vieron, ahora las bodegas “rejuntan” a los periodistas y a los sommeliers (tal vez deba ser porque los sommeliers también escriben y bajan línea). A mí me parece que es mezclar el agua y el aceite, casi lo mismo que yo me junte con FA, con quien tengo menos afinidad que con un cura o un aristócrata encima venido a menos.
Cuando ya me parecía que la relación con FA sería nula ese mediodía, el hombre se arrimó a un grupito donde había un supuesto amigo suyo (que también lo es persona de mi amistad). Dejó un par de comentarios que no daban lugar para contestarle (es que al amigo de mi amigo todo le sale muy soberbio y pedante, y no da lugar a la réplica). Cuando FA siguió caminando en busca de nuevos escuchantes de su mensaje cargado de seudo sabiduría enogastronómica, le espeté a mi amigo: “¿Che, de dónde salió éste?”. Es que a esa altura, el personaje había dejado de caerme simpático. Y encima, por su edad, uno no entendía muy bien cómo había surgido de la nada. Mi amigo me recordó que había una vez un experto en marketing y RR.PP. de bodega fashion, que lo hizo aparecer de pronto. Un misterio total. Me acordé entonces del Gato Dumas, que una vez me dijo que no se podía confiar en una persona que habla bien de pocos y mal de muchos (bueno, no me pidan nombres esta vez, pero es un colega muy conocido), y que no se sabe de dónde salió y mucho menos cómo aprendió tanto a hablar de sangrías, salsas enjundiosas y platos excelsos de un restó español de Barrio Norte. “Tenés razón”, le dije a mi amigo. Y agregué: “Ese flaco creó un monstruo”. Ya cuando el cóctel había entrado en su ocaso, FA se fue silbando bajito con su botellita de vino en la mano. Esta vez no me preguntó si no íbamos juntos, tal vez porque era mediodía y cada uno rumbeaba para direcciones opuestas. Al menos eso creo, pues caminaba despaciosamente hacia Callao, hacia el 67, me parece. Esta vez tendría monedas, supongo. Yo agarré para el sur, rumbo a la oficina, dispuesto a desentrañar el misterio. FA: ¿de dónde venís?, ¿quién sos en realidad?, ¿qué pasa que ahora todos te invitan aunque gesticules en voz alta, entonadito por el alcohol, y que encima le quieras enseñar al enólogo a hacer vino y al cocinero a sacar los pescados de la carta?. Con tu aire de maestro ciruela, ya me estás preocupando. (Continuará).
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